Un desfile de personajes, objetos de calidad, tarotistas, vendedores de sifones de vidrio, carteles de todo tipo, porcelanas, valijas de cuero, cuadros. Así es el Mercados de Pulgas de Buenos Aires, una especie de “cambalache” donde vale la pena perderse un par de horas para vivir una experiencia diferente.
El término “mercado de pulgas” viene del francés, marché au puces, y se lo adjudica no tanto a los insectos que pudieran estar contenidos en el mobiliario, sino más bien al movimiento de oferentes y ofertantes que concurren a ese tipo de centro de compra y venta.
Emplazado hoy en su ubicación original, Álvarez Thomas y Dorrego, el solar nació como un mercado concentrador de frutas que funcionó hasta 1984, que luego dio paso a un mercado informal de productos usados, reinaugurado formalmente en 1988. Por cualquiera de sus seis accesos se percibe en el multicolor ambiente el olor a madera que emana de las decenas de muebles en etapa de restauración o, simplemente, de los que, ya listos, esperan ganarse un lugar en la habitación de una nueva casa.
Dividido en cinco sectores diferenciados por colores (verde, ocre, violeta, celeste y naranja), más de 150 puestos exhiben una variedad de mercaderías que pueden considerarse, por momentos, extenuantes a la vista. Además de la venta al público de productos se ofrecen servicios de restauración. En el caso de los muebles, se hacen trabajos de pulido, encolado y lustre de las piezas. Es recomendable ir con tiempo para disfrutarlo a pleno.
La mayoría de los puestos pueden considerarse como locales equipados y con infinidad de ofertas; luces, arañas, sifones, carteles de todo tipo, teléfonos, cerámicas, porcelanas, valijas de cuero y muchas más cosas se apilan y se exhiben bajo el enorme tinglado que contiene y da forma al mercado.
A simple vista, la sucesión de locales parece una desordenada colección de los más variados artículos; afinando el sentido, el paseante descubrirá desde monedas antiguas, hasta dos imponentes estatuas de samurais representando un acto de perpetua lucha desde el bronce que los forma.
Una de las actividades ejercidas regularmente por los puesteros es el alquiler de muebles y otros elementos a productoras de cine y televisión que necesitan ambientación para sus producciones de época. El Mercado de Las Pulgas, además de su mercancía, permite a los visitantes interactuar con los artesanos y restauradores, quienes amigablemente tienen alguna historia o anécdota para contar sobre sus muebles, el mismo mercado y sus alrededores.
Este paseo, apto y recomendado para ser visitado en familia, abre sus puertas de martes a domingos de 9 a 19; y en los alrededores hay numerosos locales gastronómicos que hacen posible recorrerlo durante toda la jornada, apelando entremedio a un buen tentempié o a un suculento almuerzo.