Pueblos blancos que resplandecen en el sol de la tarde del mar Egeo, acantilados majestuosos y playas de arena negra volcánica. Esta es la imagen que mucha gente tiene de Santorini, la isla griega que entra siempre en cualquier “top 3” del mundo cuando se votan los mejores archipiélagos del mundo. Este sitio, que recibe dos millones de turistas al año y que según la leyenda podría esconder el secreto de la Atlántida, es de una belleza espectacular y cuenta con una animada vida nocturna que atrae como un imán. Romántica, exclusiva, cara, única.
Hay hasta tres formas de llegar: en ferry, crucero y avión. La más cómoda, pero también la menos aconsejable para los que no se conformen con una rápida visita de unas siete horas a la isla es el crucero. El ferry, en cambio, con un costo de unos 65 euros tarda cuatro horas desde Atenas.
La localidad principal, Thira (o Fira), se encuentra situada al borde de un acantilado de 300 metros de altura. Es el centro neurálgico de la isla, capital administrativa y sede de todos los servicios principales como los bancos y las principales tiendas. Además en su plaza y centro histórico se concentran muchos bares, restaurantes, pubs y clubs. Las casas se colocaron directamente sobre las rocas como joyas en una corona. A la luz del mediodía resplandecen tanto que los ojos duelen.
El teleférico funicular desde Thira transporta al visitante hasta su viejo puerto, a no ser que deseen bajar sus casi 600 escalones a pié, algo solo para atletas. Entre las visitas obligadas están el Palacio de Gyzis, el Museo Arqueológico (custodia una gran colección de vasijas que datan del siglo VII y VI a.C.) y el Museo Prehistórico de Santorini. También la Catedral Católica reúne a curiosos, y se destaca por su bello campanario. Mientras que la Catedral Ortodoxa tiene impresionantes vistas de la Caldera y sobre el acantilado.
Siempre el recorrido del paseo que comienza en Thira y continúa, bordeando el acantilado, por Firostefany e Imerovigli, dos pequeñas localidades vecinas. Ambas conforman un todo armónico de casas blancas asomadas al abismo, atravesadas por el agradable paseo y salpicadas de bares con terrazas ideales para tomarse un trago.
Un poco más alejada, en el norte está Oia, que resulta más encantadora que Thira. Aquí se encuentra el mejor mirador: las ruinas del castillo veneciano de Argyri. Al anochecer cientos de personas aguardan en este punto la hora dorada, y todo ello no es gratis. Quien quiera disfrutar de la gran puesta en escena de la naturaleza de manera privada debe rascarse un poco más el bolsillo. Una habitación en un hotel boutique o un apartamento con vistas a la caldera fácilmente supera los 300 euros por noche.
Oia, el poblado más conocido de la isla gracias a sus atardeceres, es famosa por sus casas típicas de planta cuadrangular, sus paredes encaladas y la cubierta en forma de cúpula pintada de azul, imagen de Santorini. Es el punto final de una ruta de trekking y al pie de sus acantilados se encuentra el puerto de Ammoudi, ideal para bucear o degustar las especialidades gastronómicas.
Otras opciones para hacer una escapada, todas a menos de 10 kilómetros de Thira, son Emborio, Messa Gonia y Akrotiri. A ellas se puede llegar en tour o bien alquilando algún vehículo. Emporio es un pueblito con aire medieval, con sus callejuelas y un castillo rodeado de viñas que producen el famoso Vinsanto (Vino de Santorini) y de molinos de viento. Mientras que en Messa Gonia hay varias iglesias bizantinas y grandes viñedos, en Akrotiri reslatan los restos de la antigua ciudad minoica. El yacimiento arqueológico de Akrotiri es el más interesante de toda la isla, aunque también pueden visitarse sus playas.
Más allá de lo costoso que suele resultar una incursión a la isla, hay experiencias bonitas que son gratuitas. Por ejemplo, hacer una excursión al atardecer a lo largo del cráter de Oia hasta Thira o bañarse en la playa negra de Perissa. ¿Playa negra? Claro, al ser una isla de origen volcánico ese es el color de su arena, con aguas profundas y algo frías.
El mito de la Atlántida
Santorini es un nombre de origen italiano otorgado por los mercaderes venecianos a Thera, nombre griego de esta isla, que junto a sus islotes contiguos son el resto de la caldera de un volcán que estalló en el siglo XVII a. C. Los efectos de su erupción provocaron un desastre en todo el Mediterráneo oriental. La isla era el cono inmergido de un volcán del mismo tipo que el Krakatoa (estalló en Indonesia en 1882) y su explosión destruyó todo el centro de la isla, haciendo que su orografía actual forme una especie de media luna recortada sobre la caldera inundada, dode aún quedas pequeños islotes. Los habitantes de la península griega, entraron en una época de decadencia. Se piensa en que este desastre fue el origen, o uno de los orígenes del mito de la Atlántida, del que Platón habla en sus diálogos Timeo y Crítias.
EL DATO: Atascos permanentes en caminos donde autos se entremezclan con motos, camiones y hasta mulas; problemas en el abastecimiento de agua potable o de electricidad, así como en la gestión de los residuos son algunos de los síntomas de la saturación que padece esta isla desde hace años. Toda esta situación llevó a la alcaldía local a introducir un programa paulatino para poner un tope a los amarres diarios de cruceros, y a buscar que como tope lleguen 2 millones de turistas por año.