miércoles, 24 julio, 2024
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Dublín, entre Joyce y la onda verde

Delimitada por dos grandes canales y partida en dos por el río Liffey, que la divide entre un elegante distrito sur y un más obrero y ecléctico distrito norte, Dublín, la capital de la República de Irlanda, es capaz de cautivar a sus visitantes con la mezcla de las más arraigadas tradiciones gaélicas y una constante adaptación al mundo moderno. Posee una fama literaria universal porque fue cuna, entre otros de célebres escritores como George Bernard Shaw, Samuel Beckett, Oscar Wilde y James Joyce. Y si bien no se destaca por sus grandes monumentos como otros sitios de Europa, sus paisajes verdes y animado centro cautivan a los viajeros que llegan hasta la ciudad más poblada de la isla de unos 600 mil habitantes. Y muestra de ello se da cada 17 de marzo, cuando se festeja San Patricio y la alegría toma las calles.

Fundada por los vikingos a principios del siglo IX, la capital irlandesa ha sido escenario de guerras y conflictos hasta llegar a definir su propia identidad. Enfrentada con Inglaterra, en 1919 se inició la guerra civil anglo-irlandesa que destruyó gran parte de la ciudad, aunque de esta sangría salió el reconocimiento del Estado Libre de Irlanda. Tras la Segunda Guerra Mundial, el 17 de abril del 1949, se proclamó la República, pero fue desde mediados de la década del ’70 cuando comenzó a experimentar grandes cambios que lo llevó años más tarde a Irlanda a integrarse a la Unión Europea y despegar definitivamente.

Los paseos turísticos y los lugares de interés en el norte de Dublín se agrupan, en su mayoría, en torno a la calle principal de la ciudad, O’Connell Street. Es la calle más amplia y concurrida del centro, aunque no es precisamente larga. Comienza en el puente de O’Connell, mencionado en el Ulises de Joyce y tiene una longitud unos 800 metros. El nombre de esta calle (y del puente) lo recibe por Daniel O´Connell, el famoso patriota conocido por su movimiento pacífico de resistencia a las autoridades británicas. Su popularidad es tal que hay muchas calles con su apellido por toda la república.

A lo largo de esta vía, el turista se cruza por ejemplo con el conocido como The Spire (la espiral), una gran aguja que se eleva 120 metros fundiéndose con los colores del cielo. The Spire fue construido en 2003 en el lugar en el que se encontraba el monumento Nelson´s Pillar, que fue destruido durante uno de los ataques del IRA (Ejército Republicano Irlandés) en los años ’70 por ser considerada un símbolo de la opresión británica. Pero el símbolo de esta calle es sin duda el edificio de la Oficina Central de Correos, construido en 1818. Su valor arquitectónico no es excesivamente especial, pero sí su valor histórico, ya que allí fue donde los revolucionarios del Levantamiento de Pascua de 1916 proclamaron la independencia de Irlanda. La revuelta acabó con sus principales líderes detenidos y condenados a muerte y la declaración de independencia como un documento testimonial, pero que sentó las bases de la independencia futura. En la ventana principal hay una placa conmemorativa y una estatua del héroe mítico irlandés Setanta.

Una vista panorámica de Dublín, la ciudad más poblada de la isla. (Visit Dublín)

A pesar de que años de enfrentamientos terminaron con edificios de la zona y muchos debieron ser reemplazados, aún se conservan algunos antiguos como el Hotel Gresham, de 1817, o los almacenes Clery’s, que datan de 1822. Además, esta calle sirve como punto de partida para Henry Street que es, junto con Grafton Street -al sur del Liffey-, una de las dos calles comerciales principales de la ciudad. Es un área peatonal, no demasiado grande, pero concentra algunos de los grandes almacenes y centros comerciales más grandes como Debenhams, Arnotts, Penney’s o ILAC. Es menos señorial que Grafton Street, pero tiene mucha más variedad de comercios, precios y tipos de productos que se venden que ésta última.

Alejándose un poco de O’Connell Street, en la parte norte de la ciudad se encuentra el estadio Croke Park de fútbol gaélico, con un museo muy peculiar sobre los deportes autóctonos irlandeses. Y, siguiendo el río hacia el este en un bonito paseo en el que se pasa frente a unos antiguos cuarteles que albergan una de las diferentes sedes del Museo Nacional de Irlanda, se llega a Phoenix Park, uno de los parques urbanos más grandes de Europa, para relajarse y pasear o montar en bicicleta.  Creado en 1662 como reserva de ciervos, en 1745 se remodeló para abrir sus puertas al público, son 700 hectáreas donde uno puede pasar todo un día y visitar, entre otros puntos de interés, el zoológico inaugurado en 1830.

Al sur del Liffey

Al sur del puente de O’Connell está una de las estampas de Dublín: la fachada del Trinity College y, al otro lado de la calle, el edificio circular que alberga hoy al Banco de Irlanda y que antiguamente sirvió como Parlamento. El Trinity College es, posiblemente, la universidad más famosa y con más tradición de Irlanda. Fundada en 1592 por la reina Isabel I sobre un antiguo monasterio agustino, el campus ocupa una superficie de 190 mil metros cuadrados que componen un oasis para los estudiantes. Aunque en sus comienzos era un lugar exclusivo para los protestantes, a partir de los años 60 comenzó la admisión de alumnos católicos. Es un buen lugar para entrar y darse una vuelta por entre sus edificios, en un ambiente de paz, calma y tranquilidad. Desde 1801, su biblioteca recibe un ejemplar de todas las obras publicadas en Irlanda y Gran Bretaña, gracias a lo cual, actualmente posee casi tres millones de libros repartidos en ocho edificios. Pero además, este lugar “esconde una joya” de la literatura: el Libro de Kells, creado por los monjes de Iona a principios del siglo IX y que contiene un texto en latín de los cuatro evangelios escritos con una caligrafía muy ornamentada, realizada con coloridos pigmentos.

Desde la entrada Trinity, uno puede tomar la emblemática calle Grafton. Tras caminar unos metros llegamos a un ícono de la ciudad: la estatua de Molly Malone. La leyenda cuenta que este personaje ficticio para muchos -real para pocos- era una pobre chica de extraordinaria belleza que vendía pescado por las calles de día, y debido a la miseria de la época, se veía obligada a prostituirse de noche. Su fama trascendió gracias a una de las canciones más conocidas del folclore local y considerada el himno no oficial de Irlanda. Más allá del hito, cuando se saque la foto en el monumento, no deje de posar con una mano en el pecho de Molly, como manda la leyenda.

Cada 17 de marzo las calles se visten de verde por San Patricio. (Visit Dublín)

Cruzando la calle está el tramo peatonal de Grafton Street, con su pavimento rojo. Un hervidero de músicos y cantantes callejeros, de excelentes pubs y de tiendas de todo tipo, para aprovechar si es que el dinero quema en nuestros bolsillos. Pero si la idea es disfrutar del ocio, hay que regresar a la orilla sur del río, al barrio de Temple Bar. Sus estrechas y adoquinadas calles conservan la más pura esencia y constituyen el mayor centro cultural de Dublín. Por las noches, especialmente los fines de semana, se llena de gente, y en un ambiente de diversión y el ambiente de diversión no se puede comparar con casi ningún sitio en Europa.

Y si de diversión se trata, cada año la ciudad se viste de verde para el 17 de marzo, aunque durante varios días se vive San Patricio. El día 17 tiene lugar el Gran Desfile, en el que cientos de personas marchan por las calles en un recorrido de cerca de tes kilómetros para rendir homenaje a su patrón, un hombre que utilizó los tréboles, tan abundantes en la Isla Esmeralda, para explicar la Santísima Trinidad. Durante los días del festival se desarrollan además una serie de eventos culturales que tienen lugar en algunos de los espacios históricos más prestigiosos y representativos de la ciudad. Obras teatrales, espectáculos cómicos y actuaciones de diversos artistas se combinan para que el turista se sienta tan a gusto que quiera quedarse a vivir allí.

También en la zona sur de la ciudad -aunque algo más al oeste- se encuentra otra de las atracciones turísticas imperdibles: la fábrica y museo de Guinness. Un lugar donde aprender cómo se hace la cerveza y muchas curiosidades sobre la cerveza más típica de Irlanda y, sobre todo, donde disfrutar de unas magníficas vistas de Dublín mientras se toma una pinta en el bar panorámico del último piso. Construido en 1904 para ser utilizado como lugar de fermentación de la cerveza Guinness, el edificio cumplió con su cometido hasta 1988 y en el año 2000 abrió sus puertas al público para mostrar sus exposiciones.

Mientras que en el primer piso se puede tomar contacto con lo que es el proceso de elaboración y apreciar máquinas antiguas, la segunda planta invita a un recorrido por las campañas publicitarias de Guinness a lo largo de la historia. En la tercera planta se ofrece a los visitantes la posibilidad de probar sus conocimientos sobre el alcohol mediante diferentes juegos interactivos y en la quinta se brinda la posibilidad de tirar su propia pinta, aunque el recorrido finaliza en la azotea del edificio, en el conocido como Gravity Bar, tomando una cerveza y admirando el paisaje.

El monumento sobre Joyce.

El legado de Joyce

Pase por donde se pase, en la actualidad es casi imposible recorrer Dublín sin encontrar referencias a James Joyce y a su obra: museos, galerías, estatuas, placas conmemorativas y hasta una ruta muy bien delimitada nos permite conocer al escritor más popular (y honrado) dentro y fuera de su país. Cada 16 de junio la capital de la isla esmeralda es particularmente atractiva por el Bloomsday, la fiesta homenaje que rememora la importancia que tuvo el libro “Ulises” para la cultura inglesa.

Para esta celebración, centenares de personas visitan Dublín con la intención de recrear los paseos que realizó el protagonista de la novela, Leopoldo Bloom. Se suele organizar una caminata popular que termina en el famoso pub Davy Byrnes, el local donde Bloom realizó una de sus pausas para el almuerzo y donde, según la novela, adquirió un sándwich de queso Gorgonzola y un vaso de vino de Borgoña. La tradición “obliga” a llevar un atuendo propio de la época –la novela se publicó en 1922–, donde destacan los sombreros y las gafas de cristales redondos.

No todos los lugares que nombra la novela siguen existiendo: algunos desaparecieron o cambiaron tanto que es casi imposible reconocerlos, como ocurre con la casa del protagonista del libro, en el número 7 de Eccles Street, de la que únicamente se conserva la puerta en el James Joyce Centre, en el 35 North Great George’s Street. Este lugar guarda, además, algunos de los objetos más personales de Joyce, sus obras e incluso una exposición con los detalles biográficos de 50 de los 300 personajes de Ulises, inspirados en dublineses reales.

Pero los viajeros interesados en la literatura y el arte también pueden visitar el Dublin Writers’ Museum, al final de la calle comercial O’Connell. El Museo de escritores se inauguró en 1991 en un edificio del siglo XVIII. Sus exposiciones están relacionadas con las letras irlandesas en los últimos mil años. Cuadros, exposiciones temporales, manuscritos, cartas, ediciones de los autores más importantes.

También Oscar Wilde es otro de los autores que tiene su espacio e historia dentro de la ciudad. Cuenta con una escultura muy fotografiada en una esquina del Parque Merrion Square reposa sobre una gran roca la figura colorida de este genial escritor. Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en el número 21 de la calle Westland Row, casa que se puede visitar.

El Trinity College, fundada en 1592 es la universidad con más tradición.


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Es complicado cerrar el capítulo de lo imprescindible de una visita a la ciudad sin al menos nombrar algunos otros sitios que también reciben miles de turistas al año. Un ejemplo de ello es el Castillo de Dublín, ubicado en pleno centro. Antiguamente utilizado como lugar de asentamiento de los vikingos y como la residencia real, hoy en día como lugar para la celebración de las recepciones estatales. Otro lugar para recorrer es la antigua prisión de Kilmainham inaugurada en 1796, un lugar importante en la historia ya que por ella pasaron muchos de los activistas y políticos que lucharon por la independencia del país (su último preso fue precisamente Eamon de Valera, quien llegó a ser presidente, en 1924).

Cuando pensamos en Dublín, no se nos suelen venir a la cabeza los vikingos. Y, el caso, es que hubo presencia de ellos en la zona. La antigua iglesia de San Miguel (cerca del Castillo), alberga a la Dublinia, una exposición interactiva que invita a realizar un viaje al pasado para conocer la historia local durante la época vikinga y la Edad Media. En tanto, para acercarse a uno de los mejores exponentes de la arquitectura georgiana habrá que darse una vuelta por el Ayuntamiento de Dublín (City Hall). Construido entre 1969 y 1779 por el gremio de los mercaderes, el edificio fue creado como sede de la Cámara de Comercio. Luego funcionó como centro de la administración municipal hasta 1995 y desde entonces se utiliza para celebrar las sesiones del Consejo Municipal.

Un recorrido que se puede dejar para lo último aunque no porque sea menos interesante, es el de la antigua destilería Jameson, algo eclipsada por la fábrica de Guinness. Fundada por John Jameson en 1780, fue durante casi 200 años el lugar en el que se llevó a cabo la creciente producción de whisky Jameson. Hoy en día la pequeña destilería de Bow Street alberga un museo en el que se cuenta a los visitantes el proceso artesano de elaboración del whisky irlandés.

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