Si bien suele ser reconocido como el autor de “La Gioconda” y de “La última cena”, fue matemático, ingeniero, arquitecto, ecologista, músico, óptico, botánico, inventor, urbanista, físico, biólogo y poeta. Leonardo Da Vinci fue un avanzado en su tiempo. Pintor, arquitecto, anatomista, botánico, escritor, escultor, filósofo, urbanista, músico e inventor, este año se cumplieron 500 años de su muerte, y el tiempo, en este caso, no conspira contra su figura.
Sigue siendo considerado uno de los hombres con más talento en la historia de la humanidad.
En Vinci, donde Leonardo nació en 1452 (aunque en su niñez se trasladó con su padre a la próspera y cercana Florencia) está el “Museo Ideal de Leonardo”. Entre viñedos y campos de olivos, se extienden las colinas en el camino hacia la pequeña ciudad de la Toscana que lleva este nombre que resuena mundialmente. Entre el Castello dei Conti Guidi del siglo XII y la modesta iglesia Santa Croce en la que fue bautizado Leonardo sólo hay dos tiendas de souvenirs en el centro histórico de la ciudad.
Siendo un niño, Leonardo viajó a Florencia entrando como aprendiz en el taller de Andrea Verrocchio, el primer paso de una vida que le consagraría como ejemplo de artista polifacético del Renacimiento. Se puso a las órdenes de los más acaudalados nobles y mecenas de la época y, ya anciano y famoso, acabó su vida en Francia, donde vivió dos años a las órdenes de Francisco I hasta su muerte el 2 de mayo de 1519.
Sin embargo, quienes quieren conocer la obra del multifacético artista deben pasar por el museo más importante del mundo: el Louvre de París. Casi siempre desbordado de gente, en este rincón de Francia se puede disfrutar de 35 mil obras en sus 60.500 metros cuadrados. Aunque los viajeros suelen tener la brújula apuntando a la sala 6 del primer piso, donde se encuentra la “La Gioconda”. Pero también se pueden ver “La Virgen de las rocas”, “Anunciación” y “San Juan Bautista”, entre otras. Y para los fanáticos de “El código Da Vinci”, existe un tour para seguir las pistas de la novela en las obras de Leonardo, por esos pasillos lujosos y repletos de admiradores, estudiantes y expertos.
También Italia tiene lo suyo, más allá de Florencia. Mientras que en la iglesia Santa María delle Grazie de Milán se encuentra “La última cena”, en la galería Borghese de Roma se exhiben “La Virgen y el Niño Jesús con San José” y una copia anónima de “Leda y el cisne”. En los Museos Vaticanos está expuesto el inconcluso “San Jerónimo penitente”, y en Venecia se guarda uno de los dibujos más importantes: “El Hombre de Vitruvio”.
En Florencia, en tanto, el Museo Ideale Leonardo da Vinci presenta miles de imágenes, objetos, documentos y multimedia, que incluyen pinturas originales del siglo XVI llevadas a la pantalla por primera vez. Aunque también se destaca el Museo Leonardiano.
Hacia el comienzo
Para hacer completo un viaje tras los pasos del maestro, hay que llegar hasta Amboise, una ciudad medieval y una comuna en la región central francesa, en el departamento de Indre-et-Loire, a la orilla del río Loira, a unos 22 kilómetros de Tours.
Da Vinci llegó hasta allí bajo el amparo del rey Francisco I, quien le procuró en Cloux, hoy conocido como castillo de Clos-Lucé, tranquilidad para los últimos años de su vida. El edificio conserva mobiliario de la época, junto con manuscritos y planos de sus ingeniosos inventos. Su figura, como no podía ser de otra forma, ha sido motivo de controversia en Italia por la celebración, en Francia, del quinto centenario de su muerte. Los franceses consideran al artista como “suyo”.
El Clos-Lucé forma parte del conjunto de castillos del valle del Loira. Aquí fue donde Da Vinci pasó los últimos tres años de su vida, entre 1516 y el día de su muerte. Curiosamente, en la cabecera de su cama, que todavía reposa en la misma habitación de la mansión, también se encontraba su retrato de la Madonna Elisa Gherardini, la mujer del marqués de Giocondo, la celebrada Mona Lisa.
En los sótanos de esta mansión es posible observar numerosos modelos dibujados por Leonardo, como un tanque, un puente de asedio y el precursor de un helicóptero. En sus jardines, se han instalado maquetas de algunas de las piezas de ingeniería que, adelantándose hasta en cuatro siglos, Leonardo imaginó.