El café es protagonista de las mañanas (y de todo el día) de millones de personas alrededor del mundo. En oficinas, en las casas o simplemente en la calle al pasar, esta bebida inspirada en leyendas acompaña a la gente como símbolo de hospitalidad y amistad.
El café es un elemento importante de la cultura árabe. Para los turcos, más que una bebida, es símbolo de orgullo e identidad, tanto que el café turco fue declarado Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco. Título que se refiere no propiamente a la bebida, sino a una manera particular de servir y preparar esta infusión aromática.
Aunque su nombre es café turco, no crece el café en los territorios de Turquía. El hecho de que se llame así, está relacionado con los diferentes métodos de cocción desarrollados por los turcos.
La primera cafetería de Estambul abrió en 1544, popularizando así entre las clases urbanas una bebida tradicional en Etiopía y Yemen. Un siglo más tarde, el hábito se extendió, a través de Venecia, por toda Europa y empezó a ser sinónimo de debate intelectual, reunión social y tiempo libre. Fue amado, adoptado y difundido en poco tiempo. Y gracias a los turcos, el mundo occidental se encontró con el café.
Algunos dicen que fue gracias a un peregrino que se dirigía a la Meca que este grano llegó por primera vez al Medio Oriente. Otros creen que fue llevado por prisioneros de guerra que habían visto cómo en África se preparaba una bebida que dotaba a los guerreros de una energía que parecía imparable. Cualquiera que sea la verdadera historia, es un hecho que su sabor y efecto estimulante fascinaron al mundo musulmán tanto que en el siglo XVI se prohibió su consumo, pero no fue por mucho tiempo, ya que la presión social provocó que se revocara la decisión pocos años después.
La catástrofe para el café vino en 1923, con la derrota del Imperio Otomano y la pérdida definitiva de las provincias árabes, desde donde se importaba el preciado grano. El fundador de la República Turca, Mustafa Kemal Atatürk, ideó una solución para impedir que la joven nación se arruinase comprando café al ahora enemigo: introdujo el té, dado que este arbusto, a diferencia del cafeto, sí puede plantarse en Turquía.
Desde entonces, la auténtica bebida popular turca, la que se toma a todas horas, es el té -poco variado: nunca ha perdido su sabor de posguerra- mientras que el café, varias veces más caro, quedaba relegado a las clases más ricas y a menudo a reuniones de hombres tradicionales.
El café turco es muy concentrado, con un sabor fuerte y aspecto imponente, se suele servir con dulces típicos y agua. No está filtrado, lo que le da una sensación fuerte al paladar, por eso se aconseja tomarlo en pequeños sorbos. Es de color negro intenso, posee mucha textura, es de sabor amargo, perfumado y posee mucho cuerpo y textura.
El mito
Se dice que se puede saber tu suerte por medio de este café, lo que se lee, interpreta y predice de los sedimentos o residuos que quedan al final de la taza. Alguien que sepa del tema, podrá decirte el destino.