Parque Nacional Lanín
El espectacular paisaje de montañas, cumbres nevadas, lagos y bosques de esta reserva natural del sur de Neuquén, pegada a San Martín de los Andes, se puede disfrutar a pie o en vehículo a través de senderos muy bien señalizados. El parque es uno de los más grandes de la Argentina, con más de una docena de lagos, once comunidades originarias, cuatro ambientes naturales diferenciados y del magnífico volcán Lanín.
Creado en mayo de 1937, el parque cobija 412.000 hectáreas en las ecorregiones Bosque Patagónico, Altos Andes y la estepa. Si bien su imagen más reconocida es la del volcán de 3.776 metros de altura, el área protegida abarca más de veinte lagos glaciarios, saltos, ríos y cascadas. Además, cuenta con más de ochenta sendas para recorrer en medio de bosques que tienen su mejor color en otoño, cuando es temporada baja y hay pocos turistas. Aunque visitantes llegan todo el año.
Uno de los rincones menos visitados, que atesora secretos e historias de poetas, es el extremo sudoeste, junto a la frontera con Chile. El tramo Hua Hum-Quila Quina, en concreto, se recorre en tres etapas, de entre diez y quince kilómetros cada una. Por algunos de estos caminos transitó el poeta Pablo Neruda hacia 1948.
Un punto de visita y partida es el Museo de Sitio Hua Hum, más conocido como “Castillito van Dorsser”. El edificio, inaugurado en 1936, fue la primera Comisaría de la zona y rescata parte de la historia regional. El terreno había sido donado por el inmigrante Isbrand van Dorsser, que se instaló a principios del siglo XX a orillas del lago Nonthué con su familia y se dedicó a la agricultura, la ganadería y la explotación forestal. Al pionero holandés lo siguieron familias de hacheros, carpinteros, fleteros y balseros.
Desde “El Castillito” se inicia un trekking autoguiado que sigue el camino del bosque nativo y cruza por entre riachos y arroyos cristalinos hasta desembocar en un paisaje hermoso en el lago Nonthué y siguiendo la senda marcada con cartelería de senderismo se accede a la cascada Chachin.
Pero también hay sendas históricas y culturales, como la de Los Colonos, que en solo 1,5 kilómetro se hace un recuento de los pioneros en estas tierras. Hay caminos mucho más extensos, que conectan San Martín de los Andes con Junín de los Andes y Aluminé. Las tres ciudades están adentro del Parque Nacional, conectadas por los senderos de la troncal Huella Andina, que marca con carteles celestes y blanco todo el recorrido.
Los más aventureros llegan a estas latitudes en busca del volcán Lanín, un imponente macizo con nieves eternas ubicado en jurisdicción de Junín de los Andes. Ubicado dentro del parque, se destaca en el entorno cordillerano con su figura sobresaliente de 3.776 metros sobre el nivel del mar y su pico siempre blanco, rodeado por lagos de origen glaciar y bosques de araucarias milenarias.
Su nombre en lengua mapuche es Pillañzegüñ, y existen dos versiones sobre el significado de la palabra “Lanín”: una es que proviene del mapudungún y equivale a “roca muerta”; la otra sostiene que significa “hundirse” o “nos hundimos”, debido a la dificultad para marchar por sus laderas empinadas con nieve y cenizas volcánicas. Los expertos aseguran que el ascenso por la cara norte del volcán es la excursión más accesible a nivel técnico, mientras la cara sur es más compleja, ya que sus características exigen experiencia en escalada en hielo.
Parque Nacional Los Alerces
Declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, cuenta con una extensión total de 263.000 hectáreas y alberga a los lagos Futalaufquen, Verde, Krüger, Rivadavia, Menéndez, Amutui Quimey y el río Arrayanes, entre otros.
A sólo 45 kilómetros de Esquel, entre alerces jóvenes y grandes espejos de agua, se puede encontrar una senda que nos conduce a apreciar el alerce abuelo. Tiene unos 2.600 años de antigüedad, llega a medir los 60 metros de altura y tiene un diámetro de cuatro metros. Esta senda, que se adentra en la flora típica de la región y los bosques andino-patagónicos, nos muestra todo el esplendor y la variedad de la flora y la fauna. Es acá donde el parque nacional resguarda las principales especies arbóreas como el coihue, la lenga, el ñire y el ciprés de la cordillera.
Allí existen unas 150 especies diferentes de aves: el pato de torrente, los chorlos, las bandurrias, los teros, los cauquenes, los chucaos y las gallaretas de ligas rojas. Entre los mamíferos, se destacan los zorros, los coipos, los pumas y el huemul del sur, especie protegida dentro del parque.
Experiencia para aventureros y contempladores de la naturaleza, el parque rodea al visitante de vistas panorámicas, con un sistema de espejos de agua donde es posible realizar actividades deportivas náuticas. Kayak de travesía, remo, pesca, rafting y natación son de práctica continua en los lagos Futalaufquen, Verde y Rivadavia y en el río Carrileufú, cercano a la ciudad de Cholila.
La propuesta también incluye una invitación a conectarnos con la naturaleza mediante actividades de trekking y senderos. Estas excursiones pueden ser guiadas y comprenden variados tramos, desde sencillos a dificultosos. Puerto Limonao, por ejemplo, es un trayecto de cuatro kilómetros por el bosque, entre el Lago Futalaufquen y la ruta. Una aventura que dura dos horas y es de dificultad baja.
Otro paseo diferente lo constituyen las pinturas rupestres, de antiguos pobladores, que se encuentran a dos kilómetros y medio de Villa Futalaufquen. Luego se emprende un ascenso de diez minutos hasta un mirador. La duración total es de cuarenta minutos y la dificultad es baja.
A dos kilómetros del centro de informes, se puede disfrutar la experiencia de recorrer Laguna Larga, conocida por el tamaño de las truchas marrones que se han encontrado en sus aguas. Se llega por una senda vehicular de cuatro kilómetros, ubicada fuera del parque rodeado de un ambiente sereno y con vegetación virgen.
A seis kilómetros de Villa Futalaufquen, se puede visitar la Cascada Irigoyen, un importante salto de agua rodeado de abundante y variada vegetación. El primer tramo dura quince minutos y es de dificultad baja.
Otra experiencia increíble es conocer el Lago Krugger. El paseo se inicia con una caminata ascendiente a 1500 metros, pasando Puerto Bustillo. En el recorrido se van sucediendo hermosas vistas. Luego de una bajada, se llegará a Playa Blanca, donde el turista tiene permitido acampar y prohibido hacer fuego. Para esta aventura es obligatorio comunicar a los guardaparques el horario de partida y el plan de la caminata y tener en cuenta que dura doce horas, con dificultad media.
Parque Tierra del Fuego
Al oeste de Ushuaia, se emplazan las 68.000 hectáreas del Parque Nacional Tierra del Fuego. Se extiende desde la sierra de Injoo Goiyin (o de Beauvior), al norte del lago Fagnano, hasta la costa del canal Beagle en el sur.
El paisaje es inenarrable: los altos picos recortan los valles atravesados por ríos y lagos originarios de glaciares regalando a los visitantes una postal única. Entre ñires y lengas, pueden hacerse varios recorridos entre lagunas, arroyos una imponente bahía, ante la atenta mirada de zorzales, patos vapor austral, pájaros carpinteros gigantes.
Al llegar a Ushuaia, el parque es una visita obligada. Creado en 1960, está ubicado sobre la costa del Canal Beagle, a apenas 20 kilómetros de la ciudad. Los turistas pueden optar por ingresar al parque en vehículo o abordando, unos kilómetros antes, el famoso Tren del Fin del Mundo, que emula el recorrido que efectuaban los presos del antiguo penal de Ushuaia para ir a cortar leña al bosque.
Una de las metas preferidas de los visitantes es llegar al final de la Ruta Nacional Nº3, que parte de Capital Federal y llega hasta Bahía Lapataia, en el interior del parque nacional fueguino, tras recorrer 3.079 kilómetros.
En ese sitio hay un cartel donde la gente se fotografía antes de tomar unas pasarelas que llegan hasta la costa en el único fiordo argentino del Canal Beagle. Las casi 69 mil hectáreas del parque ofrecen caminos hasta el Lago Acigami, la bahía Ensenada y el Cañadón del Toro, además de decenas de senderos que atraviesan valles y bordean ríos y lagos glaciares.
Aunque solo 2 mil hectáreas están abiertas al público porque el resto es considerado una “reserva natural estricta”, la oferta de circuitos permite acceder a puntos panorámicos desde donde es posible observar los accidentes geográficos más atractivos del litoral.
Si bien el parque cambia completamente sus paisajes en época invernal, cuando sus especies de árboles más características (como las lengas) se cubren de nieve, la época de mayor cantidad de visitas es en el verano y hasta entrado el otoño, en que las hojas de las lengas adquieren un característico y pintoresco color rojizo.
El avistaje de zorros colorados y de múltiple tipo de aves, como albatros, cauquenes y pájaros carpinteros dentro del bosque, constituye otras de las grandes atracciones de este verdadero punto extremo del planeta.