El circuito de los Valles Calchaquíes, que puede partir desde Salta capital a Cachi y desde allí ir a Cafayate, o como uno quiera recorrerlo, desborda de postales únicas: cerros y quebradas multicolores producto de movimientos geológicos, pueblos detenidos en el tiempo con sus casas de adobe y paja, costumbres de la cultura preincaica.
Viñedos de altura, ponchos tejidos a mano en el mismo escenario en el que indios y españoles lucharon cuerpo a cuerpo, arquitectura colonial y arqueología preincaica, son sólo algunos de los atractivos. Cachi, Cafayate, La Poma, San Carlos o Seclantás, son algunas de las paradas obligadas en el próximo viaje para la “Vuelta a los Valles” a través de la región forjada por la historia colonial.
CHICOANA
Chicoana, que en lengua quechua significa “pedacito de cielo escondido”, es conocido por ser el pueblo en el que los gauchos le ganaron una batalla a la corona española y todavía hoy sus habitantes mantienen sus costumbres y tradiciones. Entre casas bajitas construidas en torno de la iglesia, este sitio del Valle de Lerma y a 45 kilómetros de la capital provincial, tiene sobre su espalda un hecho que marcó su pasado: en su suelo se celebró la primera misa en territorio argentino, allá por 1536.
Los orígenes se remontan a tiempos prehispánicos y cerca de Cuzco. Los indios chicoanas, originarios del actual Perú, habían sido exiliados por el Inca hasta las afueras de Cachi, en los Valles Calchaquíes. Pero la tribu fue desplazada una segunda vez por los colonizadores españoles tras un sublevamiento. Así llegaron al pueblo, que recibió su nombre en 1659, y fueron entregados a la tutela de los jesuitas.
En la actualidad, este sitio de casas bajas y una plaza que concentra todo el ritmo de la vida cotidiana, marcada sobre todo por el cultivo de la hoja de tabaco, es un lugar especial para realizar cabalgatas por angostos caminos entre las altas plantaciones. Además, el pueblo rinde su homenaje al tabaco, que lo hace vivir el 1° de agosto el Día de San Isidro, patrón de los tabacaleros, con una fiesta provincial que incluye desfile de carrozas, concursos de almácigos, y desfiles de gauchos y máquinas agrícolas.
CUESTA DEL OBISPO
Si uno parte desde Salta rumbo a Cachi desde Salta capital, debe tomar la ruta provincial 33, con la precaución de evitarla si el clima no es bueno, sobre todo si va en auto y le tiene cierto temor al camino sinuoso y con barrancos. Más allá de eso, el camino es un paraíso de curvas, contracurvas y nudos que ascienden hasta los 2.000 metros, y ya deslumbra a pocos kilómetros de la capital provincial con la aparición de un conjunto de ruinas llamado Puerta de La Paya, que fue el primer asentamiento prehispánico de Chicoana.
El trayecto continúa hasta llegar a la Cuesta del Obispo, desde donde se obtienen increíbles vistas panorámicas de los cerros multicolores que rodean al Valle Encantado, de diversas formas de rocas rojizas esculpidas por la lluvia y la erosión eólica, y de una laguna emplazada entre prados de altura repletos de flores.
El periplo para llegar a Cachi, de a poco empieza a dejar la selva para ponerse cada vez más árido hasta arribar a La Piedra del Molino, a 3.620 metros de altura, que es una auténtica roca de moler tallada en granito dominada por pastizales de altura que varían entre el verde y el dorado según la posición del sol, que está presente casi todos los días del año.
La continuidad del recorrido obliga a parar en la Quebrada de Escoipe, que se extiende desde Chicoana hasta el pie de la Cuesta del Obispo, en una zona de vegetación selvática tapizada de helechos y donde se destacan los exuberantes nogales y laureles y las llamativas tierras rojizas.
Luego será el turno del Parque Nacional Los Cardones, un predio de 64 mil hectáreas creado en 1996 que se caracteriza por un ambiente de sierras secas con altitudes que varían entre los 2.700 y los 5.000 metros de altura y por su enormes e interminables cardos y cardones, que llegan a medir tres metros y a tener entre 250 y 300 años, rodeados de flores de amancay, marca la proximidad del final del camino.
CACHI
El trayecto, que atraviesa en forma circular los Valles Calchaquíes y el Valle de Lerma, se puede iniciar en Cachi, que se caracteriza por sus paisajes teñidos de rojo por los cultivos de hortalizas, legumbres y pimientos. El pueblo, con sus calles angostas de piedra, casas de típico estilo colonial de madera de cardón, adobe y pisos rústicos, mantiene intactas sus costumbres ancestrales, entre las que se destacan los tejidos en telar, la fabricación de cerámicas y las comidas regionales.
La Iglesia San José, frente a la plaza central y que en 1945 fue declarada Monumento Histórico Nacional, es una de las más interesantes muestras de la arquitectura colonial. El sitio arqueológico La Paya, a 12 kilómetros del centro, es otro imperdible del circuito porque en un espacio de casi seis hectáreas todavía conserva las primeras construcciones de los incas.
El museo arqueológico Pío Pablo Díaz, con miles de piezas de la cultura aborigen, es el principal atractivo de esta población rodeada de montañas de más de 5.000 metros con sus picos nevados, entre los que sobresale el Nevado de Cachi.
En torno a este pueblo calmo se pueden disfrutar de parajes de increíble belleza, como El Algarrobal, Cachi Adentro y San José. El sol es el principal protagonista, junto a un clima templado o frío, según la estación del año, y seco, que hace propicias las tierras para la producción de verduras y hortalizas, principalmente el pimiento.
Cachi también ofrece actividades como cabalgatas, senderismo, montañismo y excursiones, entre otras, y en enero se realiza el tradicional Festival de la Tradición Calchaquí, que reúne a importantes artistas folclóricos.
SECLANTÁS
Seclantás, el único pueblo del valle salteño que está del otro lado del río Calchaquí, está enclavada en el corazón de los Valles Calchaquíes, a 182 kilómetros de la ciudad de Salta y sobre la mítica ruta nacional 40.
Su “valor mágico” radica en ser el lugar donde se producen las materias primas y se teje tradicionalmente el poncho salteño. Desde hace tiempo se apostó a la puesta en valor de la producción artesanal del poncho mediante intervenciones que logren crear un museo interpretativo al aire libre, valorizándose también las singularidades del pueblo vallisto y el camino de los artesanos.
La iglesia del Cementerio es una de las más lindas de la provincia. Declarada Monumento Histórico Nacional y con un estilo arquitectónico único en los Valles Calchaquíes fue construida en 1885. Ubicada en los más alto del pueblo, desde allí el viajero tiene las mejores vistas de este pintoresco valle.
Un imperdible aquí son las Cuevas de Acsibi, unas increíbles formaciones que te hacen sentir que estás en otro planeta. Al llegar observás unos grandes muros de piedra que se convierten en una especie de un laberinto natural y a medida que avanzás, el cañón del río se estrecha y por túneles angostos llegás a estas cuevas rojizas, desde donde podés apreciar este gran regalo que la naturaleza nos dio.
La Laguna de Brealito, un espejo natural de agua producto de un deslizamiento de rocas que formó un dique hace unos 3.000 años, es un lugar ideal para la pesca deportiva ubicado a 22 kilómetros de Seclantás, en cuyas cercanías también se pueden ver algunas pinturas rupestres.
LOS MOLINOS
En la continuidad del circuito de los Valles Calchaquíes, Los Molinos, es otra parada obligatoria. Se encuentra frente a la confluencia de los ríos Luracatao y Amaicha, que se reúnen y forman el rojizo río Molinos. No tiene acceso directo por la Ruta 40, sino que hay que desviarse unos kilómetros, lo que permite apreciar a lo lejos una linda postal del pueblo, en la que se recorta la silueta amarilla de la iglesia sobre el verde valle.
Se trata de un pueblo serrano cuyos atractivos más importantes son su antigua iglesia, que guarda los restos momificados del último gobernador realista de Salta, Nicolás Severo de Isasmendi, la Reserva de vicuñas y Asociación de Artesanos San Pedro Nolasco y el centro de interpretación Indalecio Gómez.
En este camino no falta una ruta del vino con cepas de malbec y torrontés. Los nombres de algunas bodegas que se destacan son Isasmendi, Durand y Miraluna. Pero hacia el sur, rumbo al pueblo de Molinos, sobresalen dos fincas alejadas de la ruta 40 y que merecen ser visitadas: Tacuil y Colomé.
El tramo que va entre Molinos y Cafayate se caracteriza por la espectacularidad de sus formaciones rocosas, entre las que se destacan las quebradas de las Conchas y las Flechas.
La primera es un profundo cañón de areniscas multicolores erosionadas por el viento y el agua durante millones de años que supera los 1.500 metros de profundidad por donde corre el río Las Conchas. La de las Flechas, en tanto, es una formación de rocas puntiagudas inclinadas que forman desfiladeros con paredes de 20 metros de altura que constituyen uno de los puntos turísticos más atractivos de la Ruta 40.
CAFAYATE
Reino del vino Torrontés, de las cascadas del río Colorado y de las extrañas montañas, Cafayate conserva su arquitectura colonial y donde el legado de los diaguitas puede verse por doquier plasmado en pinturas rupestres.
Además de contar con un Museo de la Vid y del Vino, en la ciudad hay ferias y talleres, con artesanías típicas de alfarería, plata y telares. Su plaza cuadrangular, dividida en ocho sectores poblados de flores y arboledas, ofrece la imagen de un clásico y pintoresco centro pueblerino. Frente a ella, el mercado artesanal exhibe diseños en telar, platería, alfarería, madera y cerámica. La catedral Nuestra Señora del Rosario, de estilo poscolonial y fachada plana y que data de 1885, es la única del país que cuenta con cinco naves.
El museo Regional y Arqueológico Rodolfo Bravo, que cuenta con más de mil piezas arqueológicas que dan testimonio de los orígenes de la zona y el Mercado Artesanal, completan los atractivos urbanos. A 6 km de este poblado, en tanto, se ubica una reliquia cafayateña, el Molino jesuítico, que con 350 años de antigüedad sigue moliendo hasta 200 kilos de sémola o harina de maíz por vez. Su estructura, que antes era de madera, pasó a ser de hierro.
Otros de los atractivos es el río Colorado con sus cascadas de aguas cristalinas que caen estrepitosamente sobre un marco de rocas y vegetación de un intenso color verde. Afirman los lugareños que existen caídas de más de 100 metros, difíciles de ver, dado que se ubican en zonas inaccesibles. Cerca de la primera cascada se encuentra El Divisadero, territorio de los antiguos asentamientos diaguitas, donde se pueden apreciar sus pinturas. El lugar cuenta con un camping emplazado en medio de cautivantes paisajes.