martes, 23 abril, 2024
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Egipto, entre pirámides y faraones

Tierra de contrastes como pocas, Egipto sorprende con hermosos paisajes desérticos dotados del esplendor que les otorga el inagotable río Nilo, con mezquitas y mercados, con historia de faraones y con las siempre promocionadas pirámides. Pero todo ese abanico de maravillas choca con un país que siempre está en alerta.

Pese a atravesar convulsiones políticas en los últimos años, Egipto, con casi 100 millones de habitantes, atrae a los visitantes ofreciéndoles un viaje al pasado gracias a sus majestuosos templos y maravillas de la antigüedad conservadas a la perfección. La aventura por estas tierras se mezcla a la perfección con una rica cultura, lo místico y una historia de 5 mil años, bien documentada, y que comenzó con sus primeros habitantes estableciéndose en las riberas del Nilo, huyendo del feroz desierto.

Cuenta la historia que en el país existían dos reinos, el Alto y el Bajo Egipto, que fueron unificados hacia el 3100 a. C. gracias a la mano invasiva del rey Menes. Con él se inició un periodo histórico y la primera de las treinta dinastías que gobernaron el territorio hasta la conquista del rey persa Artajerjes. Durante el Imperio Antiguo (del 2635 al 2155 a. C.), una época dorada, se construyeron las Pirámides de Giza.

El Cairo, la “Madre del Mundo” como la llamaron desde la Antigüedad, es la capital del país. Esta ciudad de 20 millones de habitantes, con un caos organizado, es sencillamente monocroma. Su marrón “arena del desierto” se mezcla con la agobiante polución y el “mar de autos” que surca las calles. Los carriles prácticamente no existen y son marcados por la distancia mínima para que dos vehículos no colisionen. Tampoco hay giros prohibidos; es una especie de “todo vale”.

Muchas de las calles se ven repletas de gente que viene y va, mientras vendedores ambulantes improvisan ventas donde sea y llaman a los gritos a los potenciales consumidores. Los egipcios son embaucadores por naturaleza y por necesidad (hay casi 30 millones de pobres, con ingresos por debajo de los 54 dólares mensuales). Papiros, figuritas de alabastro y demás souvenirs aparecen delante de la vista del extranjero, obligándole a detener su paso. En las calles más tranquilas se arman ferias de frutas y verduras. La moneda corriente, siempre, en la negociación constante, que muchas veces puede resultar agobiante.

Un sitio que se ve repleto de viajeros es el Museo Egipcio de El Cairo, con sus más de cien salas con tesoros fascinantes, desde deslumbrantes joyas de oro hasta ropa interior de Tutankamón. También uno se puede cruzar con momias de los más grandes faraones y sus mascotas preferidas, o bien con un papiro de 4.500 años.

Pero sin duda el punto máximo de todo itinerario y que cautiva más flashes está a situado en la meseta de Giza, a 20 kilómetros de la ciudad, y a la que es recomendable llegar con un tour. Se trata de las Pirámides y la Esfinge. Durante casi 4000 años, su insólita figura, impecable geometría y descomunal tamaño siempre han llevado a preguntarse cómo se construyeron y por qué. Siglos de investigación dieron por tierra la teoría extraterrestre que algunos se animaban a trazar; estas tumbas colosales las construyeron cuadrillas formadas por decenas de miles de trabajadores por orden de los faraones. Las pirámides principales son tres: Keops, Kefrén y Micerinos. La primera de ellas es la más grande y famosa, con 140 metros de altura y 230 metros de base (casi 1 kilómetros de perímetro). En un principio, todas tuvieron un revestimiento de caliza blanca, pero tras un terremoto se empezaron a usar estas piedras para la construcción de edificios en El Cairo. Actualmente se puede ver parte del revestimiento en la parte superior de la pirámide de Kefrén. La otra atracción es la Gran Esfinge de Giza. En época de la dinastía IV, se esculpió en la meseta ese increíble monumento. Se atribuye al rey Kefrén, aunque algunos autores creen que es obra del faraón Keops, artífice de la Gran Pirámide.

Otro de los principales puntos de interés de la necrópolis es el Museo de la Barca Solar. Con los restos de una gran barca desmontada encontrados cerca de la Pirámide de Keops, se reconstruyó el navío original. Fabricado en madera de cedro del Líbano, tiene más de 43 metros de eslora, más de cinco metros de manga y 1,5 metro de calado. Lo asombroso es que, debido a sus características, se cree que se le dio uso real y por ello permitió un amplio conocimiento sobre los avances en navegación de los egipcios.

El Cairo histórico, con esa tonalidad amarronada en sus construcciones. (Archivo)

Templos y valles

Con la mayor concentración de monumentos antiguos del país, Luxor (a 700 km de El Cairo) recompensa al visitante, que puede pasar días atravesando las salas con columnas de los grandes templos situados en la orilla este del río Nilo, como el Ramesseum, o bajando a las tumbas de los faraones del Valle de los Reyes, en la ribera oeste. Y si bien junto a la ciudad de Asuán, conocida por el complejo de templos de Abu Simbel, esperan que los viajeros retomen como en otros tiempos, esta merma en turistas puede ser beneficioso para recorrer sus palacios evitando el abarrotamiento de público.

El Templo de Luxor, descubierto en 1884, es el testimonio vivo de la historia de esta nación, desde la dinastía XVIII del Antiguo Egipto hasta el siglo XIV d. C., cuando se construyó una mezquita en el complejo para conmemorar a Abu Al-Haggag, responsable de la islamización de Luxor. Muchos faraones tuvieron un papel importante en la construcción de este templo a lo largo de los años, como Tutankamón, Hatshepsut, Ramsés II y Amenhotep III. Los romanos y posteriormente los cristianos también tuvieron su influencia. El templo de Luxor, construido entre el 1400 y 1000 a. C., posee una profusa riqueza en crónicas del pasado, como descripciones de la batalla de Kadesh, relatos sobre el festival de Opet, la historia sobre cómo la madre de Amenhotep III fue fecundada por un dios y otras historias de las hazañas de los faraones en los pilares, obeliscos y muros de los templos.

A tres kilómetros está la otra maravilla del lugar: el Templo de Karnak, el más grande de Egipto y del que aún hoy se siguen encontrando restos. Probablemente lo más espectacular del templo sea su sala hipóstila: con más de 5 mil metros cuadrados contiene 134 columnas, de las que las 12 centrales son más anchas y elevaban el techo, ahora destruido, a 23 metros de altura. En la entrada del templo se pueden ver 40 esfinges con cabeza de carnero. Es el comienzo de la Avenida de las Esfinges que llegaba hasta el Templo de Luxor y hasta el Nilo.

En las cercanías de Luxor está el Valle de los Reyes, la necrópolis de Egipto donde se encuentran inhumados muchos de los faraones del Imperio Nuevo y donde se descubrió la tumba de Tutankamón, el “faraón niño”, con su máscara dorada, su momia, su ajuar funerario y sus conservadísimas pinturas. El precio de la entrada (5 dólares) incluye la visita a tres de las 63 tumbas del lugar, menos la de Tutankamón, para la que es preciso pagar una entrada adicional (6 dólares). Vale la pena si uno llega hasta allí. 

También merece un recorrido el Valle de las Reinas, la necrópolis donde se encuentran enterradas las princesas y esposas de los faraones del Imperio Nuevo, así como los cuerpos de algunos príncipes. Con algo más de cien años desde su descubrimiento, en este sitio se hallaron unas sesenta tumbas, aunque actualmente hay muy pocas abiertas al público. La más famosa es la de Nefertari, construida en el año 1290 a.C. por orden de Ramsés II para su esposa predilecta. Tiene una profundidad de 27 metros y por el momento está cerrada.

Luxor, testimonio vivo de la historia.

Hacia el interior

El encanto de Alejandría, segundo centro urbano más importante y ubicado al norte del país, radica en su espíritu mediterráneo, sazonado por su rica historia, que arranca en 332 a. C., año en que Alejandro Magno la fundó. Sin embargo, quedan pocos rastros de las civilizaciones egipcia, griega, romana y judía, que pasaron por esta metrópoli del mundo antiguo. Algunas ruinas y tumbas salpican el paseo principal de Alejandría, que es La Corniche, una costanera de 25 km, que va desde la Fortaleza Qaitbay (construida en 1480) hasta la estación de trenes.

Si bien la ciudad de 4 millones de habitantes puede quedar fuera de un itinerario egipcio si es que no contamos con muchos días en el país, en caso de ser visitada, un imperdible es su biblioteca, donde se supieron guardar casi un millón de libros. También sus playas, sus costumbres religiosas observables en la mezquita Al-Mursi Abu al-Abbas, del siglo XVIII, y la calidez de su gente son atractivos a tener en cuenta.

Sharm el-Sheij, en tanto, es una ciudad de Egipto situada en la península del Sinaí, en la costa del Mar Rojo. Comenzó siendo un pequeño pueblo pesquero, luego se convirtió en una base naval egipcia, y hoy vive del turismo. La zona más animada es Naama Bay, repleta de restaurantes, terracitas y espectáculos musicales.

Siempre en la península, el monte Sinaí es el más sagrado de la región. Lugar de peregrinación para judíos, cristianos y musulmanes, su cima ofrece el espléndido espectáculo de la luz inundando el mar de cumbres circundantes. A sus pies se alza el monasterio de Santa Caterina; y sus robustas murallas bizantinas ocupan el lugar donde se cree que Moisés presenció el episodio bíblico de la zarza ardiente. Y hacia el extremo sur del Sinaí, está la tranquila ciudad de Dahad, ideal para zambullirse en su famoso mundo submarino, organizar una entretenida ventura por el desierto o simplemente sucumbir al placer de no hacer nada durante unos días.

Pero en la península no hay que olvidarse de las aguas del valle Wishawash, ubicadas en el desierto cerca de Nuweiba, ciudad costera del Mar Rojo, a 500 km al este de El Cairo. En una parte de esta árida zona de pueden encontrar ojos de agua donde los turistas, luego de una caminata y de ascensos a pequeñas elevaciones pueden disfrutar de este atractivo en pleno desierto. Nuweiba, que significa “fuentes que burbujean”, está rodeada por parques nacionales y otros destinos como la isla Pharos y el área protegida de Nabq, famosa por su vida silvestre llena de animales, raros roedores y reptiles, y un montón de aves migratorias utilizan los árboles de mangle para hacer sus nidos.

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