viernes, 26 julio, 2024
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Rastreando los pasos latinos del Che

Desde su niñez en Alta Gracia, en Córdoba, su viaje a Cuba para ser parte de la Revolución de los Castro hasta su trágico final en Bolivia, Ernestro Guevara de la Serna dejó marcas en cada uno de los lugares por los que pasó. Museos, monumentos y diversos objetos lo recuerdan hoy a más de 50 años de su asesinato.

ARGENTINA

Situada en el corazón del Valle de Paravachasca, a los pies de las sierras chicas, se encuentra la ciudad de Alta Gracia, donde vivió durante once años Ernesto Guevara de la Serna, lugar elegido por su familia para suavizar los efectos del asma que lo aquejaba.

Esta región rodeada de bellos paisajes y con muchas actividades para los aventureros como lo son el mountain bike, la cabalgata o la pesca en el dique artificial El Tajamar, tiene sitios para acercarse a la historia y disfrutar de la arquitectura como la Iglesia Parroquial de estilo barroco, el edificio del reloj público y el Museo nacional Estancia Jesuítica y Casa del Virrey Liniers. Pero sin duda que la mayor parte de la gente que llega hasta allí, se siente atraído por la Casa Museo del Che Guevara, ubicado en el barrio Carlos Pellegrini.

El museo dedicado al hombre nacido en Rosario en 1928, fue inaugurado en 2001 y en sus salas es posible observar fotos de niño de él y su familia, descubrir sus inquietudes adolescentes y conocer algunos de sus objetos personales como la bicicleta original con la que realizó su primer viaje a Latinoamérica y una moto del mismo modelo que la que utilizó para su segundo viaje. También están algunos de los libros que despertaron el interés del joven que, años después, participara de la Revolución cubana junto a Fidel y Raúl Castro. Algunos de ellos son El Corsario Negro o Cinco semanas en globo de la mítica serie Robin Hood.

En las diez salas en las que se exhiben correspondencia, documentación y muebles que se usaron en la casa, están además los cuadernos del hincha de Rosario Central en los que contó su viaje iniciático por América con su amigo Alberto Granado, y que fue retratado en el bellísimo filme Diarios de Motocicleta. Comenzó el 29 de diciembre de 1951 en una moto Norton de 500 cc, bautizada La Poderosa II. “Ese vagar sin rumbo por nuestra mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí”, reza la frase en el museo que resume el sentimiento de Guevara.

Santa Clara y las huellas del Che. (@deviajevoy)

BOLIVIA

Otra de las rutas del Che está en Bolivia. La repercusión internacional de la campaña dirigida por Guevara desde 1966 a 1967, ha generado amplio interés en conocer los lugares donde las batallas guerrilleras tuvieron lugar. Una visita común para los turistas en el vecino país suele ser Santa Cruz. Desde allí se deben recorrer unos 240 kilómetros y llegar hasta Vallegrande, una ciudad colonial, apacible, de clima agradable y rodeada de sierras. 

Un sitio para visitar es la lavandería del Hospital local, adonde fue trasladado su cadáver después de su ejecución en La Higuera. Otro atractivo importante es la pista de aterrizaje, lugar donde estuvieron enterrados los restos del Che y alguno de sus compañeros. La tumba fue un secreto por treinta años, hasta que un alto jefe militar en 1997 confesó el sitio exacto del entierro de los guerrilleros. Hoy existe allí un mausoleo en homenaje a los revolucionarios caídos. Otro punto es el museo municipal dedicado al rosarino, donde hay objetos y testimonios de esa época.

Siguiendo unos kilómetros más se llega hasta La Higuera, el otro poblado importante relacionado con Guevara en Bolivia, y donde funcionaba la escuela en la que fue ejecutado el 9 de octubre de 1967 por militares. Este pequeño caserío se mantiene con características similares a las que se encontró el Che cuando fue herido y tomado prisionero. En la escuela donde fue ejecutado en la actualidad funciona un museo en su memoria, pero por todo el pueblo hay inscripciones, monumentos y homenajes.

Sin duda, La Higuera conserva una atmósfera especial que recuerda los años de las luchas cuerpo a cuerpo en Latinoamérica. Desde este poblado se pueden realizar diferentes caminatas por rutas que anduvo el Che, llegando inclusive a la famosa Quebrada del Yuro, donde cayó prisionero.

El Che siempre dice presente en La Higuera. (Archivo)

CUBA

Cuando en 1955 el Che Guevara conoció en México a los hermanos Castro, nada volvería ser lo mismo para el argentino. Su paso por Cuba dejó innumerables marcas, ya sea en La Habana o en el interior de la isla. Entre los sitios de la capital, se destaca el antiguo palacio presidencial, la que era la casa de gobierno por donde pasaron 21 presidentes antes de la Revolución Cubana, y que hoy es un museo impregnado con huellas de la historia. Allí pueden encontrarse muchos elementos relacionados con Guevara.

Alejándose del casco histórico está la mítica Plaza de la Revolución, una de las más grandes del mundo y en donde reúne al pueblo en marchas multitudinarias todos los 1º de mayo. Allí uno se puede sacar la tradicional foto junto a la gigante figura del Che. Cerca de la plaza, el viajero puede pasar por la última casa del rosarino, donde en la actualidad funciona el Centro de Estudios Che Guevara, una institución que investiga y divulga su vida, obra y pensamiento.

Pero sin duda que el interior cubano nos tiene guardado lo mejor del Che. Se trata de Santa Clara, una ciudad tranquila, con poco para visitar, pero donde descansan sus restos y está el memorial, que atrae a miles de turistas cada día. La historia cuenta que el médico interceptó con un grupo minoritario de guerrilleros a fines de 1958 un tren con soldados del dictador Fulgencio Batista. Horas después de la toma de Santa Clara, Batista huiría del país.

Cuando se hallaron en 1997 los restos del Che, 30 años después de su muerte en Bolivia, fueron trasladados hasta esta ciudad y el memorial fue convertido en el actual mausoleo. Allí, debajo de una espectacular estatua de José de Lázaro Bencomo, con la famosa inscripción “Hasta la Victoria siempre”, se halla un museo lleno de efectos personales del Che: ropa, cartas, diarios, fotografías, fusiles M-1 y M-2, inhaladores con los que controlaba su asma y hasta una réplica del título de médico de la UBA. En este lugar no se permiten tomar fotos. En la ciudad también vale la pena visitar el tren acorazado y descarrilado por los rebeldes, hoy convertido en museo.

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