El 30% de quienes viajan por Argentina tiene como motivación principal conocer la gastronomía del destino, de acuerdo a diferentes encuestas del sector turístico. Los números son contundentes: se ha convertido en un motor de todas las regiones. Y si no es la primera medida para decidir un viaje, es la segunda.
En ese sentido, el patrimonio gastronómico de la provincia de Córdoba es rico y variado. Esas manifestaciones están presentes en cada rincón del territorio provincial y se posicionan cada vez con más fuerza como factores de atracción turística. Así las cosas, la comida típica de un destino se convierte en un atractivo más.
Todas están bien diferenciadas de acuerdo a las regiones y paisajes en los que se produce la experiencia. Hace años que la mayoría de los festivales, patronales o fiestas regionales tiene a la gastronomía como protagonista, pero ahora la experiencia es más sofisticada y apunta al descubrimiento.
La provincia sugiere diferentes rutas gastronómicas partiendo de la base de considerar a los alimentos regionales como parte del patrimonio cultural inmaterial. Desde los famosos quesos y salames de Colonia Caroya, pasando por el clásico chivito o los sabrosos y típicos alfajores.
En el marco imponente de las Sierras Grandes, encontramos los sabores inconfundibles que distinguen al valle de Traslasierra y al Noroeste cordobés. Por esta zona se hallan excelentes productores de aceite de oliva, licores artesanales y miel. Además, se pueden degustar mermeladas de frutos orgánicos, infusiones de hierbas serranas y el clásico pan casero con chicharrón acompañado de un rico mate con peperina. ¿Otros productos para probar? Los quesos de cabra y los dulces de leche caseros son un lujo para el paladar.
Dedicada históricamente al cultivo de frutas, vid y a la elaboración de embutidos, el Norte y las Sierras Chicas presenta un mundo de sabores tan variados como el colorido de sus paisajes. Los platos autóctonos norteños, como la humita, locro, empanadas y la carne a la bandeja, se complementan con hierbas aromáticas, miel y licores. Entre los productos que se destacan está el vino, el salame, el queso de campo, las conservas de caza, el azafrán y el quesillo de cabra. También, se suma la algarroba y el mistol, las truchas con crema y los hongos de pino, protagonistas en cualquier plato gourmet.
El Valle de Punilla y su diversidad culinaria ofrecen variadas opciones para el paladar. Se destacan los típicos alfajores cordobeses, la producción de miel y sus derivados (hidromiel, polen, caramelos), y los dulces de frutas caseros.
En la denominada región de los Grandes Lagos, se pueden degustar, desde las tradicionales parrilladas, empanadas y cabritos serranos a la llama, hasta sofisticados platos de pejerrey y trucha. Mientras que en el noreste provincial, la región de Ansenuza alberga a la reconocida laguna Mar Chiquita y allí se destaca el pejerrey, que se puede comer en sus diversas variantes: a la romana, al champiñón, al queso azul o napolitano.