Son pueblos de espadas. De esos lugares que uno, en algún momento de la vida, fantasea con vivir. Para escapar del ruido, del movimiento, de cierta locura que existe en ciudades más grandes. Pero además son poblados con compromiso con la innovación y la sostenibilidad en todas sus vertientes: económica, social y ambiental. Los hay en todo el mundo, aunque en España se encuentran a cada paso.
RUPIT
Ubicado en el corazón de Cataluña, el pueblo medieval de Rupit tiene todo para ser considerado un pueblo de cuento. A una hora y media de Barcelona, cuenta con unos 300 habitantes, pero recibe cada año más de 150.000 visitantes, que buscan sus calles empedradas y sus casas rústicas de los siglos XVI y XVII para viajar en el tiempo.
Calles y casas de 500 años abrazadas a las peñas que bordean la riera sobre la que se asienta, hacen de Rupit una villa cautivadora. Su encanto arranca, salvando el puente colgante sobre la riera, icono del pueblo desde hace 75 años. Da acceso al entramado de callejuelas empedradas y escalonadas. Los pasos llevan solos en dirección a la plaza dels Cavallers y las ruinas del castillo, epicentro y origen del lugar. Y, a un paso te toparás con el empinado y vetusto empedrado de la calle del Fossar, el antiguo cementerio de la villa, una de las postales clásicas.
En la calle principal, se agrupan pequeños comercios de delicatessen y productos típicos de la zona, además de restaurantes y pastelerías con dulces típicos. En este paseo el viajero se cruza con su Plaza mayor, el restaurante Can Sallent y la iglesia parroquial de Sant Miquel, cuyos orígenes son del siglo XIII pero cuya fisonomía actual es barroca. Todo imperdible.
Rupit tiene tantos senderos y posibles excursiones que costará elegir una. Pero hay algunos que son los más tradicionales y uno debe recorrerlos. Como la caminata hacia la ermita de Santa Magdalena, del 1660. O aquella que lleva al salto de agua de Sallent, un sendero de más dificultad. En este camino, de una hora de recorrido aproximadamente, se atraviesan bonitos bosques. Al final, la recompensa: unas magníficas vistas de toda la comarca de Collsacabra.
ALQUÉZAR
A los pies de la Sierra de Guara, en plena Comarca de Somontano de Barbastro a orillas del cañón del río Vero, se levanta Alquézar, una villa medieval cuya arquitectura de color arenisco contrasta con el verde de la montaña otorgando al conjunto una magia irreal digna de cualquier novela fantástica. Declarada conjunto histórico-artístico, este poblado en el Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara (Huesca), traslada al turista muchos siglos atrás.
El destino de montañeros y amantes del barranquismo de antaño se ha convertido en el último lustro en una de las villas más visitadas. Un paseo por sus calles empedradas invita a viajar en el tiempo recorriendo sus pintorescos rincones.
Entre sus monumentos destaca la colegiata de Santa María que se asienta sobre una antigua fortaleza islámica, de la que se conservan las murallas y las torres. En el siglo XI se edificó una iglesia románica de la que queda parte del claustro y cuyas paredes están decoradas con pinturas al fresco de los siglos XIV al XVIII. Se trata del único claustro en Aragón que se conserva enteramente pintado. La iglesia que queda hoy es del siglo XVI.
Otros lugares que bien merecen una visita son su plaza Mayor, el Museo Etnológico Casa Fabián, ubicado en una típica casa del Somontano del siglo XVII, y la ermita de Nuestra Señora de las Nieves. Y para obtener la mejor panorámica del pueblo lo mejor es acercarse al mirador “Sonrisa del Viento”.
GUADALUPE
Situada en la provincia de Cáceres, concretamente, en la mancomunidad de Villuercas-Ibores-Jara y el partido judicial de Logrosán, Guadalupe es lugar de peregrinaje gracias a su monasterio y su popular virgen morena. Su arquitectura, su centro empedrado, su parador, su belén gigante y, por supuesto, su famosa morcilla picante también logran sorprender a los visitantes que llegan a este rincón de España.
Declarado Patrimonio de la Humanidad, el Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, levantado en 1340 por Alfonso XI de Castilla, es su monumento más importante. La construcción tiene elementos mudéjares, góticos, renacentistas y barrocos. No hay que perderse la iglesia de Nuestra Señora y su bellísimo retablo, el claustro mudéjar con su templete, la sala capitular y la capilla de San Jerónimo, con pinturas de Zurbarán.
Luego hay que dedicarle su tiempo al casco histórico de los siglos XIV-XVI, lo que permite al visitante contemplar la típica arquitectura serrana con sus balcones y soportales. La plaza de Santa María de Guadalupe, en la que se conserva una pila bautismal original del monasterio, la plazuela y la fuente de los Tres Chorros, con su fuente del siglo XV, el Colegio de Infantes o de Gramática, que hoy es el Parador Nacional de Turismo, la iglesia barroca de la Santa Trinidad, además de los cinco arcos medievales que se reparten por sus dos murallas, y la Antigua Judería son otras paradas en una ruta por este bello pueblo.