Los faros, esos lugares solitarios pero que marcan caminos, despiertan siempre el interés de los viajeros. Guardianes incasables de los marineros, a lo largo de más de 4700 km de costa argentina, hay 64 de estas señales, muchos de los cuales son elegidos por los turistas para subirse, sacarse fotos y contemplar la inmensidad del agua en silencio.
Desde el mar o desde la tierra, los faros pueden conocerse tanto de noche con sus destellos de luz, como de día, donde uno aprecia su arquitectura, colores y formas. Altos, bajos o hasta cuadrados, los hay de diferentes materiales, ya sea de metal e incluso de adobe. Y si bien la mayor parte es testigo de una rica historia nacional, sólo una docena en la actualidad está habitado por personal de la Armada.
La provincia de Buenos Aires concentra unos diez faros desde San Clemente hasta El Rincón, que marca la entrada del Puerto Belgrano y a Bahía Blanca. Al norte, el Faro San Antonio, emplazado en la ribera del partido de General Lavalle, debe su denominación se debe al cabo del mismo nombre, que fue bautizado por la expedición de Magallanes en el siglo XVI. Cuenta con un moderno elevador panorámico, a través del cual se puede apreciar el magnífico paisaje que lo rodea, y en la cima una garita de vidrio con ventanillas rectangulares.
Otro muy visitado es el de Punta Médanos, en el Partido de la Costa, con sus 298 escalones y casi 60 metros de altura. Cuenta con una torre metálica tronco piramidal ubicada a 500 metros de la línea de mareas altas y funciona con electricidad. El faro lo hizo la misma firma que construyó la Torre Eiffel, símbolo de París por excelencia. Fue la Barbier, Bénard & Turenne, y envió las piezas de metal en cajas.
Más al sur, en el partido de Villa Gesell, se encuentra el faro Querandí -visible a 18,1 millas de la costa- que se eleva 65 metros sobre el nivel del mar, y es el hogar de los torreros que allí trabajan. Rodeados de un abismo de pampa y salitrales, viven tres marinos que lo custodian durante 15 días, mientras esperan, solo si las lluvias lo permiten, que llegue un relevo.
Uno bien popular entre los viajeros es el de Punta Mogotes, situado al sur de Mar del Plata y que data de 1891. En su libro de visitas, Jorge Luis Borges, supo escribir: “El faro es la mirada de la civilización sobre los hijos suyos esparcidos por el océano. Si el hombre mide en pequeñez por la altura de sus monumentos, es grandioso”.
Dos de los faros más conocidos por quienes visitan las playas argentinas, son el de Quequén, sobre la costa de Necochea, con su torre de 34 metros de altura, ocho ventanas de bronce y 163 escalones; y el de Claromecó, en el partido de Tres Arroyos, que fue puesto en servicio en 1922 con la finalidad de evitar que las naves se aproximen a los bancos arenosos típicos de la zona.
A unos 60 kilómetros de Punta Alta, se destaca el faro Recalada, inaugurado en 1906. Presenta una torre tubular montada sobre una torre metálica de 67 metros de altura y es el faro de estructura abierta más alto de Sudamérica.
Hacia el sur
Luego de atravesar la Bahía San Blas, es posible visitar el faro Segunda Barranca, de 1914, cuyo nombre deviene del accidente geográfico sobre el que está emplazado. Su estructura consta de un tubo central blanco y negro rodeado por patas de menor diámetro, dispuestas en forma hexagonal.
Ya en la costa patagónica, el faro Río Negro, de 1887, es conocido por ser el primero que se construyó en el sur del país, y que se edificó con paredes blancas de cemento, destacándose de esta forma en el medio del paisaje agreste característico de las zonas aledañas a Viedma. A sus pies, el acantilado es el sitio donde anida la mayor colonia de loros barranqueros del mundo.
Por su parte, el faro Punta Delgada es uno de los atractivos turísticos de la Península Valdés, donde en sus inicios funcionó la Escuela de Guardafaros y en sus inmediaciones se encuentra emplazada una de las colonias de elefantes marinos más importantes de la Patagonia. Y siguiendo la línea de la costa, hay uno cuadrado: es el San Jorge, en las afueras de Comodoro Rivadavia, Chubut. El primero en tomar esta forma, dicen, que está en Pillar Rock, la costa de Holy Island en Escocia. En el caso del argentino, data de 1925 y tiene 27 metros de alto.
Santa Cruz cuenta con los faros Cabo Blanco y Cabo Vírgenes, ubicados sobre altos acantilados. El primero data de 1917 y tanto el piso de la torre como el de la sala de guardia está construido en chapas de hierro labrada con puerta de roble con umbral de mármol. Es llamado así porque hay un peñasco sobre el mar teñido de blanco por el efecto del guano que durante cientos de años generó la colonia de cormoranes de este lugar desolado.
Mientras que Cabo Vírgenes es un centro de observación meteorológica que recoge y transmite los datos obtenidos para la boca oriental del Estrecho de Magallanes. Además, la casona centenaria del farero, con piso de pinotea, alberga un museo donde se relata la vida de los primeros pobladores y hasta hay restos arqueológicos de un trabajo que realizaron investigadores universitarios para conocer la historia de aquel primer grupo humano que quedó varado allí, luego de un naufragio.