Levantada sobre un pintoresco paisaje serrano, en el centro de la provincia de Catamarca y a la vera del río que repite su nombre, la ciudad de Belén seduce al turismo desde su territorio, cubierto en gran parte por cordones montañosos, y conformado por profundas y magníficas quebradas.
Con alrededor de 30 mil habitantes, está rodeada de valles fértiles donde se cultiva la nuez, la uva y el anís, mientras su fauna se constituye por vicuñas y llamas. Pero sobre todas las cosas, hay un atractivo que se repite en cada calle del pueblo: las variedades de artesanías, principalmente del tejido, que hacen conocido al lugar como la “Cuna del Poncho”. También sobresalen en esta región las bodegas de vinos que invitan a deleitarse con sus sabores, y la explotación minera de Farallón Negro, desde donde se extrae oro y plata como minerales de mayor importancia.
Belén es el más antiguo de los territorios de la actual provincia, y la llegada de los Incas data del año 1480. La actual villa fue fundada el 20 de diciembre de 1681 y su nombre fue en honor a la patrona del pueblo: “La Virgen de Belén”.
La zona, comprendida por la puna, valles y quebradas, albergó culturas que se relacionaban a partir del intercambio de productos. Las lanas y carnes de llama que poseían los pastores puneños eran comercializadas por los pobladores de las zonas más bajas, que tenían maíz, algarrobo y chañar. La fluida circulación de productos habilitó diferentes caracteres culturales que los arqueólogos diferencian a través de los estilos cerámicos.
En el departamento de Belén se puede realizar un recorrido de sur a norte, con la posibilidad de iniciarlo en El Shincal, vecino a la localidad de Londres, considerado la capital de una provincia construida y habitada por los Incas entre 1470 y 1536. Es un parque arqueológico ubicado a 25 kilómetros de Belén, y se transformó en uno de los principales atractivos de la zona.

Las ruinas de El Shincal, desarrolladas sobre un terreno desigual a 1.240 metros de altura y con una extensión aproximada de un kilómetro cuadrado, deben su nombre a una espesa vegetación característica de la zona llamada Shinqui. El terreno en el que se halla emplazado, de 24 hectáreas de superficie, es un pequeño y escabroso valle de la precordillera que antecede a los Andes en el sector llamado Sierra de Quimivil, por donde corre un arroyo estacionalmente seco.
El predio cuenta con un centro de interpretación y museo en el cual se exhiben elementos correspondientes a la Cultura Belén, que tuvo una fuerte influencia inca. El Shincal cuenta con una plaza central con un ushnu, que es un pequeño montículo piramidal que simboliza el poder incaico, y un centenar de edificaciones tales como diversos depósitos, llamados kollkas y tampus. Además, tiene una especie de cuartel con viviendas de paredes de piedras, llamadas pirca, del tipo kallanka, que son pabellones rectangulares.
Salgo a caminar
Entre sus calles de tierra, en el pueblo hay que visitar el monumento a Nuestra Señora de Belén, de 1979, que está en el cerro a unos 200 metros de altura, y ofrece una vista completa del pueblo. Su imagen está en la iglesia frente a la plaza, que se inauguró en 1907, con frente de ladrillos y un interior de arcadas, blanco nieve. Es el principal punto de encuentro del devocionario popular, y en su museo sacro se exhiben imágenes y elementos litúrgicos propios del Santuario desde la fecha de su fundación, además de algunos donados por la comunidad.
Al frente está el Paseo Artesanal, con puestos que representan la diversidad de oferta de la zona en tejidos, cerámicas, maderas y dulces. Muy cerca, el museo Cóndor Huasi cuenta con una completa colección de 3000 piezas de cerámica, hueso, piedra y metal de las culturas Ciénaga, Cóndor Huasi, Aguada y Belén. Este sitio es, sin duda, un reservorio arqueológico que abarca aproximadamente desde el año 1000 hasta las manifestaciones de la conquista incaica y la posterior irrupción española 500 años atrás.

A tan solo 12 kilómetros hacia el norte, por la famosa ruta 40 se encuentra un encantador lugar llamado “Puerta de San José”. Sus cerros de distintos colores, el verde de los nogales y álamos, sus aromas, y sobre todo mucha historia por descubrir confluyen en este lugar que en verano tiene aguas cristalinas del Río Agua Clara para disfrutar. Con una población de 1800 personas, es un sitio ideal para el descanso y las actividades de montaña, ya que ofrece un circuito arqueológico y artesanal inolvidable.
A 60 kilómetros al norte de Belén está Hualfin, tierra del bravo Cacique Chelemin y sus hualfines (pueblo originario diaguita). El significado de su nombre es “Pueblo rodeado de Fortificaciones”, en referencia a la presencia de importantes yacimientos arqueológicos de gran relevancia cultural y arqueológica. Paisaje árido, tierras coloradas y un curioso cementerio multicolor al lado de la ruta dan la bienvenida al lugar. En el pueblo se destacan las vides, las aguas termales y la capilla Nuestra Señora del Rosario, que data de 1770.
Pero la visita a Belén, también debe incluir la degustación de algunas de las comidas típicas, acompañada por un vino regional. Locro, mote (maíz y porotos macerados), poleada (una especie de polenta menos espesa) y el gijote (un guiso a base de carne picada) son comidas centenarias y muy nutritivas.
TU GUÍA
Cómo llegar
Desde San Fernando del Valle de Catamarca hasta Belén se llega por la Ruta Nacional 38, al llegar a Chumbicha se toma la 60 y después de cruzar las ciudades riojanas de Mazán y Aimogasta, se alcanza la ruta 40 que lleva directo a Londres, Belén y Hualfin.