Pensar en Lisboa, la capital de Portugal, es pensar en piedra, muros del siglo XV, en adoquines descolocados de las calles y en el río Tajo que corre lento hacia el Atlántico. Con unos 500 mil habitantes, es conocida la ciudad de la luz, del fado y sobre todo de las siete colinas, en honor a sus empinadas calles. Moderna en muchos sentidos, lo que la ayudó a crecer turísticamente en las últimas décadas, mantiene sus aires antiguos y románticos.
Su importante historia está marcada por el constante cambio de culturas que sufrió. La ciudad fue dominada durante la Edad de Piedra por pueblos íberos que utilizaban su puerto para transportar alimentos por vía marítima hacia la actual Sicilia. Fue habitada por los celtas, por romanos, por musulmanes, y sólo entonces fue conquistada por los portugueses, gracias a su primer rey Alfonso Henriques, en el año 1147. Varios hechos, como el gran terremoto de 1755 que permitió la construcción de la Baixa Pombalina, o la época de los Descubrimientos con la que se construyó el Monasterio dos Jerónimos y la Torre de Belém, han amoldado a Lisboa tal y como es hoy en día. Sin embargo, no todos los grandes monumentos tienen siglos de existencias, ya que esta ciudad siempre está en constante cambio.
Una de sus grandes ventajas es la conectividad, tanto por vía terrestre, como ferroviaria y subterránea, y cuenta con dos majestuosos puentes que conectan la ciudad con la otra orilla del río Tejo. Por todas estas vías llegan miles de automóviles cada día. Aunque si eres un romántico empedernido, el tranvía no debe faltar en tu itinerario. La línea 28 (trazada en el año 1914) te llevará desde la Rua da Concepçao por los barrios más pintorescos de la capital y los monumentos clave.
Las plazas siempre son un buen punto de partida para comenzar el recorrido. Y la de Comercio, la más importante, es la ideal. Donde históricamente llegaban los barcos mercantes por ser la puerta de Lisboa, fue construida donde estuvo situado el palacio real antes de ser destruido por el gran terremoto de 1755. Cerca de la plaza, en la orilla del río, está la estación fluvial Cais de Sodré, de donde parten las excursiones por el Tajo y los barcos que cruzan el río. Uno de los puntos de interés es el Arco Triunfal da Rua Augusta, que da inicio a la calle más importante del barrio La Baixa. Aunque si la idea es darse una vuelta por una plaza “animada” hay que llegar hasta la Rossio, ya que en sus alrededores abundan bares y restaurantes.
A la hora de conocer los monumentos históricos, debemos llegar hasta la Catedral, comúnmente llamada Sé de Lisboa. Su construcción data del siglo XII y su estilo predominante es el románico, y aunque sufrió deterioros en el terremoto de 1755, sobrevive de manera ejemplar. También vinculado a lo religioso, está el Monasterio de los Jerónimos, que inició su construcción en 1501 y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983. Espectacular como pocos, este enorme complejo contiene la tumba del explorador Vasco de Gama, salas enormes con bóvedas y columnas decoradas con profusión en estilo manuelino.
Cerca del Monasterio está el símbolo de Lisboa: la Torre de Belém, que se construyó a principios del siglo XVI a orillas del Tajo como una estructura defensiva y también para dar la bienvenida a los viajeros que regresaban de explorar el mundo. Esta joya de la arquitectura tiene cinco pisos y termina en una bella terraza. A metros de allí está otro imperdible: el Monumento a los Descubrimientos con sus 52 metros de altura, erigido en 1960 para conmemorar el 500 aniversario de uno de los grandes descubridores de Portugal, el infante Henrique el Navegante, descubridor de Madeira, Las Azores y Cabo Verde. El Monumento contiene un grupo escultórico con forma de punta de carabela sobre el que el infante abre camino a numerosos personajes que tuvieron que ver con los grandes descubrimientos de la historia del país.
Pero siempre hay más por descubrir en la ciudad del fado, un canto típico que aporta una importante influencia en el estilo de vida y la forma de vivir de los locales. Del siglo VI, las dieciocho torres del Castillo de San Jorge dominan con elegancia el perfil de Lisboa. Esta fortificación ha sobrevivido a asedios, guerras y a un terremoto y hoy es la atracción turística más popular. La visita os llevará más de media mañana, ya que la zona es bastante grande. Además del castillo, en el mismo recinto hay un pequeño museo, un bar y un restaurante. Después de visitar la fortaleza es recomendable dar una pequeña vuelta por las calles cercanas.
Pasteles y buen vino
La gastronomía, el vino, el simple hecho de compartir una comida o una bebida con amigos, son comportamientos comunes en la vida de la ciudad. La proximidad al mar da a la gastronomía local platos verdaderamente deliciosos de pescado y marisco a los que se rinde homenaje en un festival anual “Pescado en Lisboa”. El bacalao se confecciona de 1001 formas, todas ellas irresistibles.
En Lisboa, encontrará también lo mejor de la cocina mediterránea, pan, aceite, queso, embutidos y una gran variedad de manjares. Y para completar el tour gastronómico, hay que probar los tradicionales pasteles de Belém, con su receta de más de 200 años de antigüedad. El postre consiste en una masa hojaldrada rellena de una crema tipo pastelera. Están espolvoreados con azúcar y canela. Hay muchos lugares donde comerlos