Al pie del cerro Calafate y a orillas del lago Argentino, esta villa turística creció exponencialmente a partir de la inauguración de su aeropuerto, en 2000. Desde ese punto de partida, este remanso de paz y vegetación desarrolló todo tipo de alojamientos y restaurantes para todos los bolsillos.
El área comercial se concentra en torno a la calle principal, la avenida Del Libertador. Allí es posible contratar servicios turísticos, comer algo y comprar en casas de artesanías, que se levantan con sus frentes estilo patagónico, de chapa, madera y piedra. También se encuentra allí la primera casa del pueblo, levantada en 1908, que fuera un puesto de la estancia La Anita. La clásica arquitectura de los pioneros muestra casas con techo de chapas a dos aguas.
El nombre de la ciudad, hace referencia a un arbusto espinoso de flores amarillas en primavera y cuyos frutos morados de verano se utilizan en diversas preparaciones gastronómicas típicas de la región. Según la tradición, quien lo come alguna vez regresará por más. Pero la realidad indica que quien conoce El Calafate no quiere irse jamás.
La ciudad, conocida como la capital nacional de los glaciares, forma parte de un área mayor que incluye una superficie más importante a nivel turístico de aproximadamente 650 km2, en la que se concentran las más imponentes muestras paisajísticas de la Patagonia Austral Argentina.
Cuna de tehuelches y araucanos, salir a caminar por la ciudad por sus calles onduladas, es uno de los atractivos para dedicar en una tarde nublada. A pie se puede llegar a la Reserva Ecológica Laguna Nimez, a pocas cuadras del centro y junto al Lago Argentino. Allí hay alrededor de 80 especies de aves, entre los que se destacan flamencos, cauquenes, cisnes de cuello negro, bandurrias, teros y patos. Con un circuito de 2.500 metros, el recorrido puede hacerse sólo, sin necesidad de ir con guía.
Para los que buscan acercarse al pasado, hay que darse una vuelta por el Museo Regional El Calafate, que cuenta con una importante colección de materiales arqueológicos encontrados en la zona patagónica. Hay boleadoras, piedras talladas, puntas de flechas, otras armas y muchísimas herramientas. También se pueden observar distintas muestras paleontológicas. Pero otra posibilidad es pasar un buen rato en el Centro de Interpretación Histórica, una muestra permanente de los últimos 100 millones de años en la Patagonia Austral.
Y si la idea es conocer más en profundidad la historia de los hielos, desde la secretaría de turismo parten micros gratuitos hasta Glaciarium, un edificio vanguardista donde se explica qué son los glaciares y cuál es su importancia para nuestro ecosistema. Una de las salas más visitadas es la del Cambio Climático, que explica con imágenes la problemática. También hay un microcine, en el que proyectan cortos sobre el tema como el que narra la historia de pioneros que circunda a Francisco Pascasio Moreno, más famoso como Perito Moreno, el científico que jamás vio el glaciar que de algún modo lo hizo más conocido.
Aunque muchos llegan hasta allí con otro objetivo: conocer el Glaciar Bar. Es una especie de una mega heladera a ocho grados bajo cero, ambientada como un boliche con divertidas esculturas, sillas, mesas y hasta los vasos hechos de hielo. Hasta allí se baja con capas y guantes térmicos y para tomar algún rico trago, con o sin alcohol.
Mundo blanco
Conocida mundialmente por el Perito Moreno, para llegar desde el pueblo hasta el glaciar más famoso hay que recorrer 80 km de asfalto. Se puede ir en auto o bien contratando un transfer. Al entrar al Parque Nacional Los Glaciares, el paisaje pasa de la estepa al bosque andino patagónico, donde predominan especies como la lenga, el ñire y el coihue. El parque tiene unas 700 mil hectáreas, fue creado como área protegida en 1937 y desde 1981 integra la lista del Patrimonio Natural de la Humanidad de la Unesco. De este gran campo de hielo se desprenden 47 glaciares, como Marconi, Viedma, Upsala, Spegazzini, Onelli, Peineta, Mayo, Ameghino, Moreno y Frías.
Al llegar al parque, apenas se da unos pasos por las amplias y seguras pasarelas de madera de cuatro kilómetros (hay tres circuitos para recorrer con vistas diferentes), uno se encuentra con la inmensidad del Glaciar Perito Moreno. Es una gran masa de hielo: mide unos 5 km de frente por 60 metros de alto (algo así como el Obelisco).
El Perito Moreno es uno de los tantos glaciares del Parque Nacional Los Glaciares que forman el Hielo Continental Patagónico (17.000 kilómetros de extensión), una de las reservas de agua potable más importante del mundo. El 90% del agua dulce del planeta se encuentra en las zonas glaciarias y después de la Antártida y Groenlandia, sigue esta región argentina.
La misma se extiende entre los 47º y 51º de latitud sur, llega hasta los fiordos chilenos y en el este hasta los lagos argentinos. El Hielo Continental Norte se sitúa totalmente en la vecina Chile, en cambio el Hielo Continental Patagónico Sur se comparte entre las dos naciones. Aquí nacen todos los glaciares del Parque Nacional, entre los que sobresale el Perito Moreno.
Los turistas pueden acercarse a 300 o 400 metros de las lenguas glaciarias o realizar una caminata sobre hielo o “minitrekking”. El inicio de la excursión es en el puerto Bajo de las Sombras, ubicado a 7 kilómetros de las pasarelas. Desde allí se trasladan hasta cruzar el Lago Rico para poder acceder a la pared sur del glaciar y, posteriormente, al refugio donde los guías organizan los grupos para el recorrido.
Una vez dentro se podrán observar pequeñas lagunas y grietas dentro del glaciar, Luego de la excursión también se visitan las pasarelas frente al Perito Moreno por una hora, para luego volver hacia el puerto. La experiencia dentro del glaciar dura aproximadamente una hora y media.
Con mucha historia
Rodeado de cumbres nevadas y bosques de lengas y ñires, estos hielos cubren unos 257 km2, es decir, más de la superficie de la Capital Federal. Los glaciares protegidos en este Parque, generados hace siglos y aún milenios, son testimonio de enormes masas de hielo que dominaron parte del planeta durante los últimos dos millones de años y presenciaron el nacimiento de la humanidad.
El Parque Nacional Los Glaciares, creado en 1937 y declarado Sitio de Patrimonio Mundial por la Unesco en 1981, está ubicado en la región conocida como Andes Australes del territorio argentino, al sudoeste de la provincia de Santa Cruz en el límite con Chile.
Comprende un escenario de montañas, lagos y bosques, incluyendo una vasta porción de la Cordillera de los Andes prácticamente cubierta de hielo y nieve al oeste y la árida estepa Patagónica al este. Debe su nombre a la presencia de numerosos glaciares que se originan en el gran Campo de Hielo Patagónico -el manto de hielo más grande del mundo después de la Antártida- el cual ocupa casi la mitad del Parque.
También conocido como Hielo Continental Patagónico, alimenta 47 grandes glaciares, de los cuales 13 descienden hacia la cuenca Atlántica, y además existen más de 200 glaciares de menor magnitud, independientes del Campo de Hielo Patagónico.
Para los que quieren tener otra jornada a pura aventura, una opción es el Cerro Cristal, que con sus 1282 metros atrapa por su cima, donde uno se siente como un Dios. Ubicado dentro del Parque Nacional Los Glaciares, la caminata al Cristal, de unas siete horas, es uno de los recorridos favoritos para quienes llegan hasta el camping de Lago Roca, ubicado a unos 60 km de El Calafate.
Sin embargo, otros optan mezclar navegación entre témpanos con vista a otro glaciar, el Upsala. Para esto habrá que contratar la excursión a Estancia Cristina. Se parte de Punta Bandera y navega por el brazo norte del Lago Argentino y por el canal Upsala hasta llegar a la pared occidental del glaciar homónimo. Luego continúa por el brazo Cristina y cerca del mediodía, luego de tomar varias postales repletas de iceberg, se desembarca en la estancia.
Allí se puede hacer trekking, 4×4 o cabalgatas, y también disfrutar de un almuerzo patagónico y una visita al pequeño museo. Lo recomendable es hacer el recorrido de 45 minutos en vehículo que lleva hasta el Upsala. Este inmenso glaciar retrocede 200 metros por año, más que otros de la región, y en 2009 desprendió un témpano de 900 metros de ancho.
Hacia el pasado pétreo
La orografía de El Calafate, presenta sin dudas lugares privilegiados para recorridos en 4×4, ascendiendo a diversos cerros y contemplando la imponente Cordillera de los Andes. El ascenso al cordón montañoso Huyliche, ofrece además de la vista panorámica de El Calafate y del Lago Argentino, la posibilidad de visitar el Laberinto de Piedra de los Sombreros Mexicanos, un recorrido de 35 km sobre la línea de Cerros situados detrás de la localidad.
También ascendiendo por el Cerro Huyliche, se puede acceder a los Balcones de Calafate, para observar los bloques erráticos, con una vista panorámica excepcional a 900 metros de altura. También se puede ascender al Balcón Superior desde donde se puede apreciar todos los brazos del Lago Argentino, incluyendo el Brazo Sur, y en un hermoso día despejado se puede apreciar el Monte Fitz Roy. Aquí es posible combinar con un trekking con vistas al lago por la cara Norte, con guía local, y experimentar el pasado de la Tierra en un valle del Cretácico con extrañas y únicas formaciones geológicas, entrando en contacto con la naturaleza y el aire puro en altura.
Una de las opciones adrenalínicas más impresionante, es el descenso en tirolesa en un exclusivo circuito de cinco líneas de zipline de 2.920 metros de longitud, sobrevolando la montaña solo como pueden hacerlo los cóndores, una experiencia activa todo el año.
Lagos, cavernas, figuras rupestres, fauna y estepa patagónica, ideal para la interpretación de fósiles marinos; y avistamientos, que descubren el delicado equilibrio del ecosistema regional que varía según se va tomando altura sobre el nivel del mar.