A 107 kilómetros de la capital de la provincia de Tucumán, entre curvas y contracurvas, subidas y bajadas, uno puede llegar a Tafí del Valle, una belleza natural y colorida a 2 mil metros de altura sobre el nivel del mar. Desde recorridos en 4×4, trekking, cabalgatas, windsurf o una tarde de pesca, esta tierra con pasado jesuita tiene decenas de rincones, historia y tradición por descubrir que permiten recrear los valores culturales del noroeste argentino.
La primera opción para apreciar la belleza paisajística de este recorrido es la Quebrada de Lules, un espacio verde que se abre entre dos grandes montañas y da paso al agua de las vertientes y manantiales que alimentan el río Lules. La zona tiene una gran riqueza natural y también se destaca por sus grandes plantaciones de frutilla, que le dan un color y un aroma especial a todo el paisaje.
El circuito Tafí del Valle continúa en Famaillá, localidad conocida como la capital nacional de la empanada, que tiene al Parque Temático Histórico del Bicentenario, al museo a cielo abierto Juan Carlos Iramain, a la galería temática de la Veneración, al balneario municipal y al Parque Juráisco como sus mayores atractivos turísticos.
La tercera parada del recorrido se puede realizar en Acheral, donde la visita al Museo Atahualpa Yupanqui es una actividad imperdible. El museo permite conocer, a través de objetos personales y relatos, la historia del gran músico popular, quien pasaba la mayor parte de su tiempo en este hermoso paraje del pedemonte tucumano.
El circuito, entre Acheral y El Mollar, reconoce tres sitios importantes para apreciar las bellezas paisajísticas de esa zona, que son la reserva natural Los Sosa, el Cerro Nuñorco Grande (su nombre –“pecho de mujer”, en quechua- da una idea de la silueta) y el Monumento al Chasqui, popularmente conocido como monumento al Indio.
Otra parada obligada es el Lago La Angostura, en cercanías de la villa turística El Mollar, a diez kilómetros de Tafí. Aquí nos encontramos con un espejo de agua artificial, que está entre los más altos del país, con sus 2 mil metros. Construida en la década del ’60 para detener el curso de los ríos Mollar y Tafí, la represa de 4 km de largo que está allí es el lugar indicado para capturar truchas y pejerreyes y practicar deportes náuticos. Sus 700 hectáreas y 30 metros de profundidad permite practicar kayac, canotaje y windsurf.
Si queda tiempo por la tarde hay que darse una vuelta por la Quebrada del Portugués, un antiguo camino utilizado por los pueblos originarios, luego los Incas y más acá por los españoles para unir el Valle de Tafí con la llanura tucumana. La Reserva de unas 14 mil hectáreas tiene sectores que se parecen a la mejor cancha de golf por su verde parejo. Además la corzuela colorada, los pecaríes, el guanaco y varias especies de felinos son parte de las atracciones del lugar.
La cultura, en tanto, está presente y se expresa a través del museo histórico jesuítico La Banda, que fue construido en 1718, y del cementerio Ojo de Agua, que es un escenario de costumbres ancestrales como el entierro del angelito o la piedra que conserva la pisada de la mulánima. El museo Casa Duende, que muestra los personajes míticos de la cosmovisión indígena, y la reserva arqueológica los Menhires, que contiene monolitos de la cultura Tafí, que son piedras esculpidas de hasta tres metros de alto y cuatro toneladas de peso grabadas con imágenes que representan la fecundidad y la fertilidad.