Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, fue, tal vez, uno de los pintores, escultores y artistas más excéntricos y grandiosos que dio el siglo XX. Se le considera uno de los máximos representantes del surrealismo y trascendió mundialmente gracias a sus impactantes y oníricas imágenes.
El recorrido para descubrir sus pasos puede comenzar en Figueres, localidad en la que nació y murió el genio, y donde se encuentra el Teatro-Museo Dalí, el gran legado, de visita obligada, con sus torres coronadas con forma de huevo, y la inmensa cúpula bajo la que reposan los restos del pintor. Se trata del mayor objeto surrealista del mundo, y su interior reúne más de 1.500 obras, piezas que son auténticos emblemas dalinianos como “El espectro del Sex-appeal”, “Galatea de las esferas” o “Port Alguer”. Este gigantesco recinto fue diseñado por Dalí hasta el mínimo detalle, y resume la trayectoria del artista. Su atmósfera única atrapa, y además de cuadros, se exponen joyas de oro y piedras preciosas, montajes ópticos, fotografías, esculturas u hologramas nunca antes imaginados.
Durante un paseo por las calles de Figueres, uno puede imaginar cómo era esa ciudad, más cercana a la ilustrada Francia que a la España del 1900. Desde la azotea del número 20 de la calle Monturiol, el pequeño Dalí pintó sus primeros paisajes y fue testigo de la vitalidad de una localidad cosmopolita e ilustrada que le aportó sus primeras amistades, experiencias y sus primeros maestros y mentores.
Pero Figueres está repleta de atractivos. En las afueras, domina la ciudad sobre una colina el castillo de Sant Ferran, fortaleza que fue construida en el siglo XVIII. Sus colosales dimensiones, y sus más de tres kilómetros de perímetro, la convierten en una de las mayores de Europa. Su inmensa plaza de armas y sus numerosos baluartes permitían albergar hasta 6 mil soldados. Fue el último refugio del Gobierno de la República antes de marchar al exilio.
El casco histórico queda delimitado por vestigios de su antigua muralla, levantada en la Edad Media para defender la villa. De época medieval se conservan bellos rincones como la plaza del Ayuntamiento, remodelada en estilo neoclásico y donde se alza el edificio consistorial, o el entorno del Carrer Magre, donde se ubicaba la antigua judería.
La Rambla es principal paseo y auténtico eje vertebrador de la ciudad. Esta animada vía comercial concentra los más ambiciosos proyectos arquitectónicos de los siglos XIX y XX. Y dentro de la arquitectura religiosa, sobresale la Iglesia Parroquial de Sant Pere, erigida, en estilo gótico, por voluntad de Pedro IV, y transformada en el siglo XVIII. Destaca el cimborrio que corona la nave de la iglesia. El templo tuvo el honor de ser el escenario de la boda del rey Felipe V con María Luisa de Saboya, en 1701. Otros edificios de interés son la capilla de Sant Sebastià, de origen medieval y remodelada a principios del siglo XVII, y el convento de los Capuchinos, complejo edificado en el siglo XVIII de la mano de Josep Martí.
Rumbo a la costa
Figueres sigue siendo el centro daliniano por excelencia, pero es Cadaqués, una pequeña localidad de viviendas blancas junto al agua en pleno Cabo de Creus, el lugar donde mejor puede comprenderse su obra y el origen de su inspiración.
Es en este entorno donde se halla la Casa-Museo Salvador Dalí, en el paraje de Portlligat. Esta estructura de casitas de pescadores fue el principal refugio del artista, su taller y residencia habitual, y en ella pintó la mayoría de sus grandes obras. En medio de un laberinto de pasillos estrechos, recorridos sin salida, habitaciones decoradas con objetos y recuerdos del genio, este escenario típicamente mediterráneo enamoró a Dalí por su luz y su paisaje.
En el exterior se destaca la extravagante piscina en forma fálica en el que conviven el famoso sofá labial de Mai West con carteles de los neumáticos Pirelli. Aunque el elemento más crucial es quizá el palomar coronado por un huevo monumental, figura predominante también en el teatro-museo de Figueras y metáfora del nacimiento de las ideas. La Sala Oval, el territorio privado de Helena Ivánovna Diakonova (Gala), quien ingresó a su vida para nunca irse. Esta sala, donde ella buscaba privacidad y recibía sus visitas, entre ellas las de sus amantes, permite una conexión con el tercer vértice del triángulo: el castillo de Púbol, comprado en 1970, y que fue concebido como una fortaleza para Gala. Tras la muerte de su musa, Dalí se instaló en el castillo, donde inició su decadencia artística.
Por fuera del sello Dalí, hay mucho por disfrutar en esta región. Al fondo de la bahía de Cadaqués se eleva el angosto entramado de callejuelas empedradas y casas blancas que configura su casco histórico. Sobre el perfil de la villa destaca la imagen de la iglesia de Santa María, templo de blanca fachada y cuidadosamente restaurado que alberga un magnífico retablo de estilo barroco. Por su parte, la arquitectura modernista ha dejado su peculiar impronta en algunas de los edificios más notables de la ciudad, como la Casa Serinyena.