El carácter multicultural es una de las particulares de la cocina rusa. Ideal para los amantes de la comida rústica, en casi todo el territorio los platos son consecuencia de un clima frío, pobreza en los campos y la necesidad de sacar provecho de carnes y pescados.
En un país donde se desayuna fuerte y se cena liviano y antes de las 21, la sopa conocida como borsch es la más común; está hecha a base de remolacha y carne, y suele acompañarse con smetana, que es una nata agria y espesa que le da muy buena textura y sabor. Mientras que la otra sopa típica se llama solianka, y se caracteriza por la cantidad de ingredientes como pepinos, repollo y setas.
El shashlik es el equivalente ruso del asado argentino y puede prepararse incluyendo todo tipo de carne, pollo, cordero e incluso mariscos. Sobre brasas, la cocción de la carne, sin embargo, no es directa pues se debe marinar la noche anterior en una mezcla de agua y vinagre. Este plato básico es uno de los más cocinados y se suele acompañar con salsa de tomate y ensaladas de distintos tipos. Mientras que otro plato tradicional se llama pelmeni y se parece al raviol, y se come acompañado de smetana, manteca o ketchup.
Mientras los famosos blini (crepes) son muy populares en San Petersburgo, algo así como una alternativa a las hamburguesas y sándwiches en otros países. Además existen dos tipos de caviar que todo viajero quiere probar: rojo (de salmón) y negro (de beluga, esturión, sevruga), aunque este último es extremadamente costoso.