Ámsterdam, la capital oficial de los Países Bajos, surgió, como todas las ciudades que a lo largo de la historia se han desarrollado a la orilla del mar, de un pequeño pueblo de pescadores. Con menos poder político que en otros tiempos debido al rol de La Haya, sigue siendo un centro intelectual de carácter multirracial y símbolo universal de tolerancia y libertad. Si bien dentro de su recorrido turístico hay cientos de rincones por descubrir, uno de ellos, el Barrio Rojo, despierta curiosidad y polémica.
Situado en la parte antigua de Ámsterdam, es un imán para los turistas que se acercan hasta allí atraídos por el placer de lo prohibido. Con nuevas como la de no fotografiar ni mirar a las prostitutas que trabajan en el lugar, este barrio formado por tres distritos: De Wallen (el más famoso de ellos), Singelgebied y Ruysdaelkade, esconde una rica historia por conocer, además de su hermosa arquitectura. Visitar el Barrio Rojo (Rossebuurt, en holandés), significa perderse por sus antiguas y sinuosas calles adoquinadas que datan del siglo XIV. Paseando por la zona podés admirar la Iglesia Vieja (Oude Kerk) y sorprenderte con sus extraños e inclinados edificios, incluso de sus canales y los árboles que los acompañan.
La iglesia, rodeada en el barrio luces de neón y un sinfín de mujeres, comenzó siendo una capilla de madera que con el paso de los años se fue ampliando hasta convertirse en una gran basílica gótica. El interior quedó sin decoración en 1566 por culpa del movimiento iconoclasta. En esta época los Calvinistas saquearon los templos católicos y destruyeron sus cuadros y estatuas. En el techo aún se conservan algunas pinturas del siglo XV y también se puede encontrar en el interior su órgano mayor.
Otra visita de la zona es el Museo Amstelkring, construido hace 350 años y que alberga en su interior la iglesia clandestina de Nuestra Señora del Ático. Este movimiento secreto se dio cuando Ámsterdam se convirtió en una capital protestante en la que se prohibió el culto católico en público. Recorriendo sus empinadas y estrechas escaleras, en la planta superior del Museo se encuentra la pequeña capilla de estrechos bancos y dos semiplantas suspendidas del tejado. Aparte de la iglesia escondida, también podés recorrer diversas estancias de la casa como su cocina, el confesionario y algunas otras habitaciones donde se exponen diversos objetos religiosos.
Si te gustan los edificios históricos, entonces valdrá la pena visitar en la calle Warmoesstraat, número 90, la casa más antigua de la ciudad. La fachada data del siglo XVIII, pero unas obras recientes han descubierto que la estructura es mucho más antigua. Lo más probable es que la casa se remonte a 1485. También hay que darse unos minutos para transitar el Trompettersteeg, la calle más estrecha de Ámsterdam. De un metro de ancho, hay que caminar uno detrás del otro, y si te cruzás con otra persona, alguien deberá ceder y pegarse a la pared.
Actividad histórica
Desde la denominada Edad Media, los burdeles de Ámsterdam eran administrados por el Sheriff y sus hombres de confianza. En el siglo XVII aparecieron las primeras vitrinas en esta zona. En estos escaparates las prostitutas ofrecen sus servicios y también generan una gran expectación entre los viajeros. El recorrido ideal es de noche, cuando esas calles toman un color especial, y si bien hay que tener algunos recaudos como toda ciudad grande, es un sitio seguro.
Ámsterdam es una de las trece ciudades holandesas donde existe la prostitución en los escaparates. Actividad legal en los Países Bajos desde 1911, las mujeres del Barrio Rojo alquilan el lugar en el que trabajan y contribuyen con sus impuestos como cualquier trabajador holandés. Visitado anualmente por más de 200 mil turistas, hay unos 3 mil locales y más de 400 escaparates dedicados a la prostitución.
Sin embargo, en los últimos tiempos, el Gobierno local ha decidido regular las visitas guiadas a la zona para proteger la intimidad de las trabajadoras sexuales, lo que incluye la prohibición de tomar fotos (ya lo estaba pero no se cumplía y ahora la multa caerá sobre el guía), la obligación de dar la espalda a los escaparates cuando estén atendiendo las explicaciones de sus guías y de mostrar respeto a las prostitutas y al vecindario. Además, todos los recorridos deberán finalizar como máximo antes de las 23 y los grupos de turistas no podrán detenerse en lugares normalmente abarrotados, como puentes o frente a los accesos a las tiendas en horario laboral, ni tampoco podrán usar drogas ni beber alcohol cuando estén en las visitas guiadas.
Más allá de las ventanas con chicas, la visita por el barrio tiene otros atractivos como el Museo de la Prostitución donde podés descubrir todo sobre esta profesión. Además de aprender más sobre la historia, también tendrás la ocasión de ponerte detrás de una ventana. Y si querés saber más sobre el uso del cannabis, hay que pasar por el Cannabis College. Aquí recibirás información sobre su uso seguro y visitarás el jardín donde podés ver cómo crece la planta. Y si aún te quedaste con ganas de saber más, debés entrar a un coffe shops. En la ciudad hay unos 150 (hace diez años existían alrededor de mil) y allí el turista puede consumir marihuana de múltiples formas: tomándola en forma de té, fumándola en pipas de agua e incluso se pueden encontrar magdalenas y pasteles también hechos a base de cannabis. Aunque el humo es inevitable, si querés entrar pero no tomar ninguna droga, podés optar por un café o cualquier otra bebida.