La isla caribeña de Barbados, con sus aguas azules, su playa blanca y rosa, sus faros y su capital repleta de puentes, intenta triplicar la cantidad de turistas que recibe por año, de 200 mil a 600 mil visitantes, con más vuelos a Latinoamérica, una amplia oferta gastronómica y “hotelería para todos los bolsillos”.
La isla, independizada en 1966, tiene una población de menos de 300 mil habitantes en una superficie de 431 kilómetros cuadrados, casi el doble que la ciudad de Buenos Aires, con una población con un 95% de negros, que aún reconoce como soberana a Isabel II de Inglaterra ya que forma parte de la comunidad de naciones británicas.
Respecto de la moneda local, el dólar barbarense, el cambio es muy ventajoso para los argentinos porque su moneda vale la mitad que el dólar americano y se trata de un país que es todo puerto libre con gran cantidad de comercios.
Las 80 playas que posee la isla se pueden dividir en “mansas y bravas”, al este o al oeste, según desde donde sopla el viento, por lo que serán mejores para hacer buceo entre piedras o windsurf, en el oeste, y mejores para el surf del lado este.
El lugar es un cayo coralino por lo que no tiene mucha altura y la mayor elevación llega a los 336 metros sobre el nivel del mar, pese a lo cual cuenta con al menos cuatro faros que los visitantes recorren entre otras cosas por sus leyendas y las vistas que ofrecen.
Por esa geografía, su capital, Bridgetown -declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, desde 2011- está repleta de bellos puentes, como lo indica su nombre, muchos de los cuales dan al mar y los rodean los pantanos marinos y mangles, que los separan de la ciudad donde predominan los estilos arquitectónicos ingleses: Tudor, Normando o Galés, en medio de los diseños más ultramodernos.
Como ocurre en otras islas del Caribe, en Barbados también se atribuyen ser el lugar donde llegó Cristobal Colón en 1492, pero lo mejor es eludir esa conversación para mantener la cordialidad, por mucho que el visitante recuerde que el genovés atracó sin saberlo en la isla de Guanahani, bautizada por el navegante como San salvador.
Todo el país tiene un largo máximo de 34 kilómetros por 23 de ancho y cuenta con rutas para “dar una vuelta de menos de 100 kilómetros de extensión” por la costa, salvo en el sur donde unas estribaciones obligan a ir hacia el centro del terreno.
En el lugar está ubicado a 300 kilómetros al norte de Trinidad y Tobago y por su herencia británica es de habla inglesa.
Cuándo ir: el clima es agradable todo el año, con temperaturas que no bajan de los 20°. Entre junio y noviembre es la época de lluvias y tormentas y el tiempo es inestable