A las Ruinas de Quilmes, como se las conoce popularmente, se puede llegar desde la salteña Cafayate o bien desde la localidad tucumana de Amaicha del Valle, el pueblo que tiene 360 días de sol al año, y que sabe resguardar como pocos la cultura de sus pobladores originarios.
Allí, el paisaje de las Sierras y el cordón Calchaquí cautiva al visitante y habla por sí solo, aunque cuesta imaginar que en el 800 D.C. los Quilmes estuvieron en la región y fueron uno de los asentamientos prehispánicos más importantes de los pueblos Calchaquíes. Pertenecen a la Nación Diaguita, fueron cazadores y guerreros en la defensa de su territorio. En el siglo XVII llegaron a ser 3.000 habitantes en el área urbana y 10.000 en los alrededores, y fueron descubiertas por el arqueólogo Juan Bautista Ambrosetti en 1897.
La expansión Inca pasó por estas tierras y dejó su impronta en la arquitectura, en algunas costumbres y en el idioma, el quechua. En la falda del cerro, se advierten las bases de las primitivas viviendas que supieron tener techos de cardón, algarrobo y paja, rematada por una fortaleza situada en la cima y dos fortines a ambos costados, sobre la cornisa; y hacia el sur, una gran represa que era empleada para regadío y canchones aterrazados para el cultivo. Como la sociedad estaba estructurada en forma piramidal, el jefe siempre vivía en lo más alto, mientras los chamanes -encargados del mundo espiritual- habitaban en las afueras.
Tras la ocupación española iniciada en el año 1535, esta región fue el último bastión de resistencia de los pueblos de los Valles Calchaquíes que duró 130 años y que se plasmó en tres grandes levantamientos. Pero “la derrota” llegó 1666, y allí unos 2 mil pobladores quilmes fueron degradados como esclavos y forzados a caminar encadenados hasta la orilla del Río de la Plata, al sur de la incipiente ciudad de Buenos Aires. Cuenta la historia que sólo unos 400 de ellos pudieron llegar y fueron encerrados en la reducción Exaltación de la Santa Cruz. Sería el más lejano antecedente poblacional de la actual ciudad de Quilmes.
En el final del recorrido, cuando uno ya uno recorrió el cerro impregnado de misterios, mitos y leyendas, puede hacerse un espacio para comprar algunas de las artesanías de las comunidades locales. Y luego emprender el regreso hacia Amaicha, donde aún quedan muchos rincones del pasado por descubrir. El complejo arqueológico, uno de los más importantes de nuestro país, pasó por varias manos, desde el Estado provincial a un concesionario que lo explotó en los años 90 y construyó un hotel, hoy clausurado.
El dato
La Ciudad Sagrada contará en los próximos meses con el mayor espectáculo audiovisual nocturno del continente. La megapuesta artística diseñada utilizará como pantalla las 20 hectáreas de valle y montaña y contará con una línea argumental basada en la mitología de los pueblos ancestrales.
La idea de montar este espectáculo en esa zona de los Valles Calchaquíes fue acordada con delegados de las comunidades aborígenes de Quilmes Centro y Quilmes Alto, El Pichao, El Paso, Colalao, El Bañado, El Rincón, El Chañar y Las Cañas, entre otros referentes.
Las proyecciones, luces y efectos se aplicarán en tres sectores del predio arqueológico ubicados a 400, 100 y 10 metros, respectivamente, de una estructura metálica con capacidad para 70 personas y en la que habrá equipos de audio envolvente especialmente dirigidos al público.