Waterloo, a unos 20 kilómetros de Bruselas, marcó nada más y nada menos que la caída de Napoleón Bonaparte. Fue un 18 de junio de 1815 cuando allí se escondieron los soldados del militar y gobernante francés huyendo de las tropas aliadas del general Wellington y los prusianos. Los campos cubren un pedazo de tierra donde unos 180.000 soldados libraron sangrientos combates. En pocas horas murieron unos 40 mil hombres. Fue cuando las tropas británicas, holandesas y alemanas (divididas a su vez en los reinos independientes de Prusia y Hanover y en el Principado de Brunswick), pusieron fin a las aspiraciones imperialistas de Bonaparte.
Hoy se puede hacer una visita a los campos de batalla, lo que es un viaje impresionante por el tiempo hacia el pasado, a pesar de que desaparecieron casi todas las huellas de los combates. Hace apenas una década se descubrió el esqueleto de un soldado asombrosamente bien conservado. Sin embargo, la mayor parte de los cadáveres de hombres y caballos fueron enterrados en fosas comunes o incinerados.
En la elevación donde Wellington y sus soldados esperaron a los franceses se alza desde el año 1826 la Colina del León, que tiene una altura de 40 metros. El rey Guillermo I de los Países Bajos la mandó construir en recuerdo a su hijo, el futuro rey Guillermo II, quien probablemente en este lugar resultó herido en el hombro. Más de 220 escalones llevan a la plataforma, donde hay un león de bronce de 28 toneladas que enseña los dientes hacia el sur, con dirección a Francia.
Desde la colina se tiene la mejor vista panorámica del campo de batalla, uno de los más pequeños en aquellos tiempos. Abarca una superficie de unas 2.500 hectáreas entre los municipios de Braine-l’Alleud, Genappe, Lasne y Waterloo.
A poca distancia de la Colina, en dirección hacia Genappe, se halla la antigua granja de 1757, que fue el último Cuartel General de Napoleón. Se trata del único museo de Bélgica dedicado a Napoleón y conserva tanto recuerdos personales del emperador como objetos relacionados con la batalla.
Otras de las visitas en la zona es la Iglesia de San José, conocida también como la Capilla Real de Waterloo. Con su característica cúpula y su torre verde en forma de linterna, fue construida en 1690, posteriormente restaurada en 1844 y nuevamente en 1968. En tanto, el museo Wellington, es otra de las atracciones más populares y que está cruzando la calle junto a la Iglesia. El Museo, que era antes el centro de mando del duque de Wellington, cuenta con documentos, grabados, armas y recuerdos auténticos a la batalla.