lunes, 4 noviembre, 2024
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Poznan, la ciudad que supo renacer

Capital de la Polonia Mayor, gracias a su localización en la mitad de la ruta entre Berlín y Varsovia, Poznan es conocida sobre todo por su gran actividad comercial e industrial, y sus ferias. Entre casas burguesas de colores, una vida universitaria nocturna, callejuelas de adoquines atestadas de iglesias, una buena red de comunicaciones y varios centros comerciales, la antigua capital de Polonia y cuna del cristianismo, fue arrasada en la II Guerra Mundial y supo renacer.

Un buen comienzo y tal vez el ideal es el Stary Rynek o Plaza Mayor. Se encuentra rodeada de llamativas casas de estilo gótico, renacentista y barroco construidas por la antigua burguesía, que dan un precioso toque de color al conjunto. Sin embargo, gran parte las construcciones, también en las calles adyacentes a la plaza, fueron reconstruidas en los años ‘50 después de la destrucción que dejó la II Guerra Mundial.

La plaza es cuadrada y en cada esquina hay una fuente. La más antigua que data del siglo XVIII, es en honor a la diosa Prosérpina, la deidad de la primavera que en esta parte del mundo significa el final del crudo invierno. Las otras tres (Marte, Neptuno y Apolo) son más modernas aunque inspiradas en fuentes del siglo XVI.

En esta plaza llama la atención la torre del ayuntamiento y su reloj central, que diariamente marca el mediodía con dos cabritos que se cornean siguiendo una vieja tradición del siglo XVI y que son el símbolo de esta urbe de seiscientos mil habitantes. En el interior del ayuntamiento existen dos museos: el de la Historia de Poznan con objetos y recuerdos relacionados con la vida allí desde el siglo X, y el de Instrumentos musicales, el único de este estilo en el país. Delante del ayuntamiento, el turista encontrará una pequeña sorpresa: la picota donde antaño se aplicaban las penas de muerte.

La Catedral de Poznan al atardecer, vista desde la zona posterior. (Oficina de Turismo de Poznan)

Entre las joyas arquitectónicas de la ciudad, una imperdible es la iglesia de los Franciscanos, construida entre los siglos XVII y XVIII y que se destaca por sus capillas, generosas en ornamentación barroca. Pero sin duda la Iglesia de San Estanislao, levantada por la orden de los jesuitas entre 1651 y 1732, cautiva por sus tres naves, y sus pinturas y esculturas de alto valor. Junto a ella está el colegio jesuita, un bello edificio de cuatro pisos que en 1806, durante casi tres semanas, fue residencia de Napoleón y hoy es sede de oficinas municipales.

El Fortín Winiary, situado al norte del casco histórico, es uno de los atractivos más elegidos por los viajeros. En la primera mitad del siglo XIX, los prusianos construyeron en estos terrenos un gran fortín que fue destruido en 1945. En la actualidad, allí se extiende un parque que ocupa alrededor de 100 hectáreas y en el que llaman la atención las originales esculturas de Magdalena Abakanowicz, una destacada artista polaca de 84 años.

Aunque si nos detenemos en el sello germánico en Poznan, hay que llegar hasta el Castillo Imperial, un palacio de estilo neorrománico edificado entre 1905 y 1913, bajo mandato del emperador Guillermo II. El edificio no es muy llamativo pero merece la pena subir a su terraza para obtener unas preciosas vistas de la ciudad. Además, nos da una muestra certera del intento alemán de germanizar sus posesiones polacas.

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