Casi sin señal para celular o Internet y con un viento árido que curte la piel y desparrama la tierra arenosa, San Antonio de los Cobres en uno de esos poblados calmos que permite acercarnos a un pasado que parece congelado en el tiempo. Ubicada en la puna de Salta, a 165 kilómetros de la capital provincial y a 3.775 metros, lo que lo convierte en una de las ciudades más altas del país, en sus alrededores hay unos 6 mil habitantes que hacen de la cultura, la gastronomía y de los paisajes andinos una industria turística en pleno desarrollo.
En medio de sus calles, las construcciones en su gran mayoría de adobe, de edificación baja y uniforme, atraen a los turistas que buscan tomar postales increíbles, comer al paso, y también ser parte de actividades como paseos en llama, excursiones en vehículos a salares y minas de la región y visitas a mallines congelados. Aunque también se puede hacer turismo rural y hospedarse en granjas familiares o realizar trekking por los cerros cercanos a la ciudad, aunque se debe contemplar que el clima de la puna dificulta los movimientos de quienes llegan del nivel del mar.
El nombre San Antonio recuerda al protector de mulas, santo patrono de arrieros y viajeros; mientras que el sufijo deriva de los yacimientos de cobre que existen en sus cercanías. Frío y ventoso, asentado en el centro de un valle agreste, en la parte más baja de la espectacular Quebrada del Toro, y junto al río que repite su nombre, el pueblo permite contemplar, entre otros atractivos, el magnífico Nevado de Acay, así como acceder al destacable yacimiento arqueológico de Tastil.
La dura vida de estos pobladores tiene dos revanchas al año: una es el Carnaval Andino, en febrero, y la otra es la Fiesta de la Pachamama. Esta es el momento más expresivo de esta región, donde creencias y rituales ancestrales paganos incas se confunden y disfrazan con la religión católica. La evangelización no logró extirpar el culto a Pachamama (Madre Tierra), la deidad más importante, de la vida espiritual de las comunidades aborígenes del norte argentino, ni terminó con las manifestaciones rituales campesinas con las que se la venera. Esta ceremonia ancestral se realiza, con profunda devoción, cada 1° de agosto en agradecimiento a la tierra por sus frutos y sirve como imán para la llegada de viajeros.
Otro factor importante en el desarrollo turístico del pueblo es el Tren a las Nubes, la famosa formación que llega a 4.220 metros de altitud unos 20 kilómetros al oeste, en el viaducto Las Polvorillas. Este tren turístico parte dos veces por semana desde la ciudad de Salta y en San Antonio de los Cobres es recibido con por los vecinos, comerciantes y turistas. Allí, los pasajeros descienden para regresar a Salta en buses dispuestos por la compañía ferroviaria, pero antes pasean por el pueblo, consumen, compran y algunos pernoctan para disfrutar unos días de los nuevos servicios turísticos o emprender un viaje hacia otro punto de la puna.