Ubicada en un lugar privilegiado por su naturaleza dentro de la provincia de Buenos Aires y con más de 240 años de historia, Chascomús se destaca como un importante centro turístico y cultural en constante crecimiento. Desde el imán que es la laguna para todos los visitantes hasta sus calles de estilo colonial, la ciudad bonaerense siempre es una buena opción para hacer una escapada.
Calles de empedrado, esquinas sin ochavas, paseos en barco y atardeceres de cielo naranja, son algunas de las propuestas de la localidad con aires y costumbres de un pueblo.
Fundada en 1779 como un fuerte de avanzada del virreinato del Río de la Plata contra los indígenas, Chascomús es un sitio interesante para los amantes del pasado y para los que buscan tranquilidad en familia, buena gastronomía y practicar deportes a cielo abierto.
Para recorrer con una cámara de fotos en mano, Chascomús cuenta con el casco antiguo alrededor de la plaza principal, el parque Libres del Sur, el Museo Pampeano que transita la historia prehispánica y la costanera de la laguna, rodeada por una variada flora y fauna, donde se practica natación, remo, vela, canotaje, jet ski, windsurf, kitesurf y pesca, entre otras actividades deportivas. Tiene un centro comercial que está en crecimiento, bares linderos a la laguna y una carpa de microemprendedores en donde se venden productos regionales.
Un espejo único
La laguna homónima es uno de los principales espejos de agua de la provincia y el más grande del sistema de Encadenadas. Con una extensión de 3.000 hectáreas, dos metros de profundidad promedio y costas donde alternan playas con barrancos, es recorrida por un camino perimetral donde hay clubes náuticos e instalaciones que facilitan la práctica de los deportes acuáticos, la navegación y la pesca del pejerrey.
Desde el agua se pueden disfrutar excelentes vistas de la naturaleza e imponentes atardeceres. Mientras que contemplar el atardecer resulta un momento inigualable en la costa. También muchos eligen recorrer los 30 kilómetros del Camino de Circunvalación de la laguna.
En Coffate, que funciona a orillas de la laguna, se pueden degustar delicias gastronómicas y acceder al muelle flotante. También hay juegos náuticos que incluyen cuarenta botes con capacidad de entre una y hasta cinco personas: yates eléctricos, barcos de choque, barcos a pedales y barcos redondos eléctricos.
En la ciudad dicen que la laguna tiene mil paisajes. Un día sin viento, cuando el agua está planchada, parece un espejo que refleja las nubes blancas. Si corre un poco de aire, la reverberación en el agua trasmite calma. En cambio, una tarde de tormenta, el oleaje contra la muralla de piedras es una postal furiosa. También sus colores siempre acordes al cielo celeste, amarillo o naranja, son cambiantes según las épocas del año, la hora y desde qué punto uno la contemple.
Algunos lugares predilectos para sentarse a mirar son las barrancas de “La Bajadita”, “Las Escalinatas”, el espigón o el parque Libres del Sur. Para los chascomunenses no hay dudas: lo que el turista no se puede perder es ver caer el sol detrás de la laguna.
Estilo colonial
En el casco histórico las casas de frente alto, con molduras y pintadas de colores fuertes; las veredas angostas y las calles de empedrado rectangular, conforman un escenario colonial. En la puerta del Almacén del Turista, San Martín y Alsina, una esquina sin ochava tono salmón, se puede ver todavía en el cordón de la vereda una argolla metálica para amarrar los caballos. Ese edificio tiene 200 años y era un almacén de ramos generales.
En el barrio que fue origen de la ciudad hay otras construcciones que datan del siglo XIX, como el Conservatorio de Música y La Botica de 1852 hoy restaurada como restaurante y espacio cultural, aunque los edificios más destacados son los que rodean la plaza Independencia, un poco más al centro: la casa en que vivió el ex presidente Raúl Alfonsín, el Banco Nación, la Catedral Nuestra Señora de la Merced, el teatro Brazzola y el Club de Pelota, una construcción de estilo vasco, entre otros.
Párrafo aparte merece la Municipalidad, obra del arquitecto de las pampas, Francisco Salamone. Fue construida en 1939 mediante un plan de obras de la provincia de Buenos Aires, sin embargo, es el único en su estilo “ecléctico” y fue la última obra dentro de las sesenta que el artista realizó en Argentina. Posee hall de entrada en planta baja y un salón de los espejos con cúpula central en planta alta donde funcionan el poder ejecutivo y legislativo local. Esta edificación reemplazó al antiguo cabildo que servía de escuela, asiento de autoridades, juzgado de paz, comisaría, lugar de bailes y de reuniones.
Rumbo al pasado
En este trecho, una visita ineludible es la casa de Vicente Casco, que supo ser escenario de la película Camila. Se trata una construcción sobria de estilo colonial que data del año 1831, con ventanas enrejadas, una entrada por el centro y dos patios internos. Fue la primera vivienda de dos plantas del naciente pueblo y contaba sólo con una escalera de mano que sus dueños podían levantar una vez que se encontraban arriba. Era un sistema de protección contra los malones indígenas. Entre tantos hechos que transcurrieron en ella, se pueden mencionar los festejos federales tras el triunfo en la batalla de Chascomús contra el levantamiento revolucionario de los Libres del Sur.
Más allá del casco histórico, se encuentra la Capilla de los Negros, Monumento Histórico Nacional y declarada por la Unesco como parte de la “Ruta del Esclavo en el Río de la Plata”. Su historia se remonta a 1862 cuando los negros libertos que vivían en Chascomús construyeron la capilla en adobe, piso de tierra, algunas ventanas y techo de paja sostenido con cañas y tiento de cuero. En el lugar los negros festejaban su religiosidad y realizaban actividades culturales para recordar a su lejana África.
El cuidado en la preservación de la capilla fue heredado de generación en generación. Un legado cultural familiar que comenzó en 1862 con Luciano Alsina, uno de sus fundadores. El sitio fue abierto a la comunidad por su nieta Doña Eloisa y en la actualidad recibe a todos aquellos que quieran conocer la historia de los esclavos, el candombe, la libertad y su mística.
A mediados del siglo XIX, la Capilla de los Negros sirvió como centro de asistencia para los afectados por las epidemias de fiebre amarilla y cólera.