Más allá de las particularidades que la hacen diferente a otras metrópolis, como estar rodeada por unos 15 volcanes y ser la segunda capital más alta de mundo, Quito es la única ciudad del planeta cortada por la línea imaginaria del Ecuador, el meridiano que divide al mundo en dos hemisferios, el Norte y el Sur.
Además de ser el centro histórico más grande y mejor conservado del continente es el más antiguo sitio en ser declarado patrimonio de la Humanidad (1978). Construido a los pies del volcán Pichincha, conserva sus calles repletas de iglesias, monasterios y todo tipo de monumentos y se consagra como ciudad libre desde 1812.
Es un lugar ideal para recorrer a pie, sus calles peatonales invitan a perderse y encontrarse con rincones que roban el aliento, como la Plaza de la Independencia –o plaza Grande-, la plaza de San Francisco, la Catedral Metropolitana o Iglesia de la Compañía de Jesús, aclamada por su deslumbrante interior.
Centro histórico
El de la capital de Ecuador es considerado el más grande y mejor conservado de América. En él confluye la vida cotidiana de miles de comerciantes, religiosos, turistas, funcionarios públicos, turistas. Entre edificios históricos como la iglesia La Compañía de Jesús, obra cumbre del barroco en América, con su interior labrado y recubierto en láminas de oro.
También hay que recorrer la Plaza Grande, núcleo de importantes gestas históricas que narran la historia del país, y el complejo religioso de San Francisco. Y no perderse un paseo por La Ronda, una antigua calle con talleres y oficios tradicionales que por la noche se viste de bares.
Cerro El Panecillo
Si lo que se busca es una vista panorámica de la ciudad, hay que subir a la loma “El Panecillo” que corta la ciudad en dos, dividiéndola en Norte y Sur. Desde allí se ven los barrios típicos y el centro histórico.
Coronado por una enorme estatua de la de la Virgen de Quito (tiene más de 7.000 piezas de aluminio), está prácticamente en el centro mismo de la ciudad, y desde su cima -a 3.000 metros de altura- se obtienen perfectas panorámicas de la ciudad ondulando entre laderas, con su impresionante cifra de 43 iglesias católicas en un radio de 8 cuadras en torno de la Plaza Grande.
Gracias a que Quito está rodeada de volcanes y por lo irregular de tu terreno, desde las regiones elevadas se obtienen excelentes vistas no solo de la ciudad, sino la periferia geográfica, que es tan rica como su historia y cultura.
La mitad del mundo
Uno de los lugares más visitados en Quito es el monumento “Ciudad Mitad del Mundo”. En el predio hay varios museos en donde se puede entender acerca de cómo se llegó a determinar la exacta posición del Ecuador.
Los franceses fueron los primeros en determinar la “latitud 0” del planeta, en el siglo XVIII, pero con la llegada de los GPS, se descubrió que le habían errado por poco. Así que el famoso monumento coronado por un planeta de cinco toneladas quedó para las fotos. En el predio, hay también restaurantes, un pequeño centro comercial y el edificio de la Unasur. Sin duda alguna, este lugar es un imperdible.
La Ronda
En sus inicios fue una cantera y luego huerto de la ciudad. También sirvió como vía de comunicación del imperio inca. A finales del XVIII comenzó a ser poblada.
En la primera mitad del siglo XX fue refugio de artistas, que retrataron en sus canciones y cuadros la vida bohemia de La Ronda. Paulatinamente fue deteriorándose y despoblándose. En los últimos años, y luego de un severo proceso de restauración, la Ronda ha recuperado su esplendor. Hoy en día ofrece una amplia oferta de restaurantes, tiendas y locales de música en vivo.
Museo Templo del sol
En la Mitad del Mundo, vía a Calacalí, en la entrada al volcán Pululahua, se levanta imponente una edificación de piedra que por sí sola constituye un arte: el museo Templo del Sol, en cuyo interior se albergan piezas precolombinas y cuadros del maestro quiteño Cristóbal Ortega. El artista fue el mentalizador y creador de esa obra, que buscó trasladar al presente las grandes estructuras de los pueblos quitu-cara.
Tiene 500 metros cuadrados de construcción y fue armado con la misma piedra de los Andes (andesita), la más rústica según la descripción de Ortega, quien con las manos la labra y da brillo. El recorrido dura aproximadamente una hora con su guía respectivo y la excursión incluye una sesión de aromaterapia y té de hoja de coca de cortesía del museo.
Barios con onda
La noche quiteña tiene buena vibra, sobre todo en los barrios La Mariscal, La Floresta y Guápulos, con una sucesión de restaurantes, cafés, bares y discotecas. Música, gastronomía local e internacional, fiesta y alegría quiteña.
En La Mariscal hay muchas de las tiendas y galerías de diseño contemporáneo, así como galerías de arte y anticuarios.
La Floresta, en tanto, es el epicentro hipster de la ciudad. Es un barrio con casas de estilo neoclásico, amplias aceras y lugares para pasear. Y abundan las tiendas de diseño, bares customizados y personajes rabiosamente modernos.