Graciosos, refinados, aunque algo tardos en sus movimientos. Así son los pingüinos de Magallanes que copan la costa marítima de Chubut cada año para ampliar sus familias. Llegan cada año durante octubre, aunque un mes más tarde comienzan a nacer los pichones y Punta Tombo pasa a vivir al ritmo manso de estos animales monógamos, ya que mantienen de por vida la misma pareja, a la que cuidan de sus principales predadores.
El Área Natural Protegida, ubicada 100 kilómetros al sur de la capital del Chubut, quedó desde ahora habilitada al público ante la llegada de las primeras mangas de pingüinos de Magallanes tras dos años sin recibir visitantes por la pandemia.
La reserva muestra para esta temporada el “Sendero de la Pingüinera”, que posee 3 kilómetros de ida y vuelta, con diferentes miradores para observar, fotografiar y disfrutar del paisaje frente al mar y en medio de los nidos.
Respecto a los senderos y las obras de mantenimiento, el ministro de Turismo y Áreas Protegidas de Chubut, Néstor García, detalló que desarrollaron acciones “para que la experiencia del público sea cada día mejor en materia turística y en la concientización ambiental, incorporando todos los años algo, en este caso cartelería informativa y miradores bien mantenidos”.
Los pingüinos están llegando “por mangas” a la reserva para dar inicio en breve a la etapa de apareamiento, incubación y adiestramiento de las nuevas generaciones y, a diferencia de lo que ocurrió el año pasado por la pandemia, esta vez no quedará fuera de la vista de los turistas.
La reserva tiene una superficie de 210 hectáreas que llega a ser la más poblada del continente con más de un millón de pingüinos cuando la familia se completa.
Los ejemplares de “Spheniscus magellanicus”, tal su nombre científico, son muy amigables y permiten que se les tomen fotografías, filmen o contemplen desde muy cerca.
Al atractivo central de los pingüinos se suma la coexistencia con una variada fauna de aves marinas, como los cormoranes, gaviotas cocineras, gaviotas australes, gaviotines, skuas y ostreros.
También merodean la reserva otras aves propias de la estepa patagónica, como choiques, martinetas, chingolos y calandrias, y completan el cuadro de la activa colonia ecológica los mamíferos de la zona como guanacos, maras, zorros, piches y peludos y otros carroñeros atraídos por los huevos.
Los primeros ejemplares en llegar son los pingüinos machos, que comienzan de inmediato a reacondicionar sus nidos, y, luego, inician su “desembarco” las hembras que en pocas semanas comenzarán a poner dos huevos y tras 40 días de incubación compartida con el macho, vigilarán el nacimiento los pichones. Tanto las hembras como los machos preservan el nido y alimentan a las crías con anchoítas y calamar.
Estos pichones nacen cubiertos de un plumón gris oscuro que en febrero lo mudan por un plumaje juvenil que les permitirá realizar sus primeras incursiones en el mar para buscar su propio alimento a la espera de adquirir el plumaje adulto que obtendrán -si sobreviven a las duras condiciones- recién el año que viene.