El origen de Quemú Quemú, como el de la mayoría de las localidades pampeanas, está signado por el tren, que llegó un año antes de la fundación, registrada en 1908. Ubicada al noreste de la provincia, a 130 km Santa Rosa y con algo menos de 4.000 habitantes, supo ser tierra de los antiguos pampas para luego ser un reducto donde llegaron alemanes del Volga, católicos irlandeses, italianos del Piamonte y hasta gallegos.
Hoy este sitio cuyo nombre tiene una acepción bastante difundida sobre “lugar de festividades” y otra vinculada al calor implacable (“me quemo, me quemo”, decían los indios), atrae por un monumento que está entre los más curiosos del país: una construcción de más de 40 metros que recuerda al expresidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy.
A la vera de la Ruta Provincial 1 y a unas 25 cuadras del centro de Quemú Quemú, se yergue el curioso monumento de hormigón, con una altura similar a la de un edificio de 10 pisos y que fue inaugurado en mayo de 1967. El bloque emerge de la planicie y desde hace más de 55 años genera amores y odios. La polémica, además, volvió a escena en 2019, cuando fue declarado Monumento Histórico Nacional, lo que implica que no podrá ser vendido, relocalizado, destruido o restaurado.
A Kennedy lo mataron el 22 de noviembre de 1963. Tiempo después, el profesor Fernando Demaría, oriundo del pueblo y graduado en Harvard, propuso hacer un homenaje al presidente norteamericano. Y Lincoln Presno, artista uruguayo, fue el diseñador de la escultura.
El inicio
Cuentan que el ideólogo vendió 2.200 hectáreas de un campo familiar para financiar la obra rodeada de llanura, compuesta de líneas rectas que apuntan al Norte y a la vez hacia la ciudad pampeana. Además, la obra contó con el aporte de pobladores a quienes les dieron un título de adquisición, y de donaciones del Estado y políticos.
Para la obra se usaron 700 toneladas de piedra triturada; otras 700 de arena de río; 4500 bolsas de cemento y 29 toneladas de acero especial. La empresa la hizo en 11 meses y empleó a una veintena de empelados para terminarla.
Sobre la parte superior del gigante de hormigón se puede leer “Ave María”, ya que Kennedy era uno de los pocos presidentes norteamericanos que practicaba la religión católica. De acuerdo a lo que planteó en su momento el escultor, esta especie de “A gigante”, simboliza el espíritu eterno y ascendente de Kennedy. El prisma triangular que al caer dio origen a ese espacio, representa la horizontalidad de la muerte. Y el cruce de la muerte y la vida, da origen a la cruz.
Más allá del significado, la inauguración del monumento, el 29 de mayo de 1967, estuvo envuelta en una fuerte polémica. En tiempos de dictadura de Juan Carlos Onganía, administraba la ciudad el intendente de facto Justo Kaminsky.
En medio de alumnos con sus guardapolvos blancos, vecinos y un cura que bendijo la obra, esa jornada estuvo marcada por la presencia de Rafael Squirru, director del Departamento Cultural de la Organización de Estados Americanos (OEA), quien había estado con JFK en la Casa Blanca 48 horas antes del magnicidio. En medio de la llanura, el hombre dio un discurso que no pasó desapercibido.
Al parecer, el tío de la famosa astróloga Ludovica Squirru, irritó con su perorata al intendente militar, quien lo mandó a detener por el comisario. Sin embargo, pese a estar entre “la espada y la pared”, el jefe policial buscó una salida diplomática y le dio indicaciones para que escape del lugar por caminos rurales para tomar después la Ruta Nacional 5.
Más atractivos
Pero Quemú Quemú tiene mucho más para mostrar a los visitantes. A poco del arco de entrada del poblado, está el Museo de Carruajes y Vestigios de la Tradición Nacional, de Héctor Clemente Gambarini, una parada obligada.
La arquitectura del anexo, de techos y galerías bajas, con palos de quebracho, ventanas de pinotea reducidas, con sus postigos y barrotes, emula a los antiguos ranchos de La Pampa con paredes de adobe y techos de paja.
Entre los elementos repletos de historia que se pueden apreciar allí están las cajoneras de la antigua Casa Llorente; la maquinaria de la ex imprenta “El Pueblo”; y diversos elementos de los primeros colonos del lugar. Además de cientos de libros, se exhiben mostradores de pulpería; choperas de estaño; un surtidor restaurado; y las estrellas del lugar: unos 50 carruajes de todo el país.