Fascinante. Donde la tradición y la modernidad se dan la mano. El país que hace del orden una bandera. Así es Japón, un archipiélago de más de 6.800 islas que, en total, ocupa 378.000 kilómetros cuadrados y en donde viven más de 126 millones de personas. La tercera mayor economía del mundo, que organiza los Juegos Olímpicos de este año, esconde entre sus rincones templos, jardines zen perdidos entre montañas y santuarios sintoístas que muestran su espiritualidad. Pero también deslumbra con las luces, la tecnología y el frenesí de sus grandes ciudades.
Reservados como educados, los japoneses estás acostumbrados a vivir a un ritmo y con tradiciones, no raras, pero sí que distan de los países occidentales. Por eso, en el día a día, el viajero puede experimentar un choque cultural frente a comportamientos cotidianos como la de inclinarse para saludar o descalzarse para ingresar a casas, templos o comercios. También hay curiosidades como la ausencia total de papeles en la calle o que en cada esquina haya una máquina expendedora de algo (dicen que existe una por cada 23 personas).
Pero hay mucho más para sorprenderse: modernos inodoros con opciones como calentar el asiento o chorros de agua para limpiarte, la mayoría de calles sin nombre, o muchas de ellas, comerciales, techadas (en Tokio hay más de 500).
La mayor parte de la población se concentra en las grandes ciudades de las cuatro islas principales: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu. En Honshu, la más extensa, se encuentran algunas de las urbes que más se conocen y que los viajeros suelen tener en sus itinerarios: Tokio, Kioto, Yokohama, Osaka e Hiroshima.
Muchos de los símbolos de la Edad Media continúan presentes en la sociedad actual en templos y santuarios, sean budistas o sintoístas, que nos desplazan a otros tiempos. Y son las geishas, esas mujeres rodeadas de un halo de misterio, el vivo ejemplo de que el Japón feudal existe en la actualidad. Pero todo va de la mano de ciudades plenamente vanguardistas, de amplias avenidas, de moda internacional, de trenes súper rápidos, de informática de última generación. Y si se trata de hacer un itinerario de un par de días, hay paradas obligadas.
Tokio, siempre se levanta
Ubicada en la zona centro oeste de la isla de Honshu, esta ciudad de algo más de 13 millones de habitantes (unos 40 millones si se suma el gran Tokio) es la más extravagante de todas las grandes metrópolis construidas por el ingenio humano.
La ciudad fue hace unos cientos de años una modesta aldea de pescadores. Su fundación data de 1457, año en que Ōta Dōkan construyó el castillo Edo. Desde entonces, soportó asedios, incendios, terremotos (el de 1923 fue el peor), tifones y destrucciones de barrios enteros a cargo de los bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, nada de esto impidió que en la actualidad, su monstruosa y densa área metropolitana albergue a millones de personas que todavía luchan por mantener sus tradiciones ancestrales y, al mismo tiempo, viven entregados a la furia de la tecnología. Es ese centro, dividido en 23 barrios, cada uno con su propia personalidad, el que atrae a los viajeros de todo el mundo.
Atravesada por unos 60 ríos con una importante red de canales que desembocan en la bahía, sobre los cuales hay 5.200 puentes, entre los sitios que atraen a los turistas están el Estadio Kokugikan de sumo, el teatro de Kabuki de Ginza, el festival matsuri en el santuario de Kanda Myojin y el mercado callejero de Ameyoko, en el Parque Ueno. Justamente en los jardines de éste se encuentran gran parte de los museos (el Nacional de Tokio, el de Ciencia de Japón, el de Arte Occidental), un santuario y el parque zoológico más antiguo del archipiélago.
En Tokio lo viejo y lo nuevo conviven incluso en los mismos barrios. Es bastante común caminar entre bulliciosas avenidas del barrio Shibuya, sitio de la moda y las tendencias, y de repente, a la vuelta de una esquina encontrarse con pequeños templos budistas. Conocido por ser parte de varias películas, cada vez que un semáforo se pone en verde los peatones inundan las calles y son un claro ejemplo del caos ordenado.
Shinjuku, atrae por sus luces y su estilo fashion con los rascacielos más altos. En este barrio se puede obtener una magnífica panorámica de la ciudad desde el impresionante edificio del Ayuntamiento (Tôchô), desde el que en los días claros puede verse el monte Fuji. Y Mientras Ginza es el barrio top y con el metro cuadrado más caro del país, Akihabara es uno repleto de tiendas de cámaras digitales, computadoras y smartphones.
Aunque si la idea es darse una vuelta por el pasado y respirar una atmósfera de otros tiempos, hay que llegar Asakusa, donde los templos reemplazan a los carteles electrónicos. Su atracción principal es el templo budista Senso-ji, construido en el siglo VII. Cerca de allí, ya en el barrio de Sumida está la Tokio Skytree, la torre de televisión más alta del mundo con 634 metros. Desde su observatorio ubicado a 450 metros, se contempla el Monte Fuji.
Otro punto interesante es la Bahía de Tokio y Odaiba. Esta zona fue ganada al mar y allí se han construido centros comerciales y parques temáticos futuristas. Cuentan los japoneses que desde aquí se contemplan los mejores atardeceres con la metrópoli de fondo.
Kioto, entre geishas
Dos horas y 40 minutos en el tren bala separan Tokio de Kioto, la capital de la región de Kansai. Rodeada de montañas que la protegieron de los tifones y terremotos que afectan al litoral, fue casi un milenio la sede de la Corte Imperial, así como de otras instituciones oficiales que se mantuvieron en vigor hasta el siglo XIX.
Templos y santuarios, como los de Kiyomizu-dera o Kinkakuji, y los cercanos bosques de bambú de Arashiyama, suscitan el interés de multitud de turistas. Este último es un hermoso espacio natural rodeado de esta planta gramínea en forma de caña. El ecosistema se destaca por las sombras de clorofila y el susurro que produce el balanceo suave de los troncos de bambú.
El Castillo de Nijo es una de las construcciones más impresionantes y suntuosas. Levantado en el siglo XVII, fue la residencia de la poderosa familia Tokugawa durante sus pocas visitas allí y es uno de los ejemplos paradigmáticos de las construcciones japonesas de la época del shogunato. Muy cerca se encuentra el Palacio Imperial, un impresionante conjunto de palacios, pabellones y jardines que fue la residencia oficial de los emperadores de Japón hasta el traslado de la capital a Tokio.
Kioto es también la ciudad de la tradición, de las geishas y maikos (aprendices de geisha), de las casas de té tradicionales (ochaya), de los quimonos y de las recoletas callejas del barrio de Gion, donde es común caminar y ver a las mujeres en sus vestimentas tradicionales.
Pero es también un sitio moderno y vibrante, en la que se concentra buena parte de la industria cinematográfica japonesa y el mayor museo de manga del mundo, y en cuyo centro, trazado en el siglo VIII según un diseño de cuadrícula, se levantan elegantes almacenes en bulliciosas avenidas comerciales, además de una enorme red de galerías cubiertas que albergan todo tipo de tiendas y el atiborrado mercado de comida Nishiki.
Yokohama pisa fuerte
Yokohama, la segunda ciudad más grande de Japón, es una de las primeras que se abrieron a los residentes extranjeros durante la Restauración Meiji (1868-1911), el emperador que abolió los privilegios feudales e inició la transformación del país tanto económica como administrativamente. Situada a tan sólo 30 km del centro de Tokio, es una metrópoli portuaria llena de actividad. Algunos dicen que es una extensión menos tumultuosa de la capital japonesa.
Como está a las orillas del mar, los visitantes pasan el día junto a la playa. Sin embargo, el destino es famoso por el Museo del Ramen y sus parques de diversiones, así como los centros empresariales que la han hecho crecer.
Para los futboleros está el estadio inaugurado en 1978 y para los que no lo son pueden ir hasta el Museo del Juguete con unas 3 mil piezas, conocer la Marine Tower que aparece en el libro Guiness como la torre más iluminada del planeta o bien darse una vuelta por el Parque Yamashita, un antiguo del paseo marítimo, para visitar el Hikawa Maru, un barco de pasajeros de 12 mil toneladas de los años ’30.
Se puede llegar en tren o autobús fácilmente, ya que está a sólo 30 minutos de la estación de Tokio. Muchas de las áreas de interés turístico son accesibles a pie, ya que la ciudad está bien conectada en su totalidad, y hay múltiples espacios públicos destinados exclusivamente para peatones.
Osaka es diversión
Ubicada a dos horas y media de Tokio gracias al tren bala y sobre la desembocadura del Río Yodo, Osaka, uno de los puertos y centros industriales más importantes, es la tercera mayor ciudad de Japón con unos 3 millones de habitantes.
Suele decirse que es una ciudad dedicada al entretenimiento. La inmensa cantidad de comercios ofrece algo que ver en cada esquina, una detrás de la otra. Además, es considerada la capital culinaria de todo el país, justo detrás de los restaurantes de gran turismo establecidos en Tokio.
Moderna, innovadora, algo más ruidosa que el resto, cuenta con atractivos que la hacen distinta, como ser el mayor centro de venta directa de fábrica de la isla, tener una de las norias más altas del mundo, el mayor acuario del planeta y contar con el único parque de atracciones de los estudios Universal fuera de los Estados Unidos.
Pero si el repaso por la historia nos atrae, el Templo Shi-Tennoji, un complejo de santuarios ubicado en una zona muy tranquila, es un imperdible. Allí, Isshinji es un templo muy particular por la estatua Buda llamada Okotsubutsu: cuentan que está hecha con restos humanos auténticos.