viernes, 6 diciembre, 2024
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Senderos para descubrir El Palmar

Con cinco circuitos, el senderismo en el Parque Nacional El Palmar, donde flora y fauna conviven armónicamente en 8.213 hectáreas, promueve especial atención entre los turistas que arriban cada año por la ciudad de Colón, en la provincia de Entre Ríos.

Esta manera de recorrer la extensa reserva, permite conocer de cerca las palmeras yatay y los pastizales, la biodiversidad del Río Uruguay y el patrimonio histórico de las ruinas jesuíticas, lo que la convierte en una experiencia sustentable, teniendo contacto directo con la naturaleza. Cada recorrido está bien delimitado y cuenta con cartelería interpretativa para que en su trashumar, el visitante vaya comprendiendo tanto estímulo: los sonidos, los aromas, los colores, las texturas

El sendero más típico es el del mirador La Glorieta. También está el Mirador del Palmar, el Sendero del Yatay, el Sendero del Mollar y el Sendero de Ruinas Históricas. Se está trabajando desde el Parque Nacional para inaugurar en el corto plazo un nuevo sendero, que recorrerá la costa del Río Uruguay que bordea El Palmar, y se proyecta a mediano plazo recuperar un antiguo recorrido entre pastizales.

El sendero en torno del mirador La Glorieta tiene una extensión total de mil metros y una forma circular, que arranca y termina en el mismo lugar. Desde allí, el visitante puede tomar dimensión, a la distancia y en altura, del tamaño del Parque Nacional y de la inconmensurable cantidad de palmeras yatay que le habitan. Se trata de un mirador natural a orillas del Arroyo Palmar, que brinda a los visitantes las postales ineludibles. Es un sendero relativamente corto, con perspectivas inolvidables.

Un sendero verde para conocer en calma. (Parques Nacionales)

El sendero del mirador del Palmar se desvía seis kilómetros del camino principal, rumbo del Arroyo Palmar. El paisaje allí es tan solemne como silvestre. Fruto del cuidado del Parque Nacional y principalmente, de la manera en que la selva en galería se vincula con el arroyo, se imponen postales de frondosas arboledas y de un espejo de agua marrón, que serpentea las costas.

Desde el camping del Parque Nacional arranca el sendero El Mollar, que se extiende durante 1400 metros y se vincula por un pequeño camino con el arroyo Los Loros. En este sendero, se aborda la problemática de la convivencia entre la flora nativa y las plantas exóticas e invasoras que se han incorporado a la biodiversidad de la región. Esta “invasión” dio inicio cuando la actual intendencia del Parque era el casco de una estancia. Paraísos, fresnos y ligustros, entre otras especies, fueron incorporadas a este ecosistema, generando una conflictiva coexistencia. El sendero de El Mollar permite vivenciar esta situación, desde el corazón mismo de la vegetación del lugar.

El “Sendero del Yatay”, en un trayecto de 600 metros centra su interés en la especie más destacada del Parque Nacional: la palmera yatay. Se trata de una especie que se estima puede llegar a vivir entre 200 y 400 años y puede alcanzar los 12 metros de altura. Este recorrido comienza y culmina en el “Sendero de La Glorieta”, con pastizales y palmeras hegemonizando el entorno, para dejar impávidos a los visitantes.

Finalmente, en el área de servicios del Parque Nacional nace el último de los senderos habilitados, que conduce a los caminantes entre la intendencia y lo que se conoce como el sitio histórico, que no es ni más ni menos que un conjunto de ruinas, contemporáneas de las jesuíticas de San Ignacio, más al norte, en Misiones. Este sendero pone el acento en el valor patrimonial que reside en esas construcciones y en el lugar central que ocuparon, cuando estaban activas, en el desarrollo económico y comercial de la región.

Carpinchos cruzan por un sendero del parque nacional. (Turismo Colón)

“El Yatay”, el fruto estrella

La palmera yatay (Butia Yatay) es la emblemática especie que presta su nombre al Parque Nacional. El fruto de esta palmera, fibroso y con un carozo en su centro, es todavía una gema poco explorada de la gastronomía, que suele hallarse en jaleas, licores e incluso panes; y es objeto de importantes experiencias culinarias, realizadas por maestros de la cocina.

Muy consumida entre los pueblos que ancestralmente poblaron la zona, este pequeño fruto anaranjado tiene su concentración máxima en la zona que alberga especies de palmeras de entre 200 y 400 años. La recolección del yatay es manual y casera; no se consigue en fruterías ni se comercializa por fuera del ámbito que lo cobija.

Se trata de una fruta de un sabor singular, que ofrece cierto grado de acidez y mucho aroma, con una concentración muy alta de azúcar e importantes propiedades nutricionales, como la vitamina A y C, gran fuente de potasio. Tradicionalmente, se la utiliza en licores y jaleas. Sin embargo, emprendedores gastronómicos lo vienen incorporando a sus recetas de manera experimental, en búsqueda de sabores novedosos, que genera una marcada impronta regional.

El chef César Lizarraga, por ejemplo, reconoció haber probado el fruto de yatay en vinagretas, porque la mezcla de dulzor y acidez da como resultado un sabor más que interesante. También lo ha incorporado en condimentos y salsas, en postres, como fruta y como jalea; e incluso en la preparación de panes.

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