viernes, 18 abril, 2025
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Caminos que desafían a las nubes

Entre caminos serpenteante, colores únicos y aire muy puro, las provincias argentinas esconden bellísimas cuestas. Para recorrerlas en auto o bicicleta, depende el nivel de aventura que uno quiera, estos caminos estás repletos de historia.

Cuesta del Obispo

Partiendo desde Salta hasta Cachi por la ruta provincial 33, se pasa por la Cuesta del Obispo, con su impactante mirador y los cóndores acechando desde las alturas. Llamada así porque en 1622 la máxima autoridad eclesiástica salteña de la época, Monseñor Cortázar, realizaba ese viaje de manera frecuente, los cerros aquí perforan las nubes plomizas.

En la actualidad, la cuesta de 20 km. es ancha, enripiada y permanentemente conservada. Al mirar hacia abajo nos encontramos con una alfombra verde que tapiza el valle. Y su pavimentación es intermitente debido a que presenta una marcada falla geológica visiblemente reconocible de color amarillento. 
En el camino presenta dos bifurcaciones: una que conduce a La Zanja, excelente zona porotera; y otra cerca del kilómetro 15 hacia que va hacia en descenso al Valle Encantado. Lugar este que hace honor a su nombre, poblado de lagunitas que se forman por las lluvias y gran cantidad de flores que contrastan entre las inertes formaciones pétreas bajo la atenta mirada de los cóndores que revolotean este sector del Parque Nacional Los Cardones.

La Cuesta del Obispo, un desafiante camino de 20 km. (Turismo de Salta)

El punto más alto es la Piedra del Molino, a 3.348 msnm, una auténtica roca de granito para moler, que no se sabe quién la dejó allí, ni por qué. Se encuentra dentro del parque nacional Los Cardones y, según el clima, es altamente probable que los últimos kilómetros se hagan con una niebla densa. El parque toma su nombre de la gran cantidad de ejemplares de cardón o pasacana, una especie característica de los valles, donde también hay huellas de dinosaurios de 70 millones de años de antigüedad y pinturas rupestres.

Cuesta del Lipán

Si uno está en Purmamarca, en la provincia de Jujuy, seguramente tendrá dentro de su agenda una escapada a las increíbles Salinas Grandes, un desierto blanco que sorprende a cada paso. Pero para llegar hasta este lugar, uno toma la ruta nacional 52 y atraviesa la Cuesta del Lipán, un zigzagueante laberinto de infinita belleza y gran desafío.

El camino laberíntico exhibe sin obstáculos los matices del paisaje y lo más indicado es no acelerar el paso. En su trayecto de 17 kilómetros desde Purmamarca, la ruta asciende desde 2.192 metros sobre el nivel del mar hasta alcanzar 4.170 metros de altura en Abra de Potrerillos, donde vale la pena detenerse para apreciar las imponentes vistas o fotografiar las manadas de vicuñas que suelen aparecer cerca del camino. El oxígeno escasea y acecha la amenaza de apunamiento.

En el camino a Salinas grandes hay que atravesar la Cuesta del Lipán. (Turismo de Jujuy)

Es sorprendente ver allí, en plena cuesta, pequeñas casitas con sus respectivos corrales, y gente que a esa altura vive cotidianamente abocada al criado de ovejas y llamas. La Cuesta se caracteriza por su serpenteo y paisajes extraordinarios recorriendo la Quebrada de Sepulturas y Lipán. Siguiendo algunos kilómetros más podemos visitar las Salinas Grandes o continuar por la ruta que va a la localidad de El Moreno.

Esta cuesta fue elegida como uno de los escenarios de Jujuy donde transcurre la historia de ficción que Guillermo Francella y Luis Brandoni protagonizan en la película “Mi obra maestra”.

Cuesta del Portezuelo

Desde San Fernando del Valle de Catamarca, sólo hay que recorrer unos 17 kilómetros para adentrarse en un paisaje mágico: la Cuesta del Portezuelo. Entre sus mil tonos de verde y a 1680 metros sobre el nivel del mar, alcanzar su cumbre viene con recompensa: una vista inigualable de la ciudad capital.

A medida que se sube por el zigzagueante camino de la ladera de la Sierra de Ancasti, es una experiencia imperdible entregarse al disfrute aire puro y de los colores de la vegetación. Y además, todo bajo la atenta mirada de un cóndor que surca el cielo despejado desplegando sus alas. Alrededor, los caseríos sencillos con patios de tierra que se contemplan a lo lejos regalan una postal tranquila y calma, tanto como el ritmo pausado que se vive en la zona.

La Cuesta del Portezuelo, entre sus mil tonos de verde. (Turismo de Argentina)

Luego de un paseo inspirador, reunirse a degustar dulces y confituras locales es detenerse para conocer la cultura del lugar. Así, uno puede disfrutar, entre mates y charla, de gaznates, rosquetes, torta de turrón, dulces de lima, cayote e higo, y las típicas nueces confitadas.

Los dulces y las confituras sorprenden al paladar y se acompañan con algún vino patero o licor, con el que se brinda y se celebra semejante reunión en medio de un paisaje que enamora. Coronar la travesía comprando excelente ají pimentón, comino, anís y nueces para regalar, o para traerse con uno y recordar los exquisitos sabores catamarqueños. Por la noche, las cenas acercan los sabores más tradicionales, como locro de maíz, charqui de llama, carne vacuna, de cabrito o de cordero, maridándolas con vinos regionales bajo el cielo estrellado.


Cuesta de Miranda

Construida a pico y pala en las primeras décadas del siglo XX sobre un sendero de arrieros y animales que supieron transitar los Incas, está a media hora del centro de Chilecito, la segunda ciudad en importancia dentro de La Rioja. Se extiende poco más de 12 km y alcanza los 2.000 m.s.n.m. y une el Valle de Chilecito con el del Bermejo.

Recorrerla, ya sea en 4×4, haciendo trekking o en bicicleta, permite descubrir un hermoso paisaje de brillante tierra roja, con mezcla de verdes y grises, y profundas quebradas rocosas.

El camino fue construido entre 1918 y 1928, sobre un antiguo sendero de arrieros, con materiales del lugar y un sistema de pircas a modo de defensa en las curvas más peligrosas.

La Cuesta de Miranda tiene alrededor de 400 curvas para “desafiar”. (Turismo de La Rioja)

La Cuesta de 400 curvas comienza a 35 kilómetros de Chilecito sobre la famosa Ruta 40, en un puente sobre el río Miranda, que se alimenta por deshielos. Si bien se debe circular a no más de 40 kilómetros por hora, el trayecto se vuelve vertiginoso por la cercanía de los paredones, las pircas y precipicios, a un lado, y otro del camino. Esto pone en desventaja a la persona que maneja, que debe estar concentrado en el camino. Aunque para eso están los miradores que exponen el valle en toda su extensión, donde la paz y el silencio de la montaña llaman a relajarse y disfrutar del contraste del rojo del suelo y las montañas azuladas y verdes del cordón del Famatina. 

Desde el último y más alto mirador, en Bordo Atravesado y a 2.020 metros de altitud se puede ver hacia atrás, como en un mapa, un panorama del camino de “hormigas” calado en las laderas en la década de 1920; hacia el oeste, parte de la precordillera, y hacia el sur, las Sierras de los Tarjados, donde está, muy a lo lejos, el Cañón del Talampaya y el Parque Nacional.

Cuesta de Guanchín

A la localidad de Guanchín, en la Rioja, única por sus tierras dedicadas a nogales y membrillos sobre las faldas del Famatina, se accede desde Chilecito, por la Ruta Provincial Nº 15, recorriendo 18 km por su pintoresca Cuesta, donde aguarda la amabilidad y siempre dispuesta atención de su gente. En la zona se puede practicar el trekking, camping y pesca de truchas.

Este hermoso valle es un lugar turístico por excelencia de clima fresco debido a su altura y proximidad al nevado. La humedad ambiente y los ríos con aguas permanentes favorecen la vegetación autóctona y la transforman en una zona ideal para el cultivo de nogales y frutales, donde membrillos, castañas, ciruelas y duraznos, son utilizados para la elaboración de exquisitos dulces caseros.

En su parte más alta comienza la Cuesta de Guanchín, con un sinuoso camino que atraviesa una angosta quebrada pedregosa, con bosques de acacias y algarrobos en las hondonadas, hasta arribar al valle con hermosas vistas preparadas para captarlas en una postal única desde la cuesta. Caminar a orillas del rio de aguas cristalinas, que bajan de deshielo durante todo el año, es conectarse con lo más profundo de la naturaleza en altura.

Las caminatas son ideales en torno a Guanchín. (Archivo)

Cuesta de Rehue

En Neuquén las araucarias crecen naturalmente desde Copahue al norte hasta San Martín de los Andes al sur, extendiéndose en mayor densidad en el departamento Aluminé. Allí, además, quedó transformado en piedra el vestigio de un milenario bosque de araucaria, el único fosilizado de su tipo del que se tiene registro.

Pero sin duda para conocer en todo su esplendor al pehuén hay que recorrer un circuito con forma de triángulo, formado al norte por la ruta provincial 13 de Primeros Pinos, al oeste la ruta 23 que acompaña la naciente del río Aluminé y al suroeste por la 46 de la bellísima cuesta de Rahue.

Se trata de un camino de ripio que se encuentra desde Aluminé a Zapala y si bien en invierno se pone complicado por la nieve y aconsejan hacerlo con cadenas, en primavera verano es tranquilo y disfrutable. Si te toca un día despejado, desde ahí existe una vista extraordinaria del Volcán Lanin y la fumarola del volcán Villarica, de Chile.

Rahue es un desfiladero de rocas con formas y colores que cambian según las estaciones del año. La naturaleza es generosa y puede bendecir un viaje con el vuelo de cóndores a la altura de Espinazo del Zorro o del mirador del Yao-Yao, donde las arcillas moradas y el verde del cobre en la montaña pintan un paisaje único en la Patagonia que alcanza los 2.839 metros.

Por la ruta de Rahue se ve de perfil el cordón del Chachil. En poco tiempo la montaña deja lugar a la meseta, que reaparece acompañada de la laguna Blanca, parada importante de los flamencos rosados.

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