Con 1,7 millones de habitantes, Belgrado, la capital de Serbia, es la tercera metrópoli más grande del sureste de Europa. Abierta al mundo durante el régimen de Tito (1945-1980), es un mosaico formado durante 27 siglos de civilizaciones superpuestas y un destino turístico cada vez más popular.
La antigua capital yugoslava se encuentra en dos cursos de agua internacionales, en la confluencia de los ríos Sava y Danubio, que la rodean por tres lados. Debido a esta posición, es conocida como el enlace a los Balcanes y la Puerta de Europa Central. Para tener una vista panorámica aún más amplia hay que subir a la Dizdareva Kula, una atalaya sobre la entrada este de la fortaleza que hace las veces de observatorio durante la noche. Por unos 30 centavos de dólar, los visitantes pueden disfrutar tras una subida por una estrecha escalera de una vista panorámica de los ríos y de la ciudad, que se extiende de forma desordenada por varios kilómetros sobre colinas.
Con una historia de tres milenios, está atrayendo tanto a personas mayores que quieren visitar una ciudad histórica al margen de los caminos trillados, como a jóvenes mochileros que buscan comida buena y barata, y diversión. Además, su historia atrapa y sus números hablan de ello: fue destruida 44 veces, cambió de “amo” en 65 oportunidades y 10 de nombre. Ruidosa, gris, desaliñada, es una ciudad única. Ni tan bella ni tan deslumbrante como otras capitales europeas, pero con una personalidad que atrapa desde el minuto uno de su visita.
Para los turistas, por lo general, el punto de partida para una visita guiada es la imponente fortaleza Kalemegdan, donde en sus murallas situadas en una colina yacen restos de numerosos pueblos que pasaron por allí: celtas, hunos, romanos, griegos y eslavos de todas las etnias, entre otros. La entrada es gratis y es fácil acceder a este lugar desde la zona peatonal en el centro. Este sitio se encuentra sobre una elevación de más de 120 metros de altura -donde alguna vez se enfrentaron romanos y celtas- y ofrece una vista impecable de la confluencia del Danubio y el Sava. A lo largo de la orilla de enfrente se extienden los barrios de Nuevo Belgrado con sus edificios prefabricados de la época comunista.
Muchas personas interesadas en la historia también se dirigen al Museo de la Historia de Yugoslavia o simplemente llamado “El Museo de Tito”. El mariscal Josip Broz Tito convirtió Yugoslavia en una variante más suave, sui géneris, de un Estado comunista de Europa del Este, buscando un camino propio entre los grandes bloques militares durante su largo régimen, desde la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte en 1980.
Otro lugar turístico popular es el Museo Nikola Tesla, sobre todo desde que varios “tanques” de Hollywood enfocaron la figura de este científico místico, uno de los más grandes inventores del siglo pasado. Aunque Tesla murió en Estados Unidos, la urna con sus cenizas se encuentra en el museo.
Después de una jornada de cultura e historia, muchos turistas se desplazan al barrio adoquinado de Skadarlija, que está de moda, para probar platos locales mientras escuchan música antigua belgradense. Incluso en los restaurantes de lujo de Belgrado los precios son módicos para estándares occidentales, de modo que una buena cena es asequible para todos, también para turistas con poco presupuesto. Además de la comida y la cerveza baratas, Belgrado atrae con varios festivales a los que acuden miles de serbios, tales como la Fiesta de la Cerveza en agosto y los festejos por el Año Nuevo.
Pero Belgrado también puede recorrerse de manera subterránea gracias a su entramado de túneles, pasadizos y búnkeres de unos 14 kilómetros. Durante la excursión se ven conductos de agua construidos por los romanos y un búnker militar. Aunque la parte tal vez más significativa son las cuevas de Tasmajdan, que se ubican casi debajo del Parlamento de Serbia. Excavadas por los romanos, en sus grutas, los austriacos extrajeron salitre para poder fabricar pólvora. Mientras que en la I Guerra Mundial se convirtieron en refugios de familias que se cobijaban de los bombardeos, en la II Guerra los alemanes construyeron allí algunos búnkeres de protección.
Volviendo a la superficie, uno de los lugares imperdibles es la increíble Catedral de Sava, que apuntó a ser la mayor iglesia ortodoxa del mundo. La catedral -por tamaño e importancia ya que en sí no es una catedral-, fue construida sobre la meseta Vracar y desde allí domina todo el paisaje de la ciudad. Tiene forma de cruz griega con un domo de 70 metros de alto, con una cruz de oro de 12 metros de alto que sobresale entre otras 18 cruces más pequeñas y también de oro que adornan el domo. La torre del campanario tiene 49 campanas, su fachada es de mármol y granito y por supuesto, dentro hay hermosos mosaicos. Una maravilla arquitectónica que da cabida a 15 mil creyentes.
Aunque es un destino cada vez más buscado, Belgrado todavía no es más que un puntito en el mapa europeo del turismo. En 2016 visitaron la capital serbia unos 950.000 turistas, la mayoría de ellos procedentes de Turquía, Croacia, Grecia, Eslovenia y Bulgaria. A modo de comparación: el mismo año, Praga recibió a siete millones de turistas, Budapest a cuatro millones y Barcelona a 32 millones.
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