Lejos de los hoteles all inclusive, de las playas paradisíacas, de las plazas y museos de La Habana Vieja, del famoso malecón, de las luces de los espectáculos nocturnos, hay otra Cuba. La interior; la profunda, la mística. La que conmueve al turista que se anima a recorrer ciudades que, a diferencia de la capital de la Isla, sí quedaron detenida en el comunismo de manual y que se ve reflejada en las letras de los trovadores que atrapan al ritmo del son.
Cuando uno viaja a Cuba, por lo general, lo hace a través de un “paquete turístico” con todas las actividades cerradas. Si tenés días libres o, mucho mejor, si podés planificarlo vos, debés recorrer Santa Clara, Cienfuegos, Trinidad y llegar hasta Santiago, para allí sí tener una fotografía real de la revolución, de Fidel, del Che, de la medicina y educación, de sus ventajas como sociedad pero, sobre todo, de las grandes deudas y carencias que están lejos de resolver.
Estando en Varadero, la más famosa de las playas de Cuba, se puede contratar un tour de uno o dos días para ir hasta Trinidad. Aunque si la elección es Santiago, la planificación debe ser distinta porque queda a unos 800 kilómetros de Varadero. Esta ciudad, una mezcla de 22 kilómetros de playas, hoteles de lujo e importante vida nocturna, está situada en la península de Hicacos, provincia de Matanzas, distrito que con sus plazas, fortalezas, monumentos y ruinas de casonas coloniales, mantienen absortos a los amantes de la poesía y la historia en un paisaje donde valles y agua deparan vivencias únicas.
Tras dejar atrás la ciudad de Matanzas, la carretera central nos lleva rumbo a Santa Clara y los pasos del Che Guevara. Pero en la previa atravesamos Cárdenas -ciudad de Elián, quien en 1993 fue conocido como el niño balsero que conmovió al mundo y que hoy es diputado-, Jovellanos -donde en sus inicios vivieron miles de africanos- y plantaciones de caña de azúcar y teca, un árbol de los más valiosos del mundo.
Luego llega el turno de La Isabel, uno de los pocos poblados con nombre femenino en la Isla: casi todos tienen una génesis aborigen o de hombre. Algo que llama la atención es la cantidad de vendedores que aparecen de la nada, en plena autopista para ofrecer plátanos o cítricos. Pero también hay muchos cubanos que permanecen al costado de las rutas a la espera de un transporte. Es que la escasees de vehículos, obliga al Estado a poner un delegado que para autos o camiones para que la gente pueda subir y trasladarse.
Hasta la victoria
La ruta nos lleva hasta al centro del país, a Santa Clara, con un único objetivo: los nostálgicos rastros de Ernesto Guevara. En una ciudad tranquila, con poco para visitar, la tumba donde descansan los restos del Che y su memorial, atraen a miles de turistas, en especial a argentinos que hacen de este destino una visita obligada.
La historia cuenta que el médico nacido en Rosario interceptó con un grupo minoritario de guerrilleros a fines de 1958 un tren con soldados del dictador Fulgencio Batista. Horas después de la toma de Santa Clara, Batista huiría del país. Cuando se hallaron en 1997 los restos del Che, 30 años después de su muerte en Bolivia, fueron trasladados hasta aquí y el memorial fue convertido en el actual mausoleo. Allí, debajo de una espectacular estatua de José de Lázaro Bencomo, con la famosa inscripción “Hasta la Victoria siempre”, se halla un museo lleno de efectos personales del Che: ropa, cartas, diarios, fotografías, fusiles M-1 y M-2, inhaladores con los que controlaba su asma y hasta una réplica del título de médico de la UBA. En este lugar no se permiten tomar fotos. Pero también en la ciudad vale la pena visitar el tren acorazado y descarrilado por los rebeldes, hoy convertido en museo.
De Santa Clara tenemos dos opciones: ir hacia el norte y llegar hasta Remedios, cuna de la parranda y donde el mar queda cerquita de todo; o elegir por Cienfuegos, hacia el Mar Caribe. Y nosotros nos inclinamos por esta, “la Perla del Sur”, donde nació el ritmo cha, cha, cha. Alrededor de la plaza principal, la Casa del Fundador, la Catedral Nuestra Señora de la Purísima Concepción, el Palacio Ferrer y el teatro Tomás Terry, convocan a disfrutar de la arquitectura ecléctica, de colores pasteles y de un marcado mix de estilos, pero todo con gran influencia gala. Es que esta ciudad, con una bahía excepcional es la única fundada por franceses llegados desde Burdeos.
De día, Cienfuegos es tranquilo, con poca gente en la calle, muy amable y sin apuro. De noche, o durante el fin de semana, el baile se apodera de los lugareños y turistas que, en los bares comparten los clásicos tragos como mojitos, limonadas o cubata. Como en La Habana, también hay un Paseo del Prado y un malecón que enmarca a la Bahía de Jagua. Además, los amantes de la aventura tienen como alternativa para hacer trekking por senderos de la Sierra del Escambray, ríos y cascadas, donde podrán tomar baños en piscinas naturales como ocurre en el Pico de San Juan, la mayor elevación del centro y occidente del país a 1140 metros.
Rumbo a Oriente
La próxima parada del recorrido es la romántica Trinidad, a unos 80 km de Cienfuegos y por una ruta sinuosa ya que atraviesa sierras. Con un estilo colonial que sorprende, una de las primeras villas fundadas por los españoles en Cuba, en 1514, invita a recorrerla por sus calles empedradas, casas muy altas, de colores vivos y con enormes puertas de madera. Es común que estas, al igual que los ventanales, estés siempre abiertas, como invitando al viajero a espiar -o a pedir permiso y pasar-, para tener una aproximación más real de las construcciones siglos pasados.
Por la mañana una opción es darse una vuelta por la playa Ancón, un pintoresco salto de agua a 10 km de la ciudad y una de las más atractivas zonas montañosas del archipiélago. Y por la tarde hay que dejarse llevar por los pies y visitar el Museo Municipal o el Romántico, la Plaza Mayor, la Iglesia Parroquial Santísima Trinidad o el conmovedor palacio de Cantero, con tres pisos y un mirador desde donde uno puede tomar la mejor fotografía de la ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988. Antes de partir, no olvide ir hasta el bar La Canchanchara y tomar un trago del mismo nombre: agua ardiente, miel y jugo de limón. Exquisito.
En este punto podés pegar la vuelta a La Habana o bien hacer un trayecto, el más extenso, para llegar hasta Santiago de Cuba. Para eso previamente pasarás por Camagüey, una ciudad difícil de entender en su trazado laberíntico. Las calles forman triángulos y rectángulos deformes -con y sin veredas- y en su mayoría son estrechas. Por ejemplo, el “Callejón de la miseria” es la calle más corta de Cuba -ocho metros-, mientras que el “Callejón funda del catre”, la más angosta -imposible que se crucen dos caballos-.
Y finalmente, siempre por la carretera central, Santiago es destino final. La “heroica” ciudad mantiene eslóganes, banderas o continuos monumentos a los “mártires del Moncada”, lo que recuerdan la fecha del 26 de julio de 1953, cuando un joven Fidel Castro lideró la sublevación armada contra Batista. Como en ninguna otra región del país, razas y culturas se mezclan y enriquecen en “la más caribeña de las ciudades cubanas”, como suelen decir los lugareños.
Allí se pueden visitar el Centro Histórico Urbano, la Catedral Metropolitana, el Museo del Ron o el antiguo Cuartel Moncada. En el Parque Céspedes, se vivieron hechos históricos como la primera venta de esclavos de América, la declaración de la independencia y el anuncio de Fidel al mundo de que había triunfado su revolución. Allí también se encuentra la casa más antigua del continente, donde residió el conquistador español Diego Velásquez, y el monumento con los restos del líder nacional José Martí.