viernes, 6 diciembre, 2024
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Corrientes: entre San Martín y los vestigios jesuitas

Corrientes es una de esas provincias que se refleja en los rincones de sus pueblos más antiguos, donde se aprecian los vestigios de la cultura guaraní, la impronta de las misiones jesuíticas, las luchas por la independencia y revive la historia y cultura de alto valor.

Las Misiones Jesuíticas fueron un conjunto de treinta pueblos misioneros fundados a partir del siglo XVII que gestionaban haciendas agroganaderas, la minería y también promovían talleres artesanales para indios, a quienes tenían de esclavos en sus estancias. También se destacaban por la arquitectura de sus templos.

En la provincia de Corrientes dejaron su huella trazando el Corredor Jesuítico Guaraní en medio de localidades como La Cruz, San Carlos, Santo Tomé, Alvear, Virasoro y Yapeyú. Ésta última, además, cuna del general José de San Martín, padre de la patria y libertador de Argentina.

El corredor que atraviesa estas seis ciudades refleja el patrimonio histórico, cultural y arquitectónico de los jesuitas en su paso por la provincia. Conocer la región de las misiones es un verdadero viaje en el tiempo. Transitar estas tierras hace revivir a turistas las vivencias de los jesuitas a partir de 1609.

El recorrido por las ruinas que dejaron estos colonizadores es casi como un regreso al pasado para quienes se atreven a cumplir con las paradas que ofrece. La primera de ellas, de sur a norte de la provincia es Yapeyú, quien hacia el 1600 fue uno de los poblados más importantes de todas las misiones.

La ciudad fue fundada en 1626 como una reducción jesuítica con el nombre de “Nuestra Señora de los Santos Reyes Magos de Yapeyú” y funcionaba allí un astillero y una escuela de música. Las fachadas antiguas, los faroles, las calles, los museos, rescatan el patrimonio jesuítico, y se constituyen como reliquias invaluables en la memoria colectiva de la ciudad.

El Templete sanmartiniano posee un gran valor histórico y paisajístico. (Archivo)

La plaza principal está enclavada en el mismo lugar que en la época jesuítica con bustos en homenaje a San Martín, Gregoria Matorra y Arco en Homenaje a los Caídos en Malvinas.

En tanto, la Iglesia Jesuítica fue realizada en el siglo XVI, pero incendiada en el año 1817 luego de que los jesuitas fueran expulsados en 1767. Más tarde el cabildo indígena encomienda su reconstrucción, mientras tanto se utiliza un galpón provisorio como iglesia. Las obras inconclusas fueron destruidas en el año 1817. Era la mayor de todas las misiones y hoy se pueden apreciar en el Museo de la Cultura Jesuítica Padre Furlong sus pisos, las bases de las columnas y otras piezas, encontradas tiempo más tarde.

Pero, sin duda, uno de los mayore patrimonios de la ciudad es el de haber sido cuna del libertador José de San Martín. En este pueblo se conservaron restos de la vivienda, que muestran un trazado más bien rudimentario, con gruesas paredes de piedra que permitían retener algo de fresco dentro de las piezas durante los largos e intensos veranos correntinos. Lo que queda de la casa natal sanmartiniana está protegido dentro de un templete de estilo colonial, cuya monumentalidad contrasta con el pequeño tamaño y la sencillez de Yapeyú. Soldados del Regimiento de Granaderos a Caballo, creó el general San Martín, lo custodian permanentemente.

El circuito local incluye un museo histórico, ubicado en el predio militar de los granaderos, dedicado a la historia y la arqueología. Presenta varios objetos testimoniales de la vida del prócer (sobre todo réplicas, como las de sus muebles de la casa de Boulogne-sur-Mer). En la plaza central, una higuera está marcada como hito histórico. El árbol actual creció a partir de un retoño del original, que le sirvió de base de juegos al niño San Martín.

Rumbo al norte

La ruta continúa en La Cruz, localidad fundada en 1629 y que hasta la fecha conserva objetos de valor histórico además de un importante reloj de sol. Este poblado fue replanteado sobre las ruinas de la reducción original y cuenta también con el cementerio de la iglesia, la calle misional, la iglesia antigua y el Museo de la Cultura Jesuítica “Félix Ramón Mansilla”, que guarda una colección de objetos de gran valor histórico.

En esta ciudad de unos 7.000 habitantes, las playas son otro refugio ideal para reposar en las tardes de verano, donde grandes y chicos pueden divertirse en las refrescantes aguas del río Uruguay. Además, este sitio ofrece la invitación a visitar los maravillosos Tres Cerros, elevaciones que llaman la atención en toda la región, brindando una vista maravillosa y exclusiva.

En Santo Tomé los jesuitas se instalaron en 1683. (Turismo Corrientes)

La siguiente parada es Alvear, ubicada en la desembocadura del Río Aguapey, a orillas del río Uruguay, que la separa de la ciudad brasileña de Itaquí, con la que está estrechamente relacionada. Fundada oficialmente en 1863, a la sombra del llamado “Ombú Protector”, árbol que se encuentra inmortalizado en el escudo comunal, se accede a ella a través de la Ruta Nacional 14.

Alvear es una ciudad que deslumbra con la arquitectura de sus casas históricas, y es la cuna del Patriarca del Chamamé Isaco Abitbol. Se destaca por su tradición rural, la cultura de su gente, la extraordinaria habilidad de sus artesanos y también por los vestigios jesuíticos que se pueden apreciar.

Tramo final

También de origen jesuítico, Santo Tomé es la cuarta parada de este circuito. Sus orígenes se remontan al año 1632, aunque recién en 1683 se instalaron allí los jesuitas, en el sitio que actualmente ocupa la localidad. Sin embargo, el poblado fue destruido por el General Chagas al mando de las tropas portuguesas.

Es una progresista ciudad de carácter universitaria, que cuenta con sitios de importancia histórico en un marco de naturaleza dado por el Río Uruguay. En esta localidad está el Museo Regional Pablo Arguilada creado en 1963, donde se conservan elementos pertenecientes a la época de las misiones jesuíticas, entre los que se destacan restos de columnas, algunas tallas de piedra, un reloj de sol y hasta una pila bautismal.

Mientras que la Iglesia Catedral Inmaculada Concepción da la posibilidad de conocer una pila bautismal que perteneció a la antigua reducción jesuítica, Santo Tomé también tiene uno de los más importantes puentes del Mercosur que la une con Sao Borja (Brasil).

Iglesia Asunción de María y museo jesuítica de La Cruz. (Turismo La Cruz)

Capital Provincial del Mate y la Amistad, la ciudad de Virasoro es la quinta posta del recorrido. Con calles perfumadas, flores por doquier, lagunas y carpinchos, se caracteriza por un gran movimiento comercial y por la importante cantidad de empresas yerbateras, forestales y ganaderas que se han establecido en la localidad, entre la que se destaca el “Establecimiento Las Marías” principal productora de Yerba Mate.

La visita obligada aquí es la capilla ubicada en el Paraje San Alonso, a unos 14 km de la ciudad. San Alonso, junto con Roque González de Santa Cruz y Juan del Castillo, fueron los tres mártires declarados. Los jesuitas dispusieron la construcción de la capilla hacia 1714, como parte de la reducción Jesuítica Guaraní de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, actual ciudad de Apóstoles, Misiones, quedando hoy la capilla en jurisdicción de Gobernador Virasoro. Sirvió como puesto de estancia, oratorio, cárcel provisoria y posta, uniendo los caminos hacia las misiones de San Carlos y Santo Tomé.

San Carlos, en tanto, es la sexta y última ciudad de estas características y posee un importante número de atractivos culturales e históricos. Fundada en 1631 y con aires colonial, el Museo de Arte Jesuítico atrae diariamente a visitantes interesados en las piezas que allí se exhiben. 

Además, tiene un Museo de Sitios y un centro de documentación con libros de gran valor. San Carlos posee también ruinas de dos metros de altura y varias columnas que datan del tiempo de los colonizadores. La iglesia, el centro de interpretaciones y la estructura en madera “Legado de los pueblos originarios”, completan las propuestas de este poblado ubicado en el departamento de Ituzaingó.

Luego de la expulsión de los jesuitas en 1767, toda la región fue quedando rápidamente en el abandono. Cuarenta y ocho años más tarde, en 1815, como resultado de las luchas entre el indio Andresito y los portugueses, el Marqués de Alegrete, gobernador Capitán General de Río Grande do Sul, encomendó la destrucción de las misiones occidentales. Todo se destruyó, causando la despoblación de la zona, que por muchos años subsistiría. Hoy todas estas localidades atesoran los vestigios de aquellos días como verdades reliquias puestas a disposición de quienes se atrevan a realizar este extraordinario recorrido por el pasado.

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