En medio de una naturaleza frágil y salvaje, la provincia de La Rioja esconde secretos milenarios que los combina con paseos y excursiones para disfrutar de sus colores de tonos ocres y rojizos. En la tierra del caudillo “Chacho” Peñaloza, uno puede sentarse en silencio a apreciar una pared de piedra de casi cien metros, darse una vuelta por alguna de sus quebradas o valles, apreciar el vuelo de los cóndores o bien remontarse a la historia del cable-carril en Chilecito.
Quebrada del Cóndor
A 180 kilómetros hacia el sur de la capital riojana, después de atravesar un camino de piedras gigantes, se llega a la Reserva Natural Quebrada de los Cóndores. El lugar es la morada de unos 200 cóndores que planean muy cerca de los visitantes. Primero se llega al paraje de Tama, centro urbano y cabecera del Departamento Ángel Vicente Peñaloza, donde la historia signó páginas de la proeza de caudillos como “El Chacho” en su lucha por el federalismo.
Luego a Sierra de los Quinteros y desde allí se necesitan un par de horas de cabalgata. Algunos, los más entrenados se animan a la caminata. La parada final es en un gigantesco peñasco que oficia de mirador. Al poco tiempo que uno está allí, llegan los cóndores, que sobrevuelan en círculos para luego avanzar hacia sus nidos.
El Chiflón
Camino a Talampaya y a 140 km de la capital, una serie de bloques sedimentarios se abren paso para mostrarse al mundo en el Parque Provincial El Chiflón. Según expertos este sitio cuenta con las mismas formaciones geológicas que dieron base para que los sitios Talampaya e Ischigualasto. El Parque tiene dos circuitos habilitados, que van desde sitios arqueológicos, como así también miradores, trekkings, geoformas. Apreciar la inmensidad y el silencio donde solo el sonido del viento atravesar entre la poca vegetación que existe, tal vez sea una de las experiencias más lindas y a su vez extraña debido a la soledad, la aridez de la tierra y el colorido de su paisaje.
El turista puede recorrer El Chiflón en su propio vehículo hasta la tercera estación, acompañado de un guía. El recorrido incluye el sitio de los morteros comunitarios, las geoformas y las plantas fósiles. Luego se desciende del automóvil para realizar una caminata de 800 metros por el cañón. Troncos petrificados, rocas milenarias y el viento que sopla en la quebrada, hacen que este recorrido sea imperdible camino a Villa Unión o al Parque Nacional Talampaya.
Pucará de Hualco
San Blas de los Sauces, ubicado a 180 kilómetros de la capital riojana, es un departamento compuesto por 16 pueblos a lo largo de la ruta nacional 40, rodeados de un paisaje exuberante y que guarda en su interior un tesoro arqueológico único: el Pucará indígena de Hualco, de más de mil años de antigüedad.
Con el cordón de sierras del Velasco como telón de fondo, y la vista del nevado de Famatima que se deja adivinar en el horizonte, este pintoresco rincón de la geografía riojana, con una extensión de 16 kilómetros que bordean el cauce del río Hualco, es un atractivo turístico de características únicas en la región.
La subida, aunque poco empinada, en su primer tramo deja sin aliento, una sensación pasajera hasta que el cuerpo se aclimata a la altura. Después, es todo disfrute: hacia la izquierda la vista de la quebrada y sus formas rocosas; al frente, el valle y los álamos a la vera del río Los Sauces; y a la derecha los rectángulos perfectos de los viñedos y cultivos de pistacho. En esta zona, muy cerca de Scharqui, habitó la comunidad Hualco, descendiente de los Aguada hace mil años. Las ruinas están compuestas de cincuenta recintos: viviendas, depósitos de alimentos, una plaza ceremonial, un anfiteatro y un pucará, fortificación defensiva de nombre quechua.
Vallecito Encantado
A pocos kilómetros en el límite con San Juan, existe un lugar mágico llamado “El Vallecito Encantado”, donde la naturaleza formó misteriosas geoformas de colores que contrastan con la aridez del desierto que se refleja en la nula vegetación. Este pequeño valle situado cerca de Guandacol sobre la Ruta 40, tiene al rojo como el color dominante.
En el acceso hay un mirador de madera que permite tener una visión absoluta de esta belleza. El paisaje muestra, sin duda, cómo era la Tierra hace 360 millones de años. A lo lejos se ven formaciones montañosas de tonos azulados, amarillentos y grises. Siguiendo por un sendero aparece el Vallecito.
Una especie de balón y la formación de una copa rota, sorprenden por sus formas, producto de milenarios procesos de erosión. Las geoformas se exhiben como si se tratara de una muestra escultórica natural, alguna de ellas tienen nombres como “El perfil de la momia”, “El barco”, “El lagarto”, “El sombrero”, y “El balón”, pero sin dudas la que más acapara la atención es la llamada “Copa del mundo”, que semeja un trofeo de más de dos metros de alto.
Quebrada de Don Eduardo
Existen diferentes circuitos y modos de abordar el paisaje triásico surgido del fondo de la tierra en el Parque Nacional Talampaya, Patrimonio de la Humanidad. Pero la opción más completa, esforzada y fructuosa es el circuito Quebrada Don Eduardo. Los diferentes terrenos, las innumerables especies de aves que se avistan durante la marcha y las tropillas de guanacos que se cruzan, llenan de color y emociones a este inolvidable recorrido.
Otro posible en el Parque Nacional Talampaya es al interior de la Ciudad Perdida, una excursión en la que, parte en vehículo y parte a pie, se descubren las “callejuelas” de una caprichosa ciudad esculpida por el viento y el agua durante miles de años. Este recorrido, permite entender los diferentes procesos de erosión que dieron origen a este maravilloso escenario natural. Tanto para este recorrido como para otro imperdible llamado Cañón Arco Iris, el ingreso es diferente: es a la altura del kilómetro 133.5 de la ruta nacional 76.
Cañón de Anchumbil
Otro sitio que se caracteriza por sus gigantes e imponentes formaciones rocosas de color rojizo es el Cañón de Anchumbil, un laberinto de rocas enormes pertenecientes al periodo Triásico. Los mismos en algún momento estuvieron en posición horizontal pero, con el surgimiento de la Cordillera de Los Andes comenzaron a resquebrajarse y a levantarse quedando de forma vertical y formando asombrosas figuras, pasadizos, escondites y laberintos.
Una de las figuras más famosas es la del “Cañadón”, una curiosa forma convertida en objeto de arte natural y en foco de muchas fotografías. Logró esta forma por los efectos del clima en la zona: la erosión del viento, la lluvia y los intensos calores. Cañón de Anchumbil es una encantadora propuesta para descubrir la combinación entre historia y naturaleza, un lugar donde el pasado se hace presente y la naturaleza deja sus huellas en un constante cambio.
Cable Carril
Chilecito es un oasis en forma de valle delimitado hacia el oeste por las sierras del Famatina (con 6.200 m.s.n.m. es el sistema serrano continental más alto del mundo)-, y hacia el este por las del Velazco. Y para apreciar este paisaje en su plenitud, un recorrido que debe hacerse es la denominada Vuelta al Pique o faldeo al Famatina, una excursión de unas cuatro horas.
En esta zona, otra excursión imperdible es conocer el cable-carril, una obra de ingeniería declarada Monumento Histórico Nacional, que data de 1904. Está conformada por nueve estaciones y tiene un tendido de un cable aéreo de 36 kilómetros que se extiende en línea recta desde la primera estación ubicada en la ciudad hasta los socavones de la mina La Mejicana, en el cordón del Famatina. El cable-carril hoy es un cementerio de vagonetas, tolvas, escalones en caracol y remaches con una riquísima historia.
La Estación 1 está ubicada en la ciudad y la Estación 2 en la zona del Durazno, unos 500 metros por encima y ya sobre las laderas del Famatina. En estas primeras estaciones se puede visitar el museo, los talleres y algunas estructuras del cable-carril. Pero lo más apasionante es subir hasta la mina, para lo que hay que hacer un muy largo camino de montaña. Ahí llegan muy pocos, pero vale la pena.
Cuesta de Guanchín
A la localidad de Guanchín, única por sus tierras dedicadas a nogales y membrillos sobre las faldas del Famatina, se accede desde Chilecito, por la Ruta Provincial Nº 15, recorriendo 18 km por su pintoresca Cuesta, donde aguarda la amabilidad y siempre dispuesta atención de su gente. En la zona se puede practicar el trekking, camping y pesca de truchas.
Este hermoso valle es un lugar turístico por excelencia de clima fresco debido a su altura y proximidad al nevado. La humedad ambiente y los ríos con aguas permanentes favorecen la vegetación autóctona y la transforman en una zona ideal para el cultivo de nogales y frutales, donde membrillos, castañas, ciruelas y duraznos, son utilizados para la elaboración de exquisitos dulces caseros.
En su parte más alta comienza la Cuesta de Guanchín, con un sinuoso camino que atraviesa una angosta quebrada pedregosa, con bosques de acacias y algarrobos en las hondonadas, hasta arribar al valle con hermosas vistas preparadas para captarlas en una postal única desde la cuesta. Caminar a orillas del rio de aguas cristalinas, que bajan de deshielo durante todo el año, es conectarse con lo más profundo de la naturaleza en altura.
Los Colorados
Sobre la ruta 74, a 100 km de Chilecito, una serie de carteles anticipan la cercanía a Los Colorados. Desde este pequeño poblado de pocas familias, de arquitectura ferroviaria, un grupo de guías locales organizaron un recorrido parte vehicular y parte en trekking, que permite conocer un tramo de la historia de los pueblos originarios que habitaron en la región.
Circuitos con grandes bloques de piedra de hasta 90 metros de altura, con miradores naturales y curiosas geoformas, que albergan restos arqueológicos y la histórica Cueva del “Chacho” Peñaloza, son algunos de los atractivos que sorprenden al turista. También hay petroglifos, jeroglíficos, dibujos y marcas en la piedra de los antiguos diaguitas, aguades y cafayanes, que dejaron allí su testimonio.
Más allá de las geoformas provocadas por la erosión como el sorprendente Puente Natural, el atractivo sin duda es la cueva del que fuera lugarteniente de Facundo Quiroga. Al pie de uno de esos soberbios bloques rojos, existe un hueco oscuro, disimulado entre varias rocas y en donde, cuenta la historia lugareña, se refugiaba Peñaloza en años de clandestinidad. Los más atletas pueden trepar hasta la salida superior, donde está el balcón desde donde el caudillo riojano miraba todo el valle Antinaco-Los Colorados y advertía si llegaban tropas que lo perseguían.
Aicuña
Aicuña es una población enquistada en el corazón de las Sierras de Famatina, compuesta por unas 300 personas. Esta comunidad es reconocida por el elevado grado de albinismo de sus pobladores. Además de esta peculiaridad, es un lugar encantador, de una belleza atemporal, donde naturaleza y sosiego se conjugan para forjar la bonanza de sus habitantes.
Magníficos miradores hacen de este viaje la mejor elección, desde donde se avizora la maravilla que dejó la naturaleza en su creación. En esta localidad, a 1600 msnm, se produce una importante cantidad de nogales que han sido elogiados por la alta calidad productiva sólo de manera orgánica, sin fertilizantes ni agroquímicos, además de una gran variedad de hierbas aromáticas y medicinales.