Logroño está situada a orillas del río Ebro, entre los viñedos en los que nace el mundialmente reconocido vino de Rioja. Parada obligada del circuito francés del Camino de Santiago, ha sabido adaptarse a los tiempos para convertirse en una localidad moderna, punto de acogida de peregrinos y con un innegable encanto para los amantes del buen comer y beber.
El río Ebro atraviesa la ciudad y sobre él se encuentran dos puentes que sirven para comunicar Logroño con Navarra y Álava. El más antiguo de ellos es el Puente de Piedra, que permite que la ruta jacobea llegue hasta la ciudad. En su origen (siglo XI), estaba fortificado por cuatro arcos y tres torres. Otro puente, esta vez de hierro y construido en el siglo XIX, cruza también este cauce fluvial.
De la antigua muralla que circundaba la ciudad, queda en pie la muralla del Revellín y la puerta de Carlos I. Durante las fiestas patronales, se celebran en este lugar actos que recuerdan el asedio francés a la ciudad.
En torno a la Rúa Vieja, tradicional calle de paso de los peregrinos que se dirigían a Compostela, aparecen las más importantes representaciones de la arquitectura jacobea como son el albergue de Peregrinos o la famosa fuente de los Peregrinos. Tampoco deja duda sobre la importancia de esta ruta jubilar la iglesia de Santiago. Este monumental edificio, erigido en el siglo XVI, cuenta con una sola nave y su fachada muestra una formidable imagen de Santiago Matamoros. En el interior se venera la imagen de la Virgen de la Esperanza, patrona de Logroño.
Logroño cuenta con cientos de bares de tapas y pinchos, además de los múltiples restaurantes que se distribuyen por sus calles donde volver a la época medieval es sólo una cuestión de afinar los sentidos. Es una ciudad para caminar, palpar la historia que se remonta a siglos, degustar un buen jamón ibérico acompañado de una copa de vino riojano, y luego de un descanso frente al puente de hierro, el Arco de Revellín, o el remanso del Ebro, hacer el recorrido del peregrino, siempre y cuando la magia de la ciudad no le atrape y quede inmerso en un ensueño medieval.
El centro histórico acapara importantes citas culturales, como la Catedral de Santa María la Redonda (ss. XV-XVIII), que alza sus imponentes torres barrocas en la plaza del Mercado. El actual recinto catedralicio se asienta sobre una antigua iglesia románica de forma redonda. Otro templo a destacar es Santa María de Palacio, con elementos románicos y góticos, acompañada en belleza y antigüedad por la Iglesia de San Bartolomé, erigida en el siglo XI y que conserva una torre mudéjar, siendo el único testimonio de arquitectura románica de la ciudad. Los palacios también salpican las calles con sus señoriales siluetas, además de los hitos correspondientes al Camino de Santiago, ubicados en la llamada Rúa Vieja: el Albergue de peregrinos, la Fuente de Peregrinos y la Iglesia de Santiago, impresionante templo del siglo XVI.