Opacada, entre otros factores, por el crecimiento en el consumo de vinos y espumantes, y también como consecuencia del descuido que tuvo su producción en los últimos años, desde hace un tiempo la sidra volvió a los primeros planos. Con producciones artesanales como ha pasado con el boom de la cerveza o bien con la apuesta de las marcas a productos Premium, esta bebida que era consumida por hebreos y egipcios en el pasado, ya no es exclusiva de Navidad y Año Nuevo.
En países como Reino Unido, Estados Unidos o Australia, por ejemplo, es muy habitual encontrar bares que ofrecen distintas opciones de sidras para el momento de la tarde o el “happy hour”. Esta tendencia también está contagiando a la Argentina desde hace un tiempo, ya que la sidra comenzó a tener visibilidad en bares y restaurantes, sobre todo en Buenos Aires. O bien se encuentran en los supermercados en distintos formatos durante todo el año para nuevas ocasiones de consumo.
Cantinas, pizzerías y restoranes especializados -sobre todo en Palermo- lo tienen en su carta todo el año. A estos últimos está llegando de la mano de los productores de cervezas artesanales, que comenzaron a fabricar esta bebida elaborada con manzanas cosechadas en Río Negro, Neuquén y también provenientes del Valle de Uco, en la provincia de Mendoza.
Todos coinciden que una sidra (siempre se bebe bien fría) se disfruta mejor con un bocado salado. En cuanto a la combinación con los platos, va bien con las frituras, más allá de lo que sea, porque corta esa sensación en la boca, y la magia está en esa combinación entre lo crocante de la fritura y lo dulce de la sidra.
