El norte de la provincia de Córdoba es fascinante. Su encanto distintivo se refleja en los senderos trazados por la historia, en sus pueblos llenos de paz y en sus paisajes desbordantes de naturaleza y leyendas. Bosques autóctonos, espejos de agua cristalina, salinas, ríos, sierras de palmas e imponentes cerros rocosos le dan identidad propia a esta región turística. Ideal para la práctica de ecoturismo, cabalgatas, trekking y mountain bike.
A lo largo del territorio se ubican dos de las áreas naturales más interesantes de la provincia: el Monte de las Barrancas, un oasis en las salinas que sorprenden a los turistas con su reflejo luminoso y por su extensión, y la frondosa naturaleza de Cerro Colorado.
El Monte de las Barrancas abarca una superficie de 7.656 hectáreas y fue declarado Refugio de Vida Silvestre. Constituye una isla de ecosistema chaqueño, que mantiene su condición natural y seminatural, enclavada en medio de la depresión de las Salinas Grandes, sobreelevada unos 8 metros con respecto al nivel general. Este refugio cuenta con flora y fauna autóctona y su potencial biótico ofrece un espacio para disfrutar la naturaleza en su estado virgen. Al igual que las Salinas Grandes, este espacio creado bajo condiciones específicas tiene por objetivo funcionar como espacio para la vida de variadas especies animales adaptadas a vivir en condiciones de altas temperaturas y escasa disponibilidad de agua.
La otra visita, el Cerro Colorado, es una reserva cultural y natural que marca el inicio de una cadena de acontecimientos que sentaron las bases de nuestra nación. Esta formación montañosa, erosionada por el viento y agua, fue poblándose de aleros y cuevas que utilizaron los indios comechingones para plasmar la historia de su pueblo, a través de pinturas rupestres.
Estilo colonial
Las localidades de esta región se destacan por conservar un estilo colonial, que resguarda el pasado. En estos poblados, los visitantes pueden disfrutar de productos artesanales típicos como cuero, cestería, cerámica y madera; además de la oportunidad de degustar la gastronomía tradicional y vibrar con la música folclórica.
En Villa Tulumba, por ejemplo, uno podrá recorrer sus calles empedradas, sus farolas antiguas y las añejas construcciones que forman parte de una decoración especialmente pensada para rememorar y recuperar detalles del pasado. A unos veinte kilómetros al sur de Deán Funes, se encuentra la ciudad de Ischilín, Norte de Córdoba, entre los vestigios de una civilización que ya no existe más. Este caserío lleva escondido en su nombre la palabra alegría, ya que proviene de la lengua de sus antiguos habitantes.
La región norte es también sinónimo de historia y aquellos turistas que la visiten no podrán perderse la oportunidad de conocer el Museo Rural Posta de Sinsacate, que integra la cadena de postas del antiguo Camino Real al Alto Perú; la tradicional Iglesia de Tulumba, en donde se conserva un tabernáculo de madera y plata tallado por los nativos para las iglesia de la Compañía de Jesús; la Casa Museo de Atahualpa Yupanqui, ubicada en el paraje Agua Escondida, en donde se exponen objetos personales del artista; la casa natal del escritor Leopoldo Lugones; y el Museo Fernando Fader, ubicado en Ischilín, que conserva parte de la obra del reconocido pintor.
Uno de los circuitos culturales más visitados por los turistas propone descubrir una porción del legado histórico de la orden jesuítica, a través de un recorrido por tres de sus estancias, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: Jesús María, Colonia Caroya y Santa Catalina. En estos establecimientos se encuentra la memoria viva de nuestro pasado, de los hombres que le dieron a la historia de la provincia el rostro que hoy conocemos.
También en esta región se puede llegar a la capilla de Candonga, a la Posta de Sinsacate y a Barranca Yaco (donde mataron a Facundo Quiroga), a Villa María de Río Seco, cuna de Leopoldo Lugones y hoy museo provincial, y a una serie de parajes y villorrios coloniales de fuerte atractivo histórico y cultural, diseminados a lo largo de unos 150 kilómetros de recorrido.
Y como si fuese poco, en toda esta zona también se aprovecha el medio rural, donde los visitantes encuentran una nueva forma de relacionarse e interactuar con los habitantes del lugar, disfrutando de los productos artesanales típicos como cuero, cestería, cerámica y madera.