El mapa de Bolivia se distribuye entre el verde de su extensión boscosa, que alcanza la selva Amazónica, y el pardo de sus cordilleras en la región Subandina y Andina. En este último, también aparece el azul de los lagos Titicaca y Poopo, y el blanco de los salares de Coipasa y de Uyuni, el de mayor extensión continua del mundo. En este último, también conocido como salar de Tapuna, el viajero topa con un mar de nubes, donde el cielo y la tierra parecen confundirse.
Ubicado a la altura récord de 3.653 metros sobre el nivel del mar, en el suroeste boliviano, esta inmensa planicie de sal abarca 10.582 kilómetros cuadrados cubiertos en general por un intenso cielo azul matizado de nubes blancas que lo convierte en un escenario con aura de otro mundo. Seguramente por esta condición, el salar de Uyuni fue el sitio elegido para rodar una de las batallas principales de la última entrega de Star Wars (el episodio VIII, “Los Últimos Jedi”).
Situado en una región semidesértica y de tierras volcánicas, a 200 kilómetros al suroeste de Potosí y a 560 de la capital La Paz, el salar tiene todo lo necesario para cautivar a sus visitantes. A medida que se penetra en el desierto de sal, y como espejismos brotando del suelo blanco, se divisan extrañas formaciones rocosas, “islas” de piedra y enormes cactus, y lagunas con diferentes tipos de minerales que colorean sus aguas de rojo, verde, amarillo y celeste.
También es posible pernoctar en increíbles hoteles donde casi todo está construido y “amueblado” con bloques de sal, la materia prima con que la Creación decidió dotar al lugar. Ladrillos, paredes, camas, mesas, sillas y otros objetos de uso cotidiano están hechos de sal; sólo los techos, colchones, sábanas, y utensilios rompen con el patrón de construcción salino.
Mientras que durante el invierno (de mayo a octubre) las partículas de sal forman figuras poligonales en la superficie compactada por el sol, en verano (noviembre a febrero), cuando se dan las lluvias y el salar presenta en su superficie una pequeña capa de agua, se produce un inigualable “efecto espejo” que replica en el suelo la imagen exacta del cielo y las nubes. Es posible mirarse, hacer muecas, posar y jugar en este espejo natural que muestra al suelo y al firmamento como dos caras de una misma cosa.
Por otra parte, cuando está nublado, se produce el efecto” white out”, un fenómeno óptico en el cual el horizonte se vuelve tan difuso que parece borrarse. Todo un desafío para la retina humana acostumbrada a escenarios cotidianos y previsibles.
Por lo general, la visita al salar parte de la pequeña localidad de Uyuni, donde es posible contratar diversos tours a precios razonables (y negociables). No obstante, la fuerte competencia local por los turistas, que por un lado baja los precios, por otro, puede retacear algunas comodidades, por lo que se recomienda informarse claramente de todos los detalles que incluirá la contratación.
La ciudad de Uyuni cuenta con numerosos hostels y hoteles, agencias de viajes y restaurantes. Ubicado a solo 3 kilómetros de allí, se emplaza uno de sus principales atractivos: un cementerio de trenes formado por decenas de vagones y locomotoras a vapor que funcionaron a principios del siglo XX, una época en que Uyuni tuvo una importante actividad minera y ferroviaria.
No obstante, la puerta de ingreso al salar es Colchani o “Puerto Seco”, un minúsculo poblado situado en sus orillas y a donde se puede llegar desde Uyuni en camionetas, taxis, bicicletas o mediante una larga caminata.
TU GUÍA
Qué llevar
Durante la ruta por el salar las temperaturas varían de un extremo a otro. Si vas a internarte en el salar de Uyuni, no pueden faltarte:
– Ropa de abrigo
– Sombrero o gorro de lana con cubreorejas
– Malla para las termas
– Humectante para labios
– Protector solar factor 30
– Lentes con filtro UV
-Si se sufre mal de altura, la medicación pertinente u hojas de coca.