El casco antiguo de Oporto, en el norte portugués y a orillas del río Duero, muestra el esplendor de sus iglesias barrocas, mansiones y las bodegas de su famoso vino. Esta ciudad conserva algo místico que difícilmente se puede describir y que varía según el lugar, la hora y la luz del día que el visitante pase por allí.
Para los que llegan por pocos días, no deben perderse un paseo por el Duero y el patrimonio de sus dos orillas, con sus puentes y monumentos, azulejos, balcones floridos y calles comerciales. El centro histórico y la orilla del río donde se encuentran las bodegas del vino de Oporto (del lado de Gaia) están catalogados como Patrimonio Mundial.
La estación de São Bento, con su vestíbulo revestido de azulejos, es el lugar ideal para iniciar su recorrido. Un poco más adelante está la catedral, desde cuyo atrio podrá disfrutar de la primera panorámica del río, de las casas y de la otra orilla.
A partir de allí, un ideal es perderse entre las calles medievales hasta Ribeira, con terrazas y rincones pintorescos. Antes de embarcarse en un crucero bajo los seis puentes de Oporto, merece la pena quedarse un rato en la zona para respirar el ambiente e impregnarse del río con el puente D. Luís y la orilla opuesta. Otro jardín, lleno de esculturas, es el de la Cordoaria, rodeado de iglesias y de otros monumentos. Merece la pena subir a la Torre de los Clérigos para disfrutar de una nueva panorámica sobre Oporto. Allí mismo se encuentra la Librería Lello, que inspiró las historias de Harry Potter.
Después de ver desde el río la silueta de las casas y de las torres de las iglesias, espera el interior dorado de la Iglesia de San Francisco. También hay que llegarse hasta Serralves, con jardines para pasear o descansar, y exposiciones de arte contemporáneo.
Junto a la Rotonda de Boavista se encuentra la Casa de la Música, siempre imponente por su forma arquitectónica y su cartel cultural. En esta zona puede encontrar buenas tiendas para ir de compras.