Ubicado en el departamento de Potosí, en Bolivia, el salar de Uyuni es uno de esos lugares del mundo que sorprende desde el minuto uno que se lo pisa. Se trata del desierto de sal continuo más grande y elevado del mundo, con una superficie de 10.582 km2 a 3.650 metros sobre el nivel del mar.
Más que una ciudad, Uyuni es un pueblito muy pequeño, donde los restaurantes, hoteles y agencias de viajes son los protagonistas. Si bien no hay mucho para hacer en sus calles, es un lugar de descanso para pasar la noche a la vuelta del tour del salar, y desde ahí seguir viaje a otras ciudades.
Uyuni es clave como motor económico de Bolivia, porque más allá del turismo de él se extraen unas 25.000 toneladas de sal por año. Y cuenta con la mayor reserva de litio del mundo. Además, la llegada de viajeros y turistas ha generado en los últimos años un nuevo sector empresarial y junto al resurgir de la artesanía tradicional, crece el número de hoteles en la zona.
El primer destino antes de visitarlo es el cementerio de trenes. Allí las 4 x 4 de las diferentes empresas estacionan para que los turistas bajen a conocer el lugar y con sus cámaras captar unos contrastes únicos. Trenes olvidados hace más de cien años, oxidados y destruidos por el viento que abruma al desierto. En su momento fueron medios que transportaban sal a las afueras de Uyuni. Hoy solo quedan las carcasas de enormes locomotoras y vagones, y alguna que otra pieza desparramada por el árido suelo.
El salar es un desierto seco, blanco y liso, donde la cristalización de la sal crea dibujos geométricos en la superficie. Es el momento perfecto para pasar un tiempo haciendo fotos divertidas jugando con las perspectivas y tamaños de nuestros compañeros de viaje. Recorrer la superficie del salar, sobre sus características figuras geométricas de sal, fruto de la evaporación del agua, es como viajar hacia el infinito.
En la llanura infinita, que durante la época de lluvias (enero y febrero) se inunda convirtiéndose en un espejo gigantesco, no hay más protuberancias que algunos montículos a los que popularmente se les llama “islas”. Situada prácticamente en el centro del salar se encuentra la Isla Incahuasi (“la casa del inca”, en idioma quechua), a la que erróneamente se le atribuye el nombre de Isla del Pescado, que en realidad se halla a veinte kilómetros al norte. Este cerro está poblado masivamente por cactus gigantes.
Al llegar al punto más alto de Incahuasi se tiene una perspectiva privilegiada de la zona central del salar. En 360º solo hay una llanura blanca y, cerrando el horizonte, las imponentes montañas de los Andes bolivianos y chilenos.