Todo el Mar Mediterráneo es un paraíso y todos sus destinos son garantía de viajes maravillosos. Pero si lo que se busca es un lugar con paisajes increíbles, geografía que corta el aliento, historia que se remonta a la noche de los tiempos y misterios atrayentes, es difícil ganarle a la isla de Malta. Es una joya situada en el centro del “Mare Nostrum” romano a unos 11.500 km de Argentina, rodeada por aguas azules, con ciudadelas amuralladas medievales, espléndidas iglesias barrocas y una tradición milenaria.
Malta es parte del archipiélago maltés, que además de la isla que le da su nombre consta de Gozo, Comino, Cominotto y Filfla. Tiene un clima espléndido: el sol brilla casi todo el año y las temperaturas rozan los 30 °C en verano y en invierno se mantienen siempre por encima de los 10 °C, salvo raras excepciones.
La isla siempre fue un cruce de culturas y en ella se puede observar el legado de los distintos pueblos que la habitaron: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, árabes, normandos, aragoneses, franceses, ingleses… Esta herencia se ve reflejada en las ruinas, los templos, las estructuras megalíticas, los fuertes y los palacios.
Otro factor en el que se ve este encuentro cultural es en la gastronomía maltesa. Sus platos están influenciados por la cocina italiana, árabe y anglosajona, una combinación única en todo el mundo.
Punto de partida
La capital, La Valeta, es el punto de partida obligado para conocer Malta. Una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad que es un auténtico remanso de paz y de belleza. Allí atrae a turistas de todas partes la imponente Concatedral de San Juan, dedicada a San Juan Bautista. Diseñada por el arquitecto maltés Glormu Cassar, fue construida por la Orden de Malta entre 1572 y 1578. En su interior alberga “La decapitación de San Juan Bautista”, una obra cumbre de Caravaggio.
Desde La Valeta se puede llegar a prácticamente cualquier punto de la isla en un auto de alquiler o, incluso, en transporte público, que es muy barato, unos dos euros por pasajero.
Dos lugares imprescindibles para visitar son Mdina, la antigua capital, y Rabat. Mdina es una antigua fortaleza a la que se accede por medio de la Puerta de la ciudad. Dentro de ella se puede ver conjunto de edificios y palacios entre los que destaca la catedral de San Pablo. En la vecina Rabat se encuentran las catacumbas de San Pablo, un enorme complejo fúnebre, la Basílica de San Pablo y el museo Wignacourt.
Del resto del archipiélago es muy recomendable conocer la isla de Gozo. Allí se pueden visitar Victoria, la capital; Ramla Bay, la playa más grande de Malta; y las construcciones de Ġgantija.
Misterios prehistóricos
El pasado de Malta, como se ha dicho, va mucho más allá de la historia. Así, se encuentran en los apenas 316 km2 de la isla varios monumentos megalíticos entre los que se destacan el Hipogeo de Hal Slieni (o Hypogeum), en Paola, muy cerca de la capital.
Un enigma prehistórico que aún tiene a los arqueólogos rascándose la cabeza es el de las “huellas de carros” (“car ruts”), unas huellas profundas, cavadas en la roca, que corren paralelas como si fueran verdaderos rastros dejados por carros en el barro.
Aparecen en unos 150 lugares de la isla y hay evidencia de que tienen por lo menos 2.700 años de antigüedad. Claramente no son lo que parecen ser, ya que se entrecruzan de forma caótica y muchos van a morir en el mar. Se especula, entre otras respuestas, que hay podido ser canales de irrigación, pero para muchos expertos es bastante dudoso. El misterio, entonces, continúa.
Historia, playa, mar, misterios, gastronomía: el combo perfecto para entrar en el corazón del Mediterráneo.