Mar del Plata es una de esas ciudades para visitar los 365 días del año. Ya sea en verano gracias a las codiciadas playas, o fuera de la temporada tradicional, siempre hay actividades interesantes para disfrutar con toda la familia, con amigos o en soledad. La Rambla, el faro, el Torreón del Monje, el casino, los tradicionales lobos, la peatonal y la costanera son citas obligadas.
Pero más allá de los atractivos vinculados a la arena, hay un clásico que siempre despierta el interés de grandes y chicos: el Puerto. Con sus gaviotas, pesqueros y platos a base de pescado, este sitio es un centro de atracción para los amantes de las fotos coloridas. Esta obra colosal en su tiempo, ya con más de cien años, se inscribió en los sueños que sucedieron a la Generación del 80, y en la opulencia que se vivía en los años del centenario de la Revolución de Mayo.
El Barrio Puerto, de una identidad fuertemente definida, conjuga tres elementos propios: la pesca, la inmigración mayoritariamente italiana y la fe religiosa. Es posible encontrarlos en sus fiestas e incluso, en sus edificaciones. Ejemplo de estas últimas son las casillas de chapa y madera de los primeros inmigrantes y pescadores que se asentaron en el lugar. Otra imagen que refleja el espíritu inmigrante es la Parroquia de la Sagrada Familia perteneciente a la Obra Don Orione, iglesia de la comunidad italiana del puerto. De estilo neobarroco portugués, se caracteriza por la alta torre del campanario con la imagen de San Salvador.
Desde los 2,8 kilómetros de la Escollera Sur, construida hacia 1930, se puede conocer la colonia de lobos marinos que habita el sector, lo que constituye un atractivo junto al amarre de las embarcaciones en la Banquina de Pescadores, sobre la escollera norte. En la banquina el colorido de las lanchas costeras y de media altura, los barcos de altura y poteros (para captura de calamar), los trabajos de descarga de los frutos de mar, pescadores, redes, nasas (para pesca de besugo), gaviotas y lobos marinos configuran el espectáculo típico. Las calles interiores deben recorrerse a pie, para acercarse hasta las embarcaciones. Desde aquí salen excursiones marítimas y de pesca deportiva en altamar.
En el acceso a la banquina hay un paseo donde el viajero suele comprar souvenirs, artesanías confeccionadas con caracolas y también pescados y mariscos recién extraídos del mar. Y a pocos metros está situado el Complejo Gastronómico, uno de los puntos más concurridos de “La Feliz”: hay restaurantes a la carta y otros de auto-servicio, todos especializados en platos a base de pescados y mariscos, que además cuentan con variedad de productos en conserva para llevar. Se puede comer en el interior de los locales y también al aire libre, en un marco de mesas tendidas cercadas por flores, especialmente rosales. En alta temporada, es un foco gastronómico sumamente demandado por el turismo. Si bien hay muchos, a veces es difícil poder elegir, dado que en general se accede al que disponga de alguna mesa libre.
En tanto, en el acceso al puerto se levanta el Monumento al Hombre de Mar y la Plazoleta Luis Piedrabuena; mientras que su área más pintoresca comienza a vislumbrarse con los clubes deportivos, astilleros, y con el imponente Elevador de Granos y su galería de embarque. También en el predio portuario se encuentra la Gruta de Lourdes, visitada todo el año por el turismo de fe, que es una réplica casi exacta de la original de Francia. El santuario de la virgen está emplazado en una antigua cantera, la imagen tiene incrustaciones en onix y está enmarcada con una tupida vegetación.